“Quien enseña sin emancipar, embrutece”. Con esta afirmación, tan tajante como una bofetada, el filósofo Jacques Rancière nos arroja al centro de una de las paradojas más incómodas de la pedagogía moderna. Damos por sentado que la misión de un maestro es explicar el mundo para hacerlo comprensible a sus alumnos. Creemos, con la mejor de las intenciones, que el puente entre la ignorancia y el saber se construye con los ladrillos de la explicación bien ordenada. Pero, ¿y si ese puente fuera en realidad un muro? ¿Y si el acto mismo de explicar, lejos de liberar la inteligencia del alumno, fuera la herramienta más sofisticada para mantenerla cautiva, dependiente de otra inteligencia —la del maestro— que se presupone superior?
Esta es la provocación que articula la obra El maestro ignorante. En sus páginas, Rancière no nos ofrece un nuevo método pedagógico, sino una bomba de relojería filosófica que dinamita los cimientos de la relación entre enseñanza y aprendizaje. A través de la increíble historia de Joseph Jacotot, un profesor del siglo XIX que logró que sus alumnos aprendieran francés sin que él pudiera explicarles una sola palabra, descubriremos un principio tan simple como revolucionario: la igualdad radical de las inteligencias. Este artículo se sumerge en la aventura intelectual que propone el maestro ignorante de Rancière, explorando cómo la voluntad puede más que la explicación y por qué la verdadera emancipación comienza cuando nos atrevemos a aprender sin nadie que nos guíe de la mano.
Qué vas a encontrar en este artículo
Contexto histórico y biografía de Jacques Rancière
Para captar la fuerza del pensamiento de Rancière, es esencial entender su origen en un crisol de agitación política y filosófica. Su obra no es el producto de una reflexión aislada, sino una respuesta directa a las decepciones y las esperanzas de su tiempo.
Formación y ruptura con el estructuralismo
Jacques Rancière nació en Argel en 1940. Su formación intelectual se forjó en la prestigiosa École Normale Supérieure de París durante los años 60, una época de efervescencia estructuralista. Fue un alumno brillante de Louis Althusser, uno de los filósofos marxistas más influyentes del momento, y llegó a colaborar en la obra colectiva Para leer El Capital. Sin embargo, los acontecimientos de Mayo del 68 marcaron un punto de quiebre definitivo. Rancière vio una profunda contradicción entre la teoría marxista de Althusser, que reservaba el conocimiento científico a una élite intelectual, y la explosión de palabra y pensamiento de los estudiantes y obreros en las calles.
Esta ruptura lo llevó a distanciarse de sus maestros y a emprender un camino propio. Se sumergió en los archivos del movimiento obrero del siglo XIX, buscando escuchar las voces de aquellos a quienes la filosofía y la historia habían dejado fuera. Le interesaban los “sin parte”, los que no tienen un lugar asignado en el orden social y político. De esta investigación surgieron obras como La noche de los proletarios, donde mostraba cómo los obreros no eran meros cuerpos trabajadores, sino sujetos pensantes que robaban tiempo al sueño para leer, escribir y filosofar. Este interés por la capacidad intelectual de los anónimos es el caldo de cultivo del que nacerá su reflexión sobre la educación.
La publicación de “El maestro ignorante”
En 1987, Rancière publica El maestro ignorante: Cinco lecciones sobre la emancipación intelectual. El libro no se parece a nada de lo que se escribía en filosofía o pedagogía en ese momento. En lugar de un tratado abstracto, es la narración de una aventura intelectual: la de Joseph Jacotot. Al rescatar esta figura olvidada, Rancière no pretendía ofrecer una “solución” a los problemas del sistema educativo. Su objetivo era mucho más radical: utilizar la historia de Jacotot como un ariete para cuestionar la lógica misma que sustenta toda la pedagogía, desde la más tradicional hasta la más progresista. El libro fue recibido con una mezcla de fascinación y escepticismo. Para algunos, era una revelación que ponía en palabras una intuición profunda sobre la autonomía del aprendizaje. Para otros, una utopía impracticable. En cualquier caso, su impacto fue duradero, convirtiéndose en una obra de culto para educadores, artistas y activistas que buscan repensar las relaciones de poder y la igualdad.

Origen y bases del método Jacotot
La filosofía de Rancière no surge de la nada. Se ancla en una experiencia histórica concreta y asombrosa, la de un hombre que descubrió por azar un nuevo mundo de posibilidades pedagógicas.
