Durante décadas, el estudio del desarrollo moral pareció un territorio claramente delimitado. Figuras como Jean Piaget y, sobre todo, Lawrence Kohlberg nos habían proporcionado un mapa detallado, una escalera de seis peldaños que ascendía desde el miedo al castigo hasta la adhesión a principios de justicia universales. Era un modelo lógico, estructurado y, para muchos, definitivo. Sin embargo, a finales de los años 70, una investigadora que trabajaba codo a codo con Kohlberg comenzó a escuchar algo que el mapa no registraba: una “voz diferente”. Esa investigadora era Carol Gilligan, y su trabajo no solo desafiaría el modelo existente, sino que transformaría para siempre nuestra comprensión de la moralidad, la educación y el feminismo.
Gilligan se atrevió a hacer una pregunta simple pero revolucionaria: ¿y si la escalera de la moralidad no es la única estructura posible? ¿Y si, al centrarse exclusivamente en la justicia abstracta y los derechos individuales, la psicología había ignorado otra dimensión fundamental de la vida ética, una centrada en las relaciones, la responsabilidad y el cuidado? Este cuestionamiento la posicionó como una de las más influyentes autoras de la pedagogía y la psicología del siglo XX. Su teoría, conocida como la ética del cuidado, surgió como una crítica feminista que reveló los sesgos androcéntricos en la ciencia y abrió la puerta a una pedagogía más inclusiva y relacional.
Este artículo explora en profundidad la vida y el legado de Carol Gilligan y la ética del cuidado. Analizaremos los conceptos centrales de su teoría, la compararemos con los enfoques tradicionales, y detallaremos estrategias prácticas para llevar su visión al aula. Descubriremos por qué su “voz diferente” es esencial para la educación inclusiva y cómo sus ideas siguen inspirando a educadores en Hispanoamérica a construir escuelas donde la empatía y la conexión son tan importantes como la lógica y las reglas.
Qué vas a encontrar en este artículo
Biografía y trayectoria de Carol Gilligan
La historia de Carol Gilligan (nacida en 1936 en Nueva York) es la de una académica que convirtió una anomalía en los datos en una revolución teórica. Su trayectoria es un testimonio del poder de escuchar atentamente y de cuestionar las verdades establecidas, incluso cuando estas provienen de tus propios mentores.
Formación académica y colaboración con Lawrence Kohlberg
Gilligan se formó en literatura inglesa en Swarthmore College y obtuvo un máster en psicología clínica y un doctorado en psicología social en la Universidad de Harvard. Fue en Harvard donde su camino se cruzó con el de dos gigantes de la psicología del desarrollo: Erik Erikson y Lawrence Kohlberg. Se convirtió en asistente de investigación de Kohlberg, justo cuando la teoría de las etapas del desarrollo moral estaba en su apogeo.
Su trabajo consistía en realizar y codificar las entrevistas sobre dilemas morales. Fue en este proceso donde notó algo recurrente: las niñas y las mujeres a menudo obtenían puntuaciones más bajas en la escala de Kohlberg. Mientras que los niños tendían a dar respuestas claras basadas en la lógica de los derechos y las reglas (Etapa 4), las niñas daban respuestas que parecían más dudosas, contextuales y centradas en las relaciones interpersonales y el impacto de las decisiones en los demás, lo que las situaba en la Etapa 3. El modelo de Kohlberg interpretaba esto como un desarrollo moral inferior. Gilligan, sin embargo, sospechó que el problema no estaba en las niñas, sino en la escala que las medía.
Principales obras y publicaciones destacadas
Esta sospecha fue el germen de su obra más famosa e influyente: “In a Different Voice: Psychological Theory and Women’s Development” (1982) (traducida como “En una voz diferente” o “La moral y la teoría: psicología del desarrollo femenino”). Este libro fue un éxito de ventas y un texto fundacional para la psicología feminista. En él, Gilligan no solo criticaba el sesgo androcéntrico de la teoría de Kohlberg, sino que articulaba una teoría moral alternativa: la ética del cuidado.
Argumentaba que la psicología había equiparado el desarrollo humano con el desarrollo masculino, ignorando o patologizando la experiencia femenina. Usando entrevistas con mujeres que enfrentaban dilemas reales (como la decisión de abortar), Gilligan demostró que existía una lógica moral coherente y sofisticada basada en la responsabilidad relacional.
