La inclusión educativa en la NEM (Nueva Escuela Mexicana) es, quizás, uno de los pilares más ambiciosos y, a la vez, más complejos de la actual reforma educativa. En los documentos oficiales, en los discursos y en los objetivos pedagógicos, la promesa de una escuela para todos, sin excepciones, resuena con fuerza. Se habla de equidad, de justicia social y de valorar la diversidad como una riqueza. Sin embargo, para ti, docente que vives el día a día del aula, surge una pregunta ineludible: ¿estamos logrando que este principio se convierta en una práctica cotidiana o se queda en el plano de las buenas intenciones?
La Nueva Escuela Mexicana (NEM) se presenta como un modelo transformador que busca superar las inercias de un sistema que históricamente ha generado exclusión. Su apuesta por la equidad y el reconocimiento de la diversidad es, sin duda, un avance significativo. Pero pensar críticamente la inclusión es fundamental. No se trata de un concepto abstracto, sino de una realidad que se construye o se deshace en las interacciones diarias, en los recursos disponibles y en las políticas que respaldan (o no) el trabajo en el aula. Este artículo busca ofrecer un análisis honesto, que reconozca los avances teóricos, pero que no ignore los desafíos monumentales que enfrentan las escuelas para hacer de la inclusión una verdad tangible.
Qué vas a encontrar en este artículo
Qué entendemos por inclusión educativa (más allá de integrar)
Para analizar la inclusión educativa en la NEM (Nueva Escuela Mexicana), primero debemos tener claro a qué nos referimos. Durante mucho tiempo, el debate se centró en el concepto de “integración”. La integración implicaba que el estudiante “diferente” (generalmente, un alumno con discapacidad) debía hacer el esfuerzo de adaptarse a un sistema escolar rígido y homogéneo. La responsabilidad recaía en el individuo.
La inclusión, por el contrario, invierte esta lógica. No es el estudiante quien debe adaptarse a la escuela; es la escuela la que debe transformarse para acoger, valorar y potenciar a cada estudiante. La inclusión es un derecho, no una concesión. Implica un cambio profundo en la cultura escolar, las políticas y las prácticas.
Una de las confusiones más comunes es pensar que la inclusión se refiere únicamente a estudiantes con discapacidad. Si bien es un colectivo históricamente excluido, el concepto es mucho más amplio y abarca toda la diversidad en el aula. Una escuela inclusiva es aquella que atiende y valora:
- La diversidad funcional: Estudiantes con discapacidad (motriz, sensorial, intelectual) o con trastornos del aprendizaje como la dislexia o el TDAH.
- La diversidad cultural y lingüística: Estudiantes pertenecientes a pueblos originarios, migrantes, o con lenguas y cosmovisiones diferentes a la hegemónica.
- La diversidad socioeconómica: Estudiantes que viven en contextos de pobreza o vulnerabilidad, cuyas condiciones materiales afectan su trayectoria escolar.
- La diversidad de género: Reconocer y respetar las diferentes identidades y expresiones de género, creando espacios seguros y libres de discriminación.
La verdadera educación inclusiva no busca “normalizar” a los estudiantes, sino celebrar sus diferencias y utilizarlas como una fuente de aprendizaje para toda la comunidad.

Qué dice la Nueva Escuela Mexicana sobre inclusión
El marco teórico de la NEM es robusto en su defensa de la inclusión. No la trata como un tema secundario, sino que la coloca en el corazón de su propuesta pedagógica.
Los principios de la Nueva Escuela Mexicana son elocuentes: la equidad, la inclusión, la interculturalidad crítica y la justicia social son los ejes que deben guiar todo el acto educativo. Este mandato se fundamenta en un marco normativo sólido, que incluye la reforma al Artículo 3° de la Constitución y la Ley General de Educación, donde se establece que la educación debe ser inclusiva, universal, pública, gratuita y laica.
Desde el punto de vista pedagógico, la NEM promueve enfoques que son intrínsecamente inclusivos:
- Aprendizaje centrado en el estudiante: Reconoce que cada alumno es único y tiene sus propios ritmos, intereses y saberes previos.
- Aprendizaje situado: Conecta la enseñanza con la realidad y el contexto de los estudiantes, haciendo que el aprendizaje sea más relevante y significativo, especialmente para aquellos de comunidades marginadas.
- Aprendizaje colaborativo: Fomenta el trabajo en equipo, donde la diversidad del grupo se convierte en una fortaleza y los estudiantes aprenden a apoyarse mutuamente. El aprendizaje cooperativo es una herramienta clave para la inclusión.
