La inclusión educativa en Colombia es más que una meta; es un camino constante de transformación. Hablar de inclusión es hablar de un derecho fundamental: que cada niño, niña y adolescente, sin importar su origen, sus capacidades, su cultura o su situación social, tenga un lugar en la escuela. Un lugar donde no solo asista, sino donde participe, aprenda y se sienta valorado. Este principio busca derribar los muros, visibles e invisibles, que históricamente han dejado a muchos por fuera del sistema.
En Colombia, un país marcado por su profunda diversidad y por complejos desafíos sociales, este camino ha estado lleno de avances legislativos importantes y de experiencias inspiradoras. Sin embargo, las barreras persisten. La distancia entre la política escrita y la realidad del aula es, a menudo, el mayor de los retos.
Este artículo ofrece un panorama completo sobre la inclusión educativa en Colombia. Analizaremos el sólido marco normativo que la sustenta, los programas que la impulsan y los avances que ya se ven en muchas escuelas. Pero también pondremos la lupa sobre los obstáculos que aún deben superarse: desde la falta de infraestructura hasta los prejuicios que se resisten a desaparecer. Es una guía pensada para usted, docente, que está en la primera línea de esta transformación, buscando cada día construir un aula donde quepan todos.
Qué vas a encontrar en este artículo
¿Qué significa inclusión educativa y por qué es clave en Colombia?
La inclusión educativa es un enfoque que busca garantizar el derecho a una educación de calidad para todos los estudiantes en igualdad de condiciones. Va mucho más allá de simplemente integrar a estudiantes con discapacidad en aulas regulares. Implica transformar los sistemas educativos y las escuelas para que respondan a la diversidad de las necesidades de todo el alumnado. Esto significa reconocer y valorar que cada estudiante tiene características, intereses, capacidades y necesidades de aprendizaje distintas.
El concepto ha evolucionado significativamente en el país. Se transitó desde un modelo de educación especial, que segregaba a los estudiantes con discapacidad en instituciones aparte, hacia un modelo de integración, que los ubicaba en escuelas comunes pero sin los apoyos necesarios. Hoy, el objetivo es la inclusión plena, lo que exige un cambio profundo en la cultura escolar, las políticas institucionales y las prácticas pedagógicas. El rol del docente se vuelve fundamental en este proceso de cambio, exigiendo nuevas competencias docentes para atender la diversidad.
A nivel global, la educación inclusiva es reconocida como un derecho humano fundamental. La Declaración Universal de Derechos Humanos, la Convención sobre los Derechos del Niño y, más específicamente, la Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad, establecen que la educación debe ser accesible para todos sin discriminación. Colombia, como firmante de estos acuerdos, ha asumido el compromiso de alinear sus políticas con estos mandatos. El Objetivo de Desarrollo Sostenible 4 (ODS 4) de la Agenda 2030 de la UNESCO refuerza esta meta, llamando a los países a “garantizar una educación inclusiva, equitativa y de calidad y promover oportunidades de aprendizaje durante toda la vida para todos”. En Colombia, esto no es solo un compromiso internacional, sino una necesidad para construir una sociedad más justa y en paz.

Marco normativo de la inclusión en Colombia
El camino hacia la inclusión educativa en Colombia está pavimentado por un conjunto de leyes y decretos que han sentado las bases para la transformación del sistema. Entender este marco es fundamental para comprender los derechos de los estudiantes y las responsabilidades de las instituciones.
Constitución Política de 1991: Es el punto de partida. En su artículo 13, establece el derecho a la igualdad y prohíbe la discriminación. En el artículo 67, define la educación como un derecho de la persona y un servicio público con una función social. Estos principios constitucionales obligan al Estado a garantizar el acceso a la educación para todos los ciudadanos, sentando la base para cualquier política de inclusión posterior.
Ley 115 de 1994 (Ley General de Educación): Esta ley es uno de los pilares del sistema educativo colombiano. Aunque no utiliza el término “inclusión” como lo entendemos hoy, sí establece directrices claras para la atención educativa de poblaciones diversas. Habla de la importancia de una educación que atienda a personas con limitaciones o capacidades excepcionales, a grupos étnicos, a campesinos y a personas que requieren rehabilitación social. Fue un paso crucial para reconocer que el concepto de educación debía ampliarse para acoger las particularidades de la población.