Otras obras importantes incluyen “Meeting at the Crossroads: Women’s Psychology and Girls’ Development” (1992), coescrito con Lyn Mikel Brown, donde explora cómo las niñas adolescentes a menudo silencian su “voz” auténtica para adaptarse a las expectativas culturales.
Reconocimientos y su influencia en la pedagogía feminista
El trabajo de Gilligan fue a la vez aclamado y controvertido. Fue nombrada por la revista Time como una de las 25 personas más influyentes de Estados Unidos. Su teoría se extendió rápidamente más allá de la psicología a campos como la educación, el derecho, la política y la filosofía. Se convirtió en una figura central de la educación feminista, proporcionando un marco teórico para abogar por currículos y prácticas pedagógicas que valoraran las experiencias y perspectivas de las niñas y las mujeres.
Aunque algunos críticos la acusaron de esencialismo (sugerir que la ética del cuidado es exclusiva de las mujeres), Gilligan siempre mantuvo que no se trataba de voces de género, sino de temas humanos universales. La “voz diferente” del cuidado había sido culturalmente asociada con las mujeres, pero era una capacidad y una perspectiva moral disponible para todas las personas. Su legado es el de haber ampliado radicalmente el concepto de moralidad, haciendo visible una dimensión crucial de la vida ética que había sido sistemáticamente ignorada.

Conceptos fundamentales de la ética del cuidado
La ética del cuidado no es simplemente una versión “más suave” de la moralidad. Es un paradigma fundamentalmente diferente que reorienta el foco desde los individuos autónomos y sus derechos, hacia la red de relaciones en la que vivimos y nuestras responsabilidades dentro de ella.
Definición de ética del cuidado y sus etapas
Para Gilligan, la ética del cuidado concibe la moralidad en términos de responsabilidad y conexión. El imperativo moral no es “no violar los derechos de los demás” (justicia), sino “responder a las necesidades de los demás y mantener las relaciones” (cuidado). Un problema moral no es un problema de lógica, sino un problema de relaciones.
Al igual que Kohlberg, Gilligan propuso un modelo de desarrollo en etapas, pero estas no miden la abstracción lógica, sino la creciente complejidad en la comprensión de la relación entre el yo y los otros.
Nivel 1: Orientación al cuidado de sí misma (supervivencia).
Enfoque: La persona está preocupada principalmente por sí misma y su supervivencia. Las decisiones se toman desde una perspectiva pragmática y egocéntrica. Es una etapa pre-moral donde el “deber” es hacia uno mismo.
Transición: El conflicto surge cuando la persona se da cuenta de que esta orientación es egoísta y que está conectada con los demás.
Nivel 2: Cuidado convencional (bondad como auto-sacrificio).
Enfoque: La moralidad se define como el cuidado de los demás, a menudo a expensas de las propias necesidades. La “bondad” se equipara con el auto-sacrificio, una idea fuertemente reforzada en la socialización femenina tradicional. La responsabilidad hacia los demás es el principio rector.
Transición: El conflicto emerge cuando las necesidades propias chocan con el deber hacia los demás, llevando a un desequilibrio. La persona se pregunta si es posible ser moral sin ser una víctima.
Nivel 3: Cuidado posconvencional (la moralidad de la no violencia).
Enfoque: La persona alcanza una comprensión madura del cuidado que integra la responsabilidad hacia sí misma y hacia los demás. El principio rector se convierte en la no violencia: el imperativo de no dañar a nadie, incluida una misma. Las decisiones se toman de forma contextual, buscando la solución que genere el menor daño posible a todas las partes involucradas en la red de relaciones.
Influencia feminista y énfasis en relaciones interpersonales
La teoría de Gilligan es inherentemente feminista porque valida una forma de razonamiento moral que ha sido históricamente devaluada y asociada con lo femenino. Al centrarse en las relaciones, la empatía y la interdependencia, desafía el ideal de un sujeto pedagógico autónomo, racional y separado, que ha dominado la filosofía occidental.
La ética del cuidado reconoce que los seres humanos no somos átomos aislados, sino que nacemos, crecemos y vivimos en una red de dependencias mutuas. Nuestra identidad y nuestra moralidad se forjan en esas relaciones. Por lo tanto, una decisión ética no puede tomarse en el vacío, aplicando un principio abstracto, sino que debe considerar el contexto específico y las personas concretas involucradas.