La experiencia de Joseph Jacotot
La historia, tal como la cuenta Rancière, comienza en 1818. Joseph Jacotot, un exiliado político francés tras la restauración de la monarquía, consigue un puesto como lector de literatura francesa en la Universidad de Lovaina. El problema: no sabía una palabra de neerlandés, y sus estudiantes no sabían una palabra de francés. La comunicación directa era imposible. La explicación, la herramienta sagrada de todo maestro, le estaba vedada.
En un acto de desesperación pragmática, Jacotot tuvo una idea. Consiguió una edición bilingüe (francés-neerlandés) de Las aventuras de Telémaco y, a través de un intérprete, pidió a sus alumnos que aprendieran el texto francés ayudándose de la traducción. Una vez que lo hubieran memorizado, debían escribir en francés lo que pensaban sobre lo que habían leído. Jacotot se preparó para el desastre, para un balbuceo torpe y lleno de errores. Lo que recibió, en cambio, lo dejó atónito: sus alumnos, sin una sola de sus explicaciones, habían aprendido a usar el idioma con una corrección y una precisión que él, como maestro explicador, rara vez había logrado en sus alumnos franceses.
El postulado de la igualdad de las inteligencias
Este accidente pedagógico llevó a Jacotot a una conclusión revolucionaria que se convertiría en el pilar de su método y del pensamiento de Rancière: todas las inteligencias son iguales. Esto no significa que todos tengamos los mismos conocimientos o habilidades, sino que la inteligencia —la capacidad de aprender, de relacionar lo que no se sabe con lo que ya se sabe, de comprender y de crear— es una potencia inherente y distribuida por igual en todos los seres humanos.
Si esto es así, ¿por qué parece que no lo es? La respuesta, para Jacotot y Rancière, está en la figura del maestro explicador. El acto de explicar presupone una desigualdad fundamental: hay una inteligencia (la del maestro) que sabe y otra (la del alumno) que no sabe y que, además, es incapaz de saber por sí misma. La explicación crea la ficción de la incapacidad para luego, generosamente, remediarla. Es un círculo vicioso que Rancière llama “el embrutecimiento”. El maestro ignorante de Rancière no es ignorante de conocimientos, sino que “ignora” la desigualdad de las inteligencias y actúa como si no existiera.
El principio de la voluntad y la atención
Si la inteligencia es igual en todos, ¿qué es lo que marca la diferencia entre quien aprende y quien no? La respuesta de Jacotot es simple: la voluntad. Se aprende cuando se quiere aprender, cuando se tiene una necesidad o un deseo que moviliza la inteligencia. Los alumnos de Lovaina aprendieron porque querían hacerlo, porque tenían un mandato y un libro, y se vieron forzados a movilizar toda su atención y su capacidad para cumplirlo.
El aprendizaje, por tanto, no es un proceso pasivo de recepción de información, sino un acto de voluntad y de atención tensa. El alumno de Jacotot no escucha una explicación; observa, compara, adivina, se equivoca, comprueba, vuelve a empezar. Traduce lo desconocido a lo conocido, tejiendo su propia red de comprensión. La inteligencia no necesita muletas, solo un camino que recorrer y la voluntad de recorrerlo. Este enfoque resuena con la importancia que la neuroeducación moderna otorga a la atención y memoria en el aula como pilares del aprendizaje.
Crítica al maestro explicador y a la jerarquía escolar
La parte más corrosiva del pensamiento de Rancière es su demolición de la figura del maestro explicador. Lejos de ser un facilitador, el explicador es el principal agente de una jerarquía que perpetúa la desigualdad.
La explicación como aparato de “embrutecimiento”
Para Rancière, el problema no es que las explicaciones sean buenas o malas. El problema es la lógica misma de la explicación. Cada vez que un maestro dice “os voy a explicar esto para que lo entendáis”, implícitamente está diciendo dos cosas: 1) “Esto es demasiado complicado para que lo entendáis por vosotros mismos”, y 2) “Por tanto, me necesitáis”. La explicación crea una dependencia. El alumno aprende la lección, pero también aprende algo mucho más profundo y duradero: aprende que es incapaz de aprender solo. Aprende a ser “bruto”, en el sentido de necesitar siempre a otro que piense por él.