En el papel, la fortaleza de este planteamiento es innegable. La NEM ofrece un discurso potente que se alinea con las mejores prácticas y recomendaciones internacionales en materia de inclusión. El desafío, como veremos, radica en la brecha entre este ideal y la compleja realidad de las escuelas mexicanas. El contraste entre la visión teórica y la aplicación práctica es donde se juega la verdadera batalla, una tensión similar a la que existe en el debate de NEM vs Competencias, donde el enfoque cambia de habilidades medibles a un desarrollo humano integral.
La realidad del aula: ¿cómo se manifiesta la inclusión (o su ausencia)?
A pesar del sólido marco teórico, la realidad en muchas aulas cuenta una historia diferente. La ausencia de inclusión no siempre es un acto de mala voluntad; a menudo es el resultado de un sistema que no proporciona las condiciones necesarias. Aquí se manifiestan algunas de las mayores tensiones:
- Estudiantes con discapacidad sin apoyos reales: Es común encontrar en un aula regular a un estudiante con una discapacidad intelectual, visual o auditiva, pero sin el acompañamiento de un especialista de educación especial, sin materiales en braille, sin intérprete de Lengua de Señas Mexicana o sin las adaptaciones curriculares pertinentes. La inclusión se convierte en una “integración forzada” donde el docente, con una enorme carga de trabajo y sin formación específica, hace lo que puede con lo que tiene.
- Escuelas multigrado sin recursos: En las zonas rurales, donde la inclusión debería ser un pilar, muchas escuelas multigrado operan con un solo docente para varios grados. Estos maestros realizan un esfuerzo heroico, pero a menudo carecen de la formación y los materiales didácticos necesarios para atender la enorme diversidad de edades y niveles de aprendizaje en un mismo espacio.
- Niños indígenas sin pertinencia cultural: A pesar de que la interculturalidad es un principio rector, muchos niños y niñas de pueblos originarios siguen recibiendo una educación exclusivamente en español, con contenidos curriculares que no reflejan su cultura, su lengua ni su cosmovisión. Esto no solo es una barrera para el aprendizaje, sino una forma de exclusión simbólica que invalida su identidad.
- Alumnos migrantes o en situación de pobreza: Un estudiante que llega a la escuela sin haber comido, que no tiene recursos para comprar materiales o que enfrenta una situación familiar precaria, enfrenta enormes barreras para el aprendizaje. La inclusión también significa crear redes de apoyo para atender estas necesidades básicas que son prerrequisito para cualquier aprendizaje significativo.
En todos estos casos, el rol del docente se vuelve central y, a menudo, solitario. Son los maestros quienes, con creatividad y compromiso, intentan cerrar la brecha entre el discurso inclusivo y la falta de recursos, a menudo a costa de su propia salud emocional y tiempo personal.

Principales obstáculos para una inclusión efectiva
Para que la inclusión educativa en la Nueva Escuela Mexicana pase del papel a la realidad, es crucial identificar y nombrar los obstáculos estructurales que la frenan.
- Falta de formación específica: La mayoría de los programas de formación docente, tanto inicial como continua, no preparan adecuadamente a los maestros para trabajar en aulas diversas. Faltan competencias docentes específicas en Diseño Universal para el Aprendizaje, en estrategias para atender trastornos del aprendizaje, en pedagogía intercultural o en el manejo de materiales Montessori caseros o de otro tipo que puedan adaptarse.
- Escasez de recursos didácticos y tecnológicos: Una verdadera inclusión requiere materiales adaptados: libros de texto en lenguas indígenas, software accesible, materiales manipulativos, tinta electrónica para facilitar la lectura, etc. La realidad es que las escuelas, especialmente las públicas y rurales, carecen de estos recursos.
- Infraestructura inadecuada: Muchas escuelas no cuentan con la infraestructura básica para ser accesibles, como rampas, baños adaptados o señalización adecuada. Esto constituye una barrera física insalvable para muchos estudiantes con discapacidad motriz.
- Desarticulación con equipos de apoyo: La comunicación entre los docentes de aula regular y los servicios de apoyo (USAER, CAM) es a menudo insuficiente o burocrática. No existe un trabajo colaborativo real que permita diseñar e implementar estrategias conjuntas, dejando al docente de aula aislado en su labor.
- Carga administrativa y falta de tiempo: La planificación didáctica con un enfoque inclusivo requiere tiempo: para conocer a cada estudiante, para diseñar diferentes actividades, para crear materiales y para evaluar de forma personalizada. La abrumadora carga administrativa que recae sobre los docentes les roba este tiempo valioso.