Críticas a modelos morales tradicionales como el de Kohlberg
La crítica de Gilligan a Kohlberg es el núcleo de su teoría. Sostenía que el modelo de su mentor cometía varios errores fundamentales:
Confundía diferencia con déficit: Tomaba el modelo de desarrollo masculino como la norma universal y, en consecuencia, interpretaba la “voz diferente” de las mujeres como una falta de desarrollo, en lugar de una orientación moral alternativa y válida.
Privilegiaba la abstracción sobre el contexto: Valoraba las respuestas basadas en principios abstractos (Etapas 5 y 6) por encima de las respuestas que consideraban los detalles y las relaciones de una situación concreta (Etapa 3), ignorando que la vida real rara vez presenta problemas morales abstractos.
Ignoraba la importancia de las emociones: En el modelo de Kohlberg, la moralidad es un ejercicio cognitivo. Gilligan, en cambio, reintroduce la empatía y la compasión como componentes esenciales del juicio moral. Para cuidar, primero hay que ser capaz de sentir con el otro.
Diferencias con enfoques morales tradicionales
Para apreciar plenamente la innovación de Gilligan, es útil contrastar directamente la ética del cuidado con la ética de la justicia, que representa el enfoque moral tradicional en la psicología occidental.
Limitaciones de perspectivas androcéntricas en el desarrollo moral
Una perspectiva androcéntrica (centrada en el hombre) como la de Kohlberg define la madurez moral en términos de autonomía, independencia y la capacidad de adherirse a principios abstractos. Este modelo, argumenta Gilligan, no solo excluye la experiencia femenina, sino que ofrece una visión empobrecida de la vida moral para todas las personas.
Ética de la Justicia (Kohlberg):
Imagen del Yo: Individuo autónomo, separado.
Foco Moral: Derechos, reglas, imparcialidad.
Conflicto Moral: Un choque de derechos.
Resolución: Aplicar un principio universal de forma lógica.
Ética del Cuidado (Gilligan):
Imagen del Yo: Individuo conectado, en relación.
Foco Moral: Responsabilidad, relaciones, compasión.
Conflicto Moral: Un desgarro en la red de relaciones.
Resolución: Buscar la respuesta que mantenga las conexiones y minimice el daño.
Valor del cuidado, la empatía y la interdependencia
La ética del cuidado nos obliga a revalorizar conceptos que a menudo han sido relegados a la esfera privada o considerados “blandos”.
Cuidado: No es solo un sentimiento, sino una práctica activa que implica atender, escuchar y responder a las necesidades de los demás.
Empatía: Es la capacidad de ponerse en el lugar del otro, una habilidad cognitiva y emocional que es prerrequisito para el cuidado.
Interdependencia: Reconoce que la autonomía absoluta es una ficción. Todos dependemos de los demás en diferentes momentos de nuestras vidas, y esta dependencia mutua es la base de la obligación moral.
Beneficios para una educación inclusiva y equitativa
Una educación que solo valora la ética de la justicia puede marginar a los estudiantes que, por su socialización o temperamento, se sienten más cómodos con una orientación relacional. Al integrar la ética del cuidado, la escuela se vuelve más inclusiva:
Valora diferentes formas de expresión moral.
Fomenta un clima escolar de confianza y apoyo mutuo.
Enseña habilidades cruciales para la vida como la resolución de conflictos, la escucha activa y la colaboración.
Contribuye a la equidad de género al legitimar y enseñar explícitamente una perspectiva moral históricamente asociada y devaluada en las mujeres.

Aplicación en la educación feminista
La teoría de Gilligan no es solo un diagnóstico, sino también una guía para la acción. Una educación feminista, inspirada en la ética del cuidado, busca transformar las prácticas pedagógicas para que reflejen y fomenten una moralidad relacional.
Uso de dilemas relacionales en el aula para fomentar la empatía
Mientras que Kohlberg usaba dilemas abstractos, una pedagogía del cuidado utiliza dilemas que se centran en las relaciones y las responsabilidades. Por ejemplo:
“Tu mejor amiga te cuenta en secreto que tiene un problema serio. Al mismo tiempo, las reglas de la escuela dicen que debes informar a un adulto sobre este tipo de problemas. ¿Qué haces? ¿Por qué?”