Este mecanismo de embrutecimiento es, según Rancière, la base de la desigualdad social. La sociedad se divide entre los que “saben” y están autorizados a explicar (los expertos, los políticos, los maestros) y los que “no saben” y están condenados a escuchar y obedecer. La escuela, con su sistema de explicaciones, es el gran campo de entrenamiento para esta división. El maestro ignorante de Rancière, por el contrario, rompe este círculo al negarse a explicar, obligando al alumno a activar su propia inteligencia y a darse cuenta de que no necesita a un intermediario.
Relación con el poder-saber y la reproducción ideológica
Aquí, el pensamiento de Rancière dialoga de forma fascinante con el de otros autores en pedagogía críticos como Michel Foucault o Michael Apple. La lógica del explicador es una perfecta ilustración del concepto foucaultiano de “poder-saber”. El poder del maestro no reside en la fuerza, sino en su monopolio del saber y de la “verdadera” explicación. Al explicar, no solo transmite conocimientos, sino que ejerce un poder que clasifica, jerarquiza y normaliza a los alumnos.
De manera similar, la explicación es un mecanismo clave de la reproducción ideológica que analiza Apple. Al presentar una versión del mundo como la única correcta y racional, el maestro explicador perpetúa el orden social existente. Se enseña no solo una materia, sino también el lugar que cada uno debe ocupar. El alumno aprende a confiar en la inteligencia superior de otros y a desconfiar de la suya propia. La crítica de Rancière va incluso un paso más allá: el problema no es solo el contenido de lo que se explica, sino el acto mismo de explicar como afirmación de una jerarquía.

Principios de la emancipación intelectual
Frente a la lógica del embrutecimiento, Rancière propone la emancipación. Pero su concepto de emancipación es radicalmente diferente al de la pedagogía tradicional.
“Todo hombre es capaz de lo que otro ha hecho”
La emancipación no es algo que el maestro otorga al alumno. No es el resultado de un proceso en el que el maestro, poco a poco, va haciendo al alumno más inteligente hasta que se iguala a él. Para Rancière, la emancipación no es un destino, es un punto de partida. Comienza en el momento en que se verifica en la práctica el axioma de la igualdad de las inteligencias. Es un acto de autoconciencia: el momento en que un individuo se da cuenta de que puede pensar por sí mismo.
La emancipación es, por tanto, un acto político. Desafía el orden establecido que distribuye a las personas en roles de inteligentes e ignorantes. Se basa en la creencia de que cualquier ser humano, movido por la necesidad o el deseo, tiene la capacidad de comprender el lenguaje y las creaciones de otro ser humano. No se trata de saberlo todo, sino de saber que se tiene la capacidad de aprenderlo todo.
El rol del maestro ignorante
Si el maestro no explica, ¿qué hace? El maestro ignorante de Rancière no es un maestro pasivo. Tiene un rol fundamental, pero es un rol completamente diferente al tradicional. Su tarea no es transmitir conocimientos, sino crear una situación en la que el alumno se vea obligado a usar su propia inteligencia. Su función es la de un interrogador, un provocador.
Su principal herramienta es la pregunta: “¿Qué ves? ¿Qué piensas de ello? ¿Qué has hecho con ello?”. El maestro ignorante no verifica si el alumno ha “entendido” la explicación correcta. Verifica que el alumno ha estado atento, que ha buscado, que ha trabajado. Impone una obligación de aprender, pero no prescribe el camino para hacerlo. Es una autoridad que obliga a la libertad. Su maestría no reside en lo que sabe, sino en su capacidad para crear y sostener una relación igualitaria.
Auto-formación y la comunidad de iguales
En el método Jacotot, el aprendizaje no depende de una transmisión vertical, sino de una aventura personal y de la relación con un “tercer elemento”: un libro, una obra de arte, un problema. El lema es “aprender algo y relacionar con ello todo el resto”. Se parte de un punto (por ejemplo, el libro Telémaco) y se utiliza como ancla para explorar el universo del lenguaje, la historia, la geografía, la filosofía. Todo está en todo.
Este proceso de auto-formación se potencia en la comunidad. Una vez que varios individuos han verificado su propia capacidad, pueden formar una comunidad de iguales. En ella, no hay maestros explicadores, sino personas que comparten lo que han aprendido, se interrogan mutuamente y se verifican unos a otros. Es una comunidad donde el saber circula horizontalmente, sin jerarquías, creando una inteligencia colectiva.
Aplicaciones prácticas en entornos educativos
Aunque el maestro ignorante de Rancière es más una parábola filosófica que un manual de instrucciones, sus principios pueden inspirar prácticas pedagógicas que desafíen la lógica explicadora y fomenten la autonomía.