Decreto 1421 de 2017: Este es, sin duda, el hito normativo más importante en materia de inclusión educativa en Colombia para personas con discapacidad. Este decreto reglamenta la ruta, el esquema y las condiciones para la atención educativa a esta población. Introduce conceptos clave como el Diseño Universal para el Aprendizaje (DUA), los Planes Individuales de Ajustes Razonables (PIAR) y la promoción de una evaluación flexible. Su objetivo es claro: eliminar las barreras para el aprendizaje y garantizar que todos los estudiantes con discapacidad puedan acceder, permanecer y ser promovidos en el sistema educativo regular. Este decreto exige una transformación profunda en la planificación didáctica y en la forma de concebir el currículum escolar.
Compromisos internacionales: Colombia también responde a un marco global. Como se mencionó, el ODS 4 de la UNESCO y la Educación 2030 es una guía fundamental. Los lineamientos de organizaciones como la ONU y la UNESCO han influido directamente en las políticas educativas colombianas, promoviendo un enfoque de derechos y de equidad educativa que ve la diversidad no como un problema, sino como una riqueza para el proceso de aprendizaje.
Este andamiaje legal es robusto y progresista. Sin embargo, el principal desafío reside en su implementación efectiva, asegurando que los principios del papel se conviertan en realidades tangibles en cada aula del país.
Avances en inclusión educativa
A pesar de los desafíos, Colombia ha registrado avances significativos en la construcción de un sistema educativo más inclusivo. Estos progresos no son uniformes y varían entre regiones, pero marcan una tendencia positiva que vale la pena destacar.
Uno de los principales motores de cambio ha sido el Ministerio de Educación Nacional (MEN), que ha desarrollado diversos programas y estrategias para promover la atención a la diversidad. Se han creado lineamientos técnicos y guías pedagógicas para orientar a docentes y directivos en la implementación del Decreto 1421. Programas como “Todos a Aprender” han incorporado, aunque de manera gradual, componentes de formación docente enfocados en la flexibilización curricular y el diseño de actividades inclusivas.
Un avance concreto ha sido la expansión de las aulas de apoyo pedagógico y la vinculación de docentes de apoyo. Estos profesionales son clave para acompañar tanto a los estudiantes con discapacidad como a los docentes de aula regular. Su labor consiste en facilitar la creación de los PIAR, adaptar contenidos y materiales, y proponer estrategias didácticas que beneficien a todo el grupo. Si bien su número aún es insuficiente para cubrir la demanda nacional, su presencia ha demostrado ser un factor determinante para el éxito de la inclusión en muchas instituciones.
También han surgido experiencias innovadoras en colegios inclusivos que se han convertido en referentes. Instituciones educativas, tanto públicas como privadas, han demostrado que es posible transformar la cultura escolar para acoger la diversidad. Estos colegios implementan con éxito metodologías como el aprendizaje cooperativo, el aprendizaje basado en proyectos (ABP) y el Diseño Universal para el Aprendizaje (DUA), creando ambientes donde cada estudiante puede aprender a su ritmo y según sus capacidades. Estas experiencias, a menudo impulsadas por líderes pedagógicos comprometidos, demuestran que la inclusión es viable y enriquecedora.
Finalmente, la formación docente ha comenzado a integrar de manera más sistemática el enfoque inclusivo. Las Escuelas Normales Superiores colombianas y las facultades de educación están actualizando sus planes de estudio para que los futuros maestros egresen con herramientas para atender la diversidad. Asimismo, la oferta de diplomados, especializaciones y maestrías en educación inclusiva ha crecido, permitiendo que los docentes en ejercicio fortalezcan sus competencias. Aunque la brecha en la formación docente en Colombia sigue siendo grande, el reconocimiento de esta necesidad es un avance en sí mismo.

Inclusión de estudiantes con discapacidad
La atención a estudiantes con discapacidad es uno de los ejes centrales de la inclusión educativa en Colombia. El Decreto 1421 de 2017 marcó un antes y un después, al exigir que el sistema se adapte al estudiante y no al revés. Sin embargo, la implementación de esta normativa enfrenta retos considerables.