Este dilema no se resuelve aplicando una regla abstracta, sino sopesando responsabilidades conflictivas: la lealtad a la amiga, el cuidado de su bienestar y la obediencia a las normas institucionales. La discusión se centraría en preguntas como: “¿Cuál sería la acción más cuidadosa?”, “¿Cómo afectaría cada opción a tu relación con tu amiga?”, “¿Cómo puedes cuidar de ella y de ti misma al mismo tiempo?”.
Estrategias para equilibrar cuidado propio y ajeno en entornos educativos
La Etapa 3 de Gilligan (cuidado posconvencional) enfatiza la necesidad de integrar el cuidado de sí mismo con el cuidado de los demás. Esto es crucial en la educación.
Programas de educación emocional: Enseñar a los estudiantes a reconocer y validar sus propias necesidades y sentimientos es el primer paso para poder cuidar de los demás de manera sostenible.
Fomentar el autocuidado docente: Los maestros, a menudo impulsados por una ética del cuidado, corren el riesgo de agotarse (el síndrome de burnout docente). Una escuela que practica la ética del cuidado debe cuidar también de sus cuidadores, promoviendo un equilibrio saludable entre la vida profesional y personal.
Currículo explícito sobre el cuidado: Incluir temas sobre el valor del trabajo de cuidado en la sociedad, la importancia de las redes de apoyo y el desarrollo de la inteligencia emocional.
Ejemplos de implementación en currículos inclusivos
Una pedagogía del cuidado se manifiesta en prácticas concretas:
Aprendizaje cooperativo y en proyectos: Se priorizan las metodologías que requieren que los estudiantes trabajen juntos, dependan unos de otros y sean responsables del éxito del grupo.
Evaluación cualitativa: Se complementan las calificaciones numéricas con evaluaciones descriptivas que hablan del progreso del estudiante en términos de colaboración, empatía y responsabilidad, utilizando herramientas como la coevaluación.
Círculos de diálogo y asambleas de clase: Se establecen espacios regulares para que los estudiantes compartan sus sentimientos, resuelvan conflictos y tomen decisiones sobre la vida del aula, construyendo una comunidad de cuidado.
Impacto en la justicia social y la inclusión educativa
La ética del cuidado, aunque centrada en las relaciones interpersonales, tiene profundas implicaciones para la justicia social a gran escala. Desafía las estructuras que perpetúan la desigualdad al devaluar el cuidado y la interdependencia.
Aplicaciones en contextos de vulnerabilidad de género
En contextos donde las niñas y las mujeres enfrentan barreras para la educación o son socializadas exclusivamente para roles de cuidado, la teoría de Gilligan es una herramienta de empoderamiento. Una educación basada en el cuidado posconvencional enseña a las niñas que su propio bienestar y desarrollo son tan importantes como el de los demás, dándoles la base moral para reclamar sus derechos y aspiraciones. También educa a los niños en la importancia de la empatía y la responsabilidad relacional, sentando las bases para relaciones de género más equitativas.
Beneficios para el desarrollo emocional y moral de estudiantes
Una pedagogía del cuidado crea un entorno de seguridad emocional, que es un prerrequisito para el aprendizaje. Los estudiantes que se sienten vistos, escuchados y cuidados están más dispuestos a tomar riesgos intelectuales, a cometer errores y a involucrarse plenamente en el proceso educativo. Fomentar la empatía y la responsabilidad reduce los casos de acoso escolar (bullying) y mejora el bienestar general de la comunidad escolar.
Desafíos en la adopción de enfoques relacionales
A pesar de sus beneficios, la implementación de una pedagogía del cuidado enfrenta obstáculos:
Sistemas de evaluación estandarizados: Las pruebas que miden solo el rendimiento académico individual no capturan ni valoran las competencias relacionales.
Cultura escolar competitiva: La tradición de clasificar y comparar a los estudiantes choca frontalmente con los valores de colaboración e interdependencia.
Falta de formación docente: Muchos maestros no han sido formados en pedagogía emocional o en la gestión de dinámicas de grupo complejas.
Percepción social: El “cuidado” puede ser visto como algo “blando” o secundario frente al “rigor académico”, en lugar de entenderlo como una condición necesaria para que este último florezca.
Conexiones con la pedagogía crítica y figuras afines
El trabajo de Carol Gilligan se inscribe en una red de pensadores que han abogado por una educación más humana, justa y relacional.