Estrategias de aula inspiradas en la emancipación
Es posible introducir la lógica de la igualdad de las inteligencias en un aula tradicional. Algunas estrategias podrían ser:
Contratos de investigación: En lugar de explicar un tema, el maestro puede proponer un gran problema o pregunta y proveer a los alumnos de recursos diversos (libros, webs, documentales). Los estudiantes, individualmente o en grupos, se comprometen a investigar y a presentar sus propios hallazgos. El rol del docente aquí es el de un curador de recursos y un animador del proceso.
Tutoría entre pares: Fomentar que los alumnos se enseñen y aprendan unos de otros rompe la dependencia del maestro como única fuente de saber. El aprendizaje cooperativo y colaborativo son aplicaciones directas de esta idea.
Evaluación dialógica: En lugar de un examen que verifica la repetición de la explicación del maestro, la evaluación puede ser una conversación donde el alumno demuestre el camino que ha recorrido, las relaciones que ha establecido y las conclusiones a las que ha llegado. Se evalúa el proceso de búsqueda, no la corrección del resultado final.
Experiencias en Hispanoamérica y el potencial digital
En Hispanoamérica, con su rica tradición de educación popular inspirada por figuras como Paulo Freire, las ideas de Rancière encuentran un terreno fértil. Experiencias como los círculos de cultura, los bachilleratos populares o los colectivos de formación autónomos a menudo operan con una lógica similar: la de una comunidad de iguales que construye conocimiento a partir de sus propias experiencias y necesidades, sin esperar a un experto que les explique su realidad.
Además, el mundo digital ofrece herramientas que potencian la visión de Jacotot. Internet es el “Telémaco” del siglo XXI: un inmenso libro bilingüe donde casi todo el conocimiento humano está disponible. Los recursos educativos abiertos, los tutoriales de YouTube, los foros de discusión y las plataformas de aprendizaje entre pares permiten, en teoría, aprender cualquier cosa sin un “explicador” central. El desafío es cultivar la voluntad y la atención necesarias para navegar este océano de información sin ahogarse, una tarea donde un maestro “ignorante” que impulse y verifique la voluntad puede ser más crucial que nunca.
Impacto y legado en la pedagogía contemporánea
La provocación de Rancière no ha pasado desapercibida. Su pensamiento ha sacudido el campo de la pedagogía crítica y ha ofrecido un nuevo lenguaje para hablar de igualdad, autoridad y emancipación.
Influencia en la pedagogía crítica y la educación popular
El maestro ignorante de Rancière ha tenido un impacto profundo en la pedagogía crítica. Ha ofrecido una crítica radical no solo a la educación tradicional, sino también a ciertas pedagogías progresistas que, aunque buscan ser liberadoras, a menudo caen en la trampa del explicador. Un pedagogo “crítico” que explica al oprimido las causas de su opresión, desde una posición de saber superior, puede estar, sin quererlo, reproduciendo la lógica del embrutecimiento. Rancière obliga a estas corrientes a preguntarse: ¿partimos de la desigualdad para llegar a la igualdad, o partimos de la igualdad como una potencia a verificar aquí y ahora?
Comparaciones con Freire e Illich
Es inevitable comparar a Rancière con otros grandes críticos de la escolarización. Con Paulo Freire, comparte la idea de que la educación debe ser un acto de liberación. Sin embargo, mientras Freire pone el acento en la “concientización” (un proceso guiado por un educador que ayuda a tomar conciencia de la realidad), Rancière desconfía de cualquier forma de guía y pone el acento en la auto-emancipación. Con Iván Illich y su propuesta de “desescolarización”, comparte la crítica a la escuela como una institución que monopoliza el saber y crea dependencia. Pero mientras Illich se centra en crear “redes de saber” alternativas, Rancière se enfoca en el acto intelectual individual y la relación igualitaria que lo hace posible.
Presencia en movimientos estudiantiles
Las ideas de Rancière, aunque filosóficamente densas, resuenan en las demandas de muchos movimientos estudiantiles contemporáneos. Cuando los estudiantes reclaman una mayor participación en el gobierno de sus instituciones, cuando cuestionan los currículos por ser eurocéntricos o patriarcales, o cuando critican la meritocracia académica como una falsa igualdad de oportunidades, están, en el fondo, luchando contra la lógica del explicador. Están afirmando su propia capacidad para pensar, para decidir qué conocimiento es relevante y para construir una comunidad educativa más horizontal y democrática.