Uno de los desafíos más evidentes es la accesibilidad física y tecnológica. Muchas escuelas, especialmente en zonas rurales y en edificaciones antiguas, no cuentan con la infraestructura adecuada: faltan rampas, baños adaptados, señalización en braille o ascensores. Esta barrera física es la primera que impide el acceso. A esto se suma la brecha digital, pues el acceso a software especializado, lectores de pantalla o herramientas TIC que apoyan el aprendizaje de estudiantes con discapacidad visual, auditiva o cognitiva es limitado y desigual.
Quizás las barreras más difíciles de derribar son las actitudinales y la falta de preparación docente. Persisten prejuicios y temores entre algunos maestros, familias y hasta compañeros de clase. Frases como “no estoy preparado para enseñarle” o “él aprende más despacio y atrasa al grupo” son reflejo de una cultura que aún ve la discapacidad como un déficit. Esta percepción se agrava por una formación docente que, históricamente, no proporcionó las herramientas necesarias para manejar la diversidad en el aula. Superar estas barreras requiere no solo capacitación técnica, sino también un trabajo profundo en la educación emocional y la empatía, fomentando una seguridad emocional para todos.
A pesar de esto, se han logrado avances en material adaptado y apoyos pedagógicos. El Instituto Nacional para Ciegos (INCI) y el Instituto Nacional para Sordos (INSOR) juegan un papel crucial en la producción y distribución de materiales accesibles y en la orientación a las escuelas. La figura del docente de apoyo, mencionada anteriormente, es vital. Su trabajo en la elaboración de los PIAR permite formalizar las adaptaciones curriculares que cada estudiante necesita. El uso de enfoques como el Diseño Universal para el Aprendizaje (DUA), que propone crear materiales y actividades flexibles desde el inicio, está ganando terreno como una de las estrategias más efectivas para asegurar que todos puedan participar del aprendizaje.
Diversidad cultural y étnica
Colombia es un país pluriétnico y multicultural, y esta diversidad es uno de sus mayores tesoros. La inclusión educativa debe, por tanto, ir más allá de la discapacidad y abrazar la riqueza de las diferentes culturas que coexisten en el territorio.
Un pilar fundamental en este ámbito es la etnoeducación, un modelo diseñado para las comunidades indígenas. La etnoeducación busca que el proceso educativo responda a las características, necesidades y aspiraciones de estos pueblos, respetando y fortaleciendo su identidad cultural, su lengua, sus tradiciones y sus formas propias de conocimiento. En teoría, esto implica el desarrollo de un currículum escolar pertinente, la formación de docentes pertenecientes a la misma comunidad y el uso de materiales en lenguas nativas. Aunque existen avances importantes y proyectos educativos comunitarios (PEC) muy valiosos, la etnoeducación enfrenta grandes desafíos como la falta de financiación, la escasez de materiales pertinentes y la tensión entre los saberes ancestrales y los estándares educativos nacionales. La evaluación en contextos indígenas es un claro ejemplo de esta tensión.
La inclusión de comunidades afrodescendientes, raizales y palenqueras también presenta retos específicos. A través de la Cátedra de Estudios Afrocolombianos, se busca que todas las escuelas del país reconozcan y valoren los aportes de estas comunidades a la historia y cultura de Colombia. Sin embargo, su implementación es desigual y, en muchos casos, superficial. Los estudiantes de estas comunidades a menudo enfrentan racismo estructural y estereotipos en el sistema educativo, lo que afecta su rendimiento y su sentido de pertenencia. Fomentar la atención a la diversidad cultural es clave para combatir la discriminación y construir una verdadera interculturalidad.
Uno de los mayores retos es el bilingüismo (español – lenguas originarias). Para muchos niños indígenas, el español es una segunda lengua. El sistema educativo debe garantizar una educación bilingüe intercultural de calidad, que no solo preserve la lengua materna sino que también asegure un dominio competente del español. La falta de docentes bilingües calificados y de materiales didácticos adecuados dificulta este objetivo. Un enfoque que ignore la lengua materna puede convertirse en una barrera insuperable para el aprendizaje y contribuir a la pérdida de un patrimonio cultural invaluable.
Inclusión en contextos sociales complejos
La realidad colombiana está atravesada por fenómenos sociales que impactan directamente en el sistema educativo. La inclusión, en este sentido, debe responder a las necesidades de estudiantes que viven en situaciones de alta vulnerabilidad.