Paralelismos con Nel Noddings y la ética del cuidado
Si Gilligan es la psicóloga que describió la ética del cuidado, Nel Noddings es la filósofa de la educación que la tradujo en una pedagogía completa. Noddings tomó las ideas de Gilligan y las desarrolló en un modelo para la reforma escolar. Argumentó que el objetivo principal de la educación debería ser cultivar la capacidad de cuidar. Para Noddings, la relación entre el “cuidador” (el maestro) y el “cuidado” (el estudiante) es el corazón del acto educativo. Ambas pensadoras son las dos figuras más importantes en este campo.
Influencias mutuas con Kohlberg y teóricos feministas
La relación de Gilligan con Kohlberg es de “crítica desde adentro”. Su trabajo no podría existir sin el de él, pero al mismo tiempo, lo transforma radicalmente. Ella representa un punto de inflexión en la psicología moral.
Su obra también está en diálogo con una amplia gama de teóricas feministas que han criticado la devaluación del trabajo de cuidado en la sociedad y han abogado por una revalorización de la interdependencia y la emoción en la vida pública.
Relevancia en la pedagogía latinoamericana contemporánea
En América Latina, con su fuerte tradición de pedagogías críticas y populares (Paulo Freire), la ética del cuidado encuentra un terreno fértil. Resuena con los valores comunitarios y la importancia de los lazos afectivos en muchas culturas de la región. La pedagogía del cuidado ofrece un marco para abordar problemas endémicos como la violencia escolar y la exclusión, proponiendo una cultura escolar basada en el reconocimiento y la respuesta a las necesidades del otro. Se alinea con los movimientos que buscan una educación para la paz y la justicia social desde la base de las relaciones humanas.
Aplicaciones actuales y legado en Hispanoamérica
El eco de la “voz diferente” de Gilligan resuena en muchas iniciativas educativas y sociales en el mundo hispanohablante, impulsando una transformación silenciosa pero profunda hacia prácticas más cuidadoras.
Influencia en reformas educativas feministas
Las políticas de educación sexual integral (ESI) en países como Argentina, que enfatizan el respeto, el consentimiento y el cuidado del propio cuerpo y el de los demás, están profundamente alineadas con la ética del cuidado. De igual manera, los movimientos por una educación no sexista en Chile y otros países abogan por currículos y prácticas que desafíen los estereotipos de género y valoren por igual las competencias tradicionalmente consideradas “masculinas” y “femeninas”, un objetivo central de la pedagogía feminista inspirada en Gilligan.
Ejemplos de implementación en escuelas y comunidades
Vemos el legado de Gilligan en:
Escuelas que implementan programas de tutoría entre pares: Los estudiantes mayores cuidan y guían a los más jóvenes, desarrollando un sentido de responsabilidad y conexión.
Proyectos de Aprendizaje Servicio: Los estudiantes se involucran en proyectos que responden a necesidades reales de su comunidad, aprendiendo que la ciudadanía activa es una forma de cuidado colectivo.
Enfoques de justicia restaurativa: En lugar de castigar las infracciones a las reglas, se busca reparar el daño causado a las relaciones a través del diálogo y la mediación, una práctica que prioriza la red comunitaria sobre la aplicación abstracta de la ley.
Desafíos futuros para una educación cuidadora e inclusiva
El mayor desafío es sistémico. Para que la ética del cuidado florezca, no puede ser solo una iniciativa de docentes individuales. Requiere un cambio en la cultura institucional:
Reestructurar la evaluación docente: Valorar y reconocer el trabajo emocional y relacional de los maestros.
Modificar el tiempo y espacio escolar: Crear horarios y diseños de aulas que permitan relaciones más profundas y menos apresuradas.
Compromiso político: Invertir en la primera infancia y en programas que apoyen a las familias, reconociendo que el cuidado es una responsabilidad social, no solo privada.
Carol Gilligan nos enseñó a escuchar. Nos invitó a sintonizar una frecuencia moral que siempre había estado allí, pero que la psicología dominante, con su sordera selectiva, no había sido capaz de registrar. Su teoría de la ética del cuidado no fue una propuesta para reemplazar la justicia por el cuidado, sino para crear una visión estereoscópica de la moralidad, una que tuviera profundidad, contexto y humanidad. Nos mostró que un desarrollo moral maduro no elige entre principios y personas, sino que sabe cómo mantenerlos en un diálogo tenso y creativo.
El legado de Carol Gilligan y la ética del cuidado es un llamado a la acción pedagógica. Nos insta a diseñar escuelas que sean redes de cuidado, aulas que sean comunidades de respuesta y currículos que enseñen que nuestra mayor fortaleza como seres humanos reside en nuestra interdependencia.