Críticas y limitaciones del enfoque
La propuesta de Rancière es tan radical que inevitablemente ha generado fuertes críticas y debates sobre su viabilidad y sus implicaciones.
Señalamientos de utopismo y falta de aplicabilidad
La crítica más común es que la idea del maestro ignorante es una hermosa utopía, pero completamente impracticable en los sistemas educativos masivos y burocratizados de hoy. ¿Cómo se puede garantizar un aprendizaje básico para millones de niños sin un currículo estructurado y sin maestros que expliquen los contenidos? Se acusa a Rancière de romantizar la experiencia de Jacotot, un caso excepcional con un grupo reducido de estudiantes universitarios muy motivados, y de no ofrecer una estrategia realista para la escuela pública, que debe lidiar con la diversidad, la desigualdad social y la falta de recursos.
Debates sobre la necesidad de guía experta
Otra línea de crítica cuestiona el rechazo total a la explicación. Si bien se puede aceptar que la dependencia del explicador es perjudicial, ¿no hay conocimientos técnicos o científicos complejos (como la física cuántica o la cirugía) donde la guía de un experto es no solo útil, sino indispensable? Los críticos argumentan que Rancière, en su afán por defender la igualdad radical, subestima la importancia del conocimiento acumulado y de la transmisión cultural. Sostienen que negar el valor de la experiencia y el saber especializado puede llevar a un populismo intelectual donde todas las opiniones valen lo mismo, sin importar su fundamento.
El maestro ignorante de Rancière no es un método para ser aplicado, sino un desafío para ser pensado. Su valor no reside en ofrecernos una solución práctica a los problemas del aula, sino en forzarnos a cuestionar nuestras certezas más arraigadas sobre lo que significa enseñar y aprender. La historia de Joseph Jacotot funciona como una fábula filosófica que ilumina la lógica oculta de la institución escolar: una lógica que, bajo el pretexto de instruir, a menudo perpetúa una jerarquía de inteligencias que es el fundamento de la desigualdad social.
Para los educadores de Hispanoamérica, enfrentados a realidades de profunda exclusión y a sistemas que a menudo valoran más la obediencia que la inteligencia, la provocación de Rancière es especialmente pertinente. Nos recuerda que la igualdad no es una meta lejana a la que se llega después de un largo proceso educativo, sino un punto de partida, una potencia presente en cada uno de nuestros estudiantes que espera ser convocada y verificada. Quizás la lección más importante de el maestro ignorante de Rancière es que la emancipación intelectual no depende de lo que el maestro sabe, sino de lo que cree sobre la capacidad de aquel a quien se dirige. Y creer en la igualdad radical de las inteligencias es, hoy más que nunca, el acto pedagógico más revolucionario de todos.
Recursos para el Docente: Ideas para una Práctica Emancipadora
No necesitas dejar de enseñar lo que sabes, sino cambiar la forma en que lo pones en juego. Aquí tienes algunas ideas inspiradas en Rancière:
El “Objeto” sobre la Mesa:
Propósito: Desplazar el foco del maestro al objeto de estudio.
Cómo hacerlo: En lugar de empezar con una explicación, empieza con un “texto”: un poema, una ecuación matemática, una obra de arte, un artefacto histórico, un video. Dales tiempo a los estudiantes para que lo exploren por sí mismos. Tu primera pregunta no debe ser “¿Entendéis?”, sino “¿Qué veis? ¿Qué os sugiere? ¿Qué preguntas os genera?”.
El Diccionario como Aliado:
Propósito: Fomentar la autonomía en la búsqueda de significado.
Práctica: Acostumbra a tus estudiantes a que, ante una palabra o concepto desconocido, su primer reflejo no sea preguntarte a ti, sino buscarlo en un diccionario, una enciclopedia o en internet. Tu rol es verificar que lo han hecho y preguntarles qué han encontrado y cómo lo relacionan con el tema.
El Desafío de la Creación:
Propósito: Pasar de la repetición a la producción.
Ejemplo: En lugar de pedir un resumen de un texto, pide que escriban un texto al estilo de. En lugar de resolver problemas tipo, pídeles que inventen un problema similar. Se trata de verificar la inteligencia en el acto de la creación, no en la imitación.
Verificar la Atención, no la Comprensión:
Propósito: Cambiar el foco de la evaluación.