Los estudiantes en situación de desplazamiento forzado representan uno de los mayores desafíos. Años de conflicto armado interno han obligado a millones de personas a abandonar sus hogares. Los niños, niñas y adolescentes desplazados llegan a las escuelas receptoras con profundas heridas emocionales, habiendo interrumpido sus trayectorias escolares y enfrentando la estigmatización. El sistema debe garantizar no solo su cupo, sino también un acompañamiento psicosocial que les permita sanar y adaptarse. El rol del docente como modelo emocional es crucial en estos contextos, así como la creación de un clima escolar seguro y acogedor.
La educación en zonas de conflicto persistente es otra realidad compleja. En muchas regiones, la violencia escolar es un reflejo del contexto. Los docentes y estudiantes enfrentan amenazas, reclutamiento forzado y la presencia de actores armados. Garantizar la continuidad del servicio educativo en estas zonas es un acto de resistencia. La educación para la paz se convierte aquí en un eje transversal fundamental, enseñando a las nuevas generaciones a resolver conflictos entre alumnos de manera pacífica y a construir una cultura de respeto por los derechos humanos.
En los últimos años, la migración venezolana ha añadido una nueva capa de complejidad. El sistema educativo colombiano ha hecho un esfuerzo notable para absorber a cientos de miles de estudiantes migrantes, garantizando su derecho a la educación independientemente de su estatus migratorio. Sin embargo, los desafíos son enormes: la necesidad de nivelación académica, la xenofobia en algunas comunidades, la falta de recursos para ampliar la cobertura y la gestión de la salud emocional de niños que han vivido un proceso migratoratorio a menudo traumático. La integración de estos estudiantes es una prueba para la capacidad de inclusión del sistema y una oportunidad para enriquecer las aulas con una nueva diversidad cultural.
Principales barreras para la inclusión educativa en Colombia
A pesar del robusto marco normativo y de los avances innegables, la implementación efectiva de la inclusión educativa en Colombia choca con una serie de barreras estructurales y culturales que deben ser abordadas de manera decidida.
Desigualdad regional: Existe una profunda brecha entre las oportunidades educativas en las zonas urbanas y las rurales. La educación rural y urbana muestra realidades dispares. Las escuelas rurales a menudo carecen de los recursos más básicos, tienen problemas de conectividad y enfrentan dificultades para atraer y retener a docentes calificados. Esta desigualdad hace que la inclusión sea una meta mucho más lejana para los estudiantes del campo.
Infraestructura insuficiente: Como se mencionó, muchas escuelas no cumplen con las condiciones mínimas de accesibilidad. La falta de una infraestructura escolar segura y adaptada es una barrera física directa que excluye a estudiantes con movilidad reducida y limita las posibilidades pedagógicas.
Falta de docentes especializados y de apoyo: Aunque se ha avanzado, el número de docentes de apoyo, intérpretes de lengua de señas, tiflólogos y otros profesionales es insuficiente para cubrir la demanda. Los docentes de aula regular a menudo se sienten solos y sin las herramientas para atender las necesidades específicas de sus estudiantes, lo que puede generar frustración y burnout.
Escasez de recursos didácticos y tecnológicos: La disponibilidad de materiales adaptados, textos en braille, software accesible y otras tecnologías de apoyo es limitada y costosa. Esta carencia dificulta la implementación de adaptaciones curriculares efectivas y perpetúa la dependencia de métodos de enseñanza tradicionales que no responden a la diversidad de teorías del aprendizaje.
Persistencia de prejuicios y discriminación: Esta es quizás la barrera más profunda. Los estereotipos hacia las personas con discapacidad, las comunidades étnicas o la población migrante siguen presentes en la sociedad y se filtran en la escuela. El bullying y la exclusión social son manifestaciones de esta barrera actitudinal. Una verdadera inclusión solo será posible cuando se transforme la cultura escolar hacia una de valoración y respeto genuino por la diferencia.
Buenas prácticas y experiencias exitosas
En medio de los desafíos, florecen en Colombia numerosas experiencias que demuestran que la inclusión es posible y transformadora. Estas buenas prácticas, a menudo lideradas por docentes y comunidades comprometidas, sirven de inspiración y modelo a seguir.