Para los educadores de Hispanoamérica, su “voz diferente” ofrece un lenguaje para validar la importancia de los afectos y los vínculos que a menudo son el corazón de nuestra cultura. Nos da permiso para poner las relaciones en el centro de nuestra práctica, no como un extra agradable, sino como el núcleo mismo de una educación que busca no solo informar la mente, sino también cultivar un corazón justo y compasivo.
Glosario
Ética del Cuidado: Perspectiva moral, articulada por Carol Gilligan, que se centra en las relaciones, la responsabilidad interpersonal, la empatía y la interdependencia como base del juicio y la acción ética.
Ética de la Justicia: Perspectiva moral, asociada con Lawrence Kohlberg, que se centra en los derechos individuales, las reglas, la imparcialidad y la aplicación de principios abstractos y universales.
Voz Diferente: Término acuñado por Gilligan para describir la perspectiva moral del cuidado, que observó predominantemente en las mujeres de sus estudios y que contrastaba con la “voz” de la justicia.
Androcentrismo: Visión del mundo que toma la perspectiva masculina como la norma universal o central, relegando otras perspectivas, como la femenina, a una posición secundaria o desviada.
Moralidad Relacional: Enfoque de la ética que subraya que la identidad y las obligaciones morales se definen y existen dentro de una red de relaciones con los demás.
Preguntas Frecuentes (FAQ)
1. ¿Carol Gilligan cree que solo las mujeres usan la ética del cuidado y solo los hombres la de la justicia? No. Aunque su investigación inicial identificó estas “voces” en correlación con el género, Gilligan ha aclarado que no son exclusivas de ningún género. Se trata de dos orientaciones morales disponibles para todas las personas. El problema que ella señaló es que la cultura ha tendido a socializar a las mujeres hacia el cuidado y a los hombres hacia la justicia, y la psicología solo había valorado esta última.
2. ¿La ética del cuidado es una propuesta para ser más “amables” en la escuela? Es mucho más que eso. No se trata de una simple amabilidad superficial, sino de una orientación moral rigurosa. El cuidado, en el sentido posconvencional de Gilligan, requiere un juicio complejo para equilibrar las necesidades propias y las de los demás, y a veces implica tomar decisiones difíciles. Se trata de una práctica ética activa, no de un sentimiento pasivo.
3. ¿Cómo se puede evaluar la ética del cuidado en los estudiantes? Es difícil de medir con pruebas estandarizadas. La evaluación más apropiada es cualitativa y observacional. Se puede evaluar a través de la participación de los estudiantes en discusiones grupales, su capacidad para resolver conflictos de manera constructiva, su comportamiento en proyectos cooperativos y a través de la reflexión escrita en diarios o portafolios. El foco está en el proceso relacional, no en un producto medible.
4. ¿La ética del cuidado puede entrar en conflicto con la necesidad de tener reglas claras en una escuela? Sí, y ese conflicto es el corazón del juicio moral maduro. La ética del cuidado no aboga por eliminar las reglas, sino por aplicarlas de manera contextual y humana. Una perspectiva de cuidado se preguntaría: “¿Cuál es el propósito de esta regla? ¿Su aplicación en este caso concreto causa un daño innecesario? ¿Hay una forma de mantener el orden y al mismo tiempo responder a la necesidad particular de este estudiante?”. Se trata de equilibrar la justicia (la regla) con la compasión (el cuidado).
Bibliografía
Gilligan, C. (1982). In a Different Voice: Psychological Theory and Women’s Development. Harvard University Press. (Existe traducción al español: En una voz diferente: La moral y la teoría del desarrollo femenino).
Gilligan, C., & Brown, L. M. (1992). Meeting at the Crossroads: Women’s Psychology and Girls’ Development. Harvard University Press.
Noddings, N. (1984). Caring: A Feminine Approach to Ethics and Moral Education. University of California Press. (Existe traducción al español: La educación moral. Propuesta alternativa según Noddings).
Noddings, N. (2002). Educating Moral People: A Caring Alternative to Character Education. Teachers College Press.
Kohlberg, L. (1981). The Philosophy of Moral Development: Moral Stages and the Idea of Justice. Harper & Row. (Existe traducción al español: Psicología del desarrollo moral).
Held, V. (2006). The Ethics of Care: Personal, Political, and Global. Oxford University Press.