Enfoque: En tus conversaciones y correcciones, céntrate en el camino que el estudiante ha recorrido. “¿Cómo llegaste a esa conclusión? ¿Qué pasos seguiste? Veo que te esforzaste en relacionar esto con aquello”. Valora el trabajo y la atención visible por encima de la “respuesta correcta”.
Practica la Ignorancia (Metodológica):
Propósito: Forzarte a ti mismo a no explicar.
Ejercicio: De vez en cuando, proponles un tema que tú mismo no domines completamente. Lánzate a la aventura de aprender junto a ellos. Esto te posicionará de forma natural como un compañero de viaje y verificará ante ellos, de la forma más potente, la igualdad de las inteligencias.
Glosario
Emancipación Intelectual: Para Rancière, es el acto de tomar conciencia de la propia capacidad intelectual y liberarse de la necesidad de un maestro explicador. No es algo que se recibe, sino algo que se practica.
Igualdad de las Inteligencias: El axioma fundamental de que la capacidad de aprender y comprender es la misma en todos los seres humanos, independientemente de su origen o conocimiento previo.
Maestro Explicador: La figura que, según Rancière, perpetúa la desigualdad al basar su práctica en la premisa de que el alumno es incapaz de comprender por sí mismo y necesita de su explicación.
Embrutecimiento: El proceso por el cual el maestro explicador, al crear una dependencia intelectual, “embrutece” al alumno, es decir, lo convence de su propia incapacidad.
Método Jacotot (o Enseñanza Universal): El método “descubierto” por Joseph Jacotot, basado en aprender una cosa en profundidad y relacionar todo lo demás con ella, movido por la propia voluntad y sin la necesidad de explicaciones.
Preguntas Frecuentes (FAQ)
¿Significa esto que un maestro no debe saber nada? No. El maestro ignorante de Rancière no es un maestro sin conocimientos. Es “ignorante” en un sentido metodológico: ignora la desigualdad de las inteligencias y se niega a usar su saber para crear una jerarquía. Su conocimiento le sirve para proponer desafíos interesantes y verificar el trabajo del alumno, no para “explicar” la lección.
¿Esta teoría niega que haya conocimientos verdaderos y falsos? No. Rancière no dice que todas las opiniones valgan lo mismo. El punto no es el relativismo, sino la capacidad. Una persona puede llegar a la verdad o al error, pero tiene la inteligencia para hacerlo por sí misma. El maestro ignorante verifica el camino del pensamiento del alumno, lo que le obliga a ser riguroso, no a aceptar cualquier cosa.
¿Cómo se aplica esto a niños muy pequeños o con necesidades educativas especiales? Rancière diría que el principio de la igualdad de las inteligencias se aplica a todos, sin excepción. De hecho, los niños pequeños son la prueba viviente de este principio: aprenden su lengua materna, una de las cosas más complejas que existen, sin ningún maestro explicador. El desafío es cómo crear situaciones que convoquen esa inteligencia inherente, adaptadas a cada individuo, en lugar de presuponer su incapacidad.
¿Es realista pensar que todos los alumnos tienen la “voluntad” de aprender? Rancière reconoce que la voluntad es el punto crucial y a menudo el más difícil. La sociedad y la escuela tradicional a menudo “matan” esa voluntad. El rol del maestro emancipador no es “motivar” en el sentido tradicional, sino crear una obligación o un desafío que ponga en marcha la voluntad del alumno, demostrándole que es capaz.
¿No es más lento aprender sin explicaciones? Puede serlo, pero para Rancière, la velocidad y la eficiencia del sistema explicador son una ilusión. Se puede “aprender” muy rápido una explicación para un examen y olvidarla al día siguiente. El aprendizaje autónomo, aunque pueda parecer más lento, es más profundo, significativo y duradero, porque es una verdadera conquista de la inteligencia. Además, se aprende algo más importante: a aprender.
Bibliografía
Rancière, J. (2003). El maestro ignorante: Cinco lecciones sobre la emancipación intelectual. Editorial Laertes.
Rancière, J. (2006). El odio a la democracia. Amorrortu Editores.
Rancière, J. (2010). El espectador emancipado. Ediciones Manantial.
Jacotot, J. (2008). Enseñanza universal: Lengua materna. Editorial Cactus.
Freire, P. (2005). Pedagogía del oprimido. Siglo XXI Editores.
Illich, I. (2006). La sociedad desescolarizada. Editorial Brulot.
Meirieu, P. (2006). Frankenstein educador. Editorial Laertes. (Ofrece una reflexión sobre la tensión entre fabricar y dejar ser, relevante para el debate).