Existen escuelas modelo de inclusión que han reestructurado por completo su Proyecto Educativo Institucional (PEI) en torno a la diversidad. Estas instituciones no ven la inclusión como un programa aislado, sino como el eje central de su quehacer. Utilizan la planificación inclusiva desde el inicio, aplican el Diseño Universal para el Aprendizaje (DUA) y fomentan el trabajo colaborativo entre docentes de aula y de apoyo. Sus aulas son laboratorios de metodologías activas, donde la flexibilidad y la participación son la norma.
El papel de proyectos comunitarios y ONG es fundamental. Organizaciones como la Fundación Saldarriaga Concha o la Fundación Corona, entre muchas otras, han sido aliadas estratégicas del Estado y de las escuelas. Financian proyectos, ofrecen formación docente, desarrollan materiales y abogan por políticas públicas más robustas. Su trabajo a nivel local permite adaptar las estrategias a las necesidades específicas de cada comunidad, generando un impacto tangible.
Las innovaciones tecnológicas también están abriendo nuevas puertas para la inclusión. Aplicaciones móviles que ayudan a la comunicación de personas no verbales, plataformas de lectura digital con opciones de accesibilidad, y recursos educativos digitales interactivos son herramientas cada vez más presentes. El portal “Colombia Aprende” del MEN, por ejemplo, ofrece una variedad de recursos que, si bien pueden mejorar en accesibilidad, representan un paso importante para democratizar el acceso a contenidos de calidad. El reto es asegurar que estas innovaciones lleguen a quienes más las necesitan, cerrando la brecha digital.
Recursos para Docentes
Para fortalecer su práctica pedagógica inclusiva, usted puede explorar los siguientes recursos:
Portal Colombia Aprende: El sitio web del Ministerio de Educación Nacional ofrece guías, lineamientos y recursos educativos para la atención a la diversidad.
Instituto Nacional para Ciegos (INCI): Proporciona asistencia técnica, materiales en braille y recursos digitales para la atención a estudiantes con discapacidad visual.
Instituto Nacional para Sordos (INSOR): Ofrece contenidos educativos accesibles en Lengua de Señas Colombiana, así como orientación para docentes y familias.
Red de Docentes por la Inclusión: Busque en redes sociales y plataformas académicas comunidades de práctica donde maestros de todo el país comparten experiencias, estrategias de lectura crítica y recursos.
Plataformas de Cursos Online (MOOC): Sitios como Coursera o edX ofrecen cursos gratuitos de universidades de todo el mundo sobre Diseño Universal para el Aprendizaje (DUA), atención a trastornos del aprendizaje y otras temáticas relevantes.
Retos y perspectivas a futuro
El camino de la inclusión educativa en Colombia está en pleno desarrollo. Para que los avances se consoliden y se superen las barreras persistentes, es necesario mirar hacia el futuro con una visión estratégica y un compromiso renovado de todos los actores sociales.
El primer gran reto es consolidar políticas públicas sostenibles. La inclusión no puede depender del gobierno de turno. Se requiere una política de Estado con financiación garantizada a largo plazo. Esto implica asegurar los recursos para infraestructura, dotación de materiales, vinculación de profesionales de apoyo y, fundamentalmente, para la formación y el bienestar docente. La carrera docente debe incentivar y reconocer la formación y la práctica inclusiva.
La inversión en infraestructura y, sobre todo, en formación docente es impostergable. No se puede pedir a los maestros que transformen sus prácticas sin darles el acompañamiento, el tiempo y las herramientas para hacerlo. La formación debe ser continua, pertinente y centrada en la práctica, abordando no solo aspectos pedagógicos sino también el desarrollo de competencias socioemocionales y el manejo del estrés laboral.
Es crucial avanzar hacia un enfoque interseccional de la inclusión. Un estudiante no es solo “discapacitado” o “indígena” o “migrante”. Estas identidades se cruzan y generan experiencias únicas de exclusión. Una niña indígena con discapacidad que vive en una zona rural enfrenta múltiples barreras superpuestas. Las políticas deben reconocer esta complejidad y ofrecer respuestas integrales que consideren simultáneamente la discapacidad, el género, la etnia, la condición socioeconómica y el territorio.
Finalmente, es fundamental seguir posicionando la inclusión como la base de la equidad y la calidad educativa. Una educación de calidad no es aquella que logra los mejores resultados en pruebas estandarizadas, sino aquella que garantiza que cada estudiante desarrolle su máximo potencial. La inclusión enriquece el proceso de aprendizaje para todos, fomenta la empatía, el respeto por la diferencia y forma ciudadanos capaces de construir una sociedad más justa y democrática.