¿Qué pueden hacer los docentes con lo que tienen?
Frente a este panorama, es fácil caer en la desesperanza. Sin embargo, el cambio también se gesta desde abajo, desde las prácticas diarias en el aula. Aquí es donde el enfoque del Diseño Universal para el Aprendizaje (DUA) se convierte en la herramienta más poderosa para los docentes. El DUA nos invita a planificar desde el principio para la diversidad, en lugar de diseñar para un estudiante “promedio” y luego hacer ajustes para los demás. Se trata de crear un currículo flexible que beneficie a todos.
Aquí algunas estrategias simples y efectivas, basadas en los principios del DUA, que puedes implementar incluso con recursos limitados:
- Ofrecer distintas formas de presentar la información: No te limites al texto escrito. Utiliza videos, audios, imágenes, diagramas o demostraciones prácticas. Esto beneficia no solo a estudiantes con dificultades de lectura, sino a todos aquellos que tienen diferentes estilos de aprendizaje. La enseñanza multisensorial es clave.
- Permitir diversas formas de participación y expresión: No todos los estudiantes se sienten cómodos hablando en público o escribiendo un ensayo. Permite que demuestren lo que saben de diferentes maneras: a través de un dibujo, una grabación de audio, una presentación, una maqueta o una dramatización. La clave está en la evaluación auténtica de lo que el alumno sabe, no de su habilidad para un formato único.
- Flexibilizar los ritmos de trabajo: Reconoce que no todos aprenden al mismo ritmo. Ofrece más tiempo para ciertas tareas, divide las actividades en pasos más pequeños y permite que los estudiantes avancen a su propio paso siempre que sea posible. Esto reduce la ansiedad y favorece una comprensión más profunda.
- Fomentar actividades inclusivas y colaborativas: Diseña trabajos en equipo donde cada miembro tenga un rol claro y diferente, aprovechando las fortalezas de cada uno. Un estudiante puede ser bueno investigando, otro dibujando, otro organizando la información y otro presentando. Esto enseña interdependencia y valora las diversas capacidades.
- Trabajar por proyectos inclusivos: El aprendizaje basado en proyectos (ABP) es una metodología ideal para la inclusión. Permite que los estudiantes elijan temas de su interés y trabajen en diferentes aspectos de un mismo problema, cada uno desde sus habilidades. Un ABP interdisciplinario puede integrar a todos los alumnos de una manera muy natural.
- Generar una cultura de respeto: Más allá de cualquier estrategia, lo más importante es construir un clima escolar donde el error sea visto como una oportunidad de aprendizaje, donde se celebren las diferencias y donde la empatía sea un valor central. La formación ciudadana en la NEM es un pilar fundamental para lograrlo.
Prácticas reales de inclusión: ejemplos que sí funcionan
A lo largo de México, hay docentes y escuelas que, a pesar de los obstáculos, están demostrando que la inclusión es posible. Estas experiencias son faros de esperanza y fuentes de inspiración:
- Docentes que adaptan sin recursos: Maestros que utilizan materiales reciclados para crear apoyos didácticos, que graban audios de los textos para estudiantes con debilidad visual o que diseñan sus propias rúbricas de evaluación para valorar el progreso individual en lugar de comparar a los alumnos entre sí.
- Escuelas que tejen redes comunitarias: Directores que buscan el apoyo de organizaciones locales, universidades o padres de familia para conseguir voluntarios, recursos o capacitación. Una escuela que integra a un estudiante con autismo puede, por ejemplo, invitar a un psicólogo de la comunidad a dar una charla a los padres y maestros.
- Proyectos interculturales desde la base: Maestros en comunidades indígenas que, aunque no tengan los materiales oficiales, dedican tiempo a recopilar cuentos y tradiciones orales en la lengua local para trabajarlos en clase. Esto no solo valida la cultura de los niños, sino que enriquece a toda la comunidad escolar.
- Redes de colaboración docente: Grupos de maestros de escuelas rurales que se organizan por WhatsApp o redes sociales para compartir estrategias, materiales y, sobre todo, apoyo emocional. Esta colaboración horizontal es a menudo más efectiva que los programas de formación vertical.
¿Qué se necesita para pasar del discurso a la acción?
El esfuerzo docente es heroico, pero no puede ser la única solución. Para que la inclusión educativa en la Nueva Escuela Mexicana sea una política de Estado efectiva, se requiere un compromiso estructural.
- Formación docente pertinente y continua: Se necesita una reforma profunda de la formación inicial y programas de capacitación situados, que respondan a las necesidades reales de las aulas y no a modelos teóricos genéricos.
- Recursos