El balance de la inclusión educativa en Colombia es uno de luces y sombras. Por un lado, existe un marco normativo de vanguardia, un compromiso político declarado y un número creciente de experiencias exitosas que demuestran que un sistema educativo para todos es posible. Estos logros son el resultado del esfuerzo de activistas, familias, docentes y formuladores de políticas que han luchado por el derecho a la educación sin exclusiones.
Por otro lado, las deudas pendientes son enormes. Las profundas desigualdades regionales, la falta de recursos, las barreras actitudinales y la brecha entre la ley y la práctica cotidiana en las aulas son obstáculos que impiden que el derecho a la inclusión se materialice para miles de niños, niñas y adolescentes.
La inclusión no es un apéndice del sistema educativo, ni una tarea exclusiva de los docentes de apoyo o de las aulas especiales. Es el pilar sobre el que debe construirse toda la transformación educativa. Es un cambio de paradigma que nos invita a repensar qué es aprender, cómo se enseña y, sobre todo, para qué educamos. La reflexión final es contundente: sin inclusión, no hay verdadera calidad educativa. El futuro de Colombia como una nación equitativa, diversa y en paz depende, en gran medida, de nuestra capacidad para construir escuelas donde cada estudiante, sin excepción, tenga un lugar para ser, para pertenecer y para aprender.
Glosario
DUA (Diseño Universal para el Aprendizaje): Un marco para el desarrollo del currículo que busca ofrecer a todos los individuos igualdad de oportunidades para aprender. Se basa en proporcionar múltiples medios de representación, de acción y expresión, y de implicación.
MEN: Siglas del Ministerio de Educación Nacional de Colombia, la entidad gubernamental encargada de formular y ejecutar las políticas educativas en el país.
PEI (Proyecto Educativo Institucional): Es la carta de navegación de las escuelas en Colombia. En él, cada comunidad educativa especifica, entre otros aspectos, sus principios y fines, la estrategia pedagógica y el sistema de gestión.
PIAR (Plan Individual de Ajustes Razonables): Es una herramienta de planeación que consigna los ajustes curriculares, didácticos, evaluativos y de infraestructura que un estudiante con discapacidad requiere para su proceso educativo. Se construye entre el docente de aula, el docente de apoyo, la familia y el propio estudiante.
Etnoeducación: Modelo educativo diseñado para los grupos étnicos, que busca responder a sus características culturales, lingüísticas y sociales, promoviendo la valoración y el fortalecimiento de su identidad.
Preguntas Frecuentes (FAQ)
1. ¿Cuál es la ley más importante sobre inclusión para personas con discapacidad en Colombia? La norma más significativa es el Decreto 1421 de 2017. Este decreto establece la ruta y las condiciones para la atención educativa inclusiva de la población con discapacidad en todos los niveles de la educación formal, exigiendo a las escuelas la implementación de herramientas como el DUA y los PIAR.
2. ¿Qué puedo hacer como docente para que mi aula sea más inclusiva? Puede empezar por conocer individualmente a sus estudiantes, identificando sus fortalezas, intereses y barreras. Implemente metodologías activas como el aprendizaje cooperativo, ofrezca diversas formas de presentar la información y permita que los estudiantes demuestren lo que saben de diferentes maneras. Fomentar un clima de respeto y empatía es igualmente fundamental.
3. ¿Qué son los “ajustes razonables” que menciona el Decreto 1421? Son las modificaciones y adaptaciones necesarias y adecuadas que no impongan una carga desproporcionada o indebida, cuando se requieran en un caso particular, para garantizar a las personas con discapacidad el goce o ejercicio, en igualdad de condiciones con las demás, de todos los derechos humanos y libertades fundamentales. Por ejemplo, flexibilizar el tiempo de una evaluación, proporcionar un texto con letra más grande o permitir el uso de una calculadora.
4. ¿La inclusión educativa solo se refiere a estudiantes con discapacidad? No. Aunque la discapacidad ha sido un foco central, la inclusión es un concepto mucho más amplio. Abarca la atención a la diversidad cultural, étnica, lingüística, social y de género. Busca eliminar las barreras que impiden el aprendizaje y la participación de cualquier estudiante que esté en riesgo de ser marginado o excluido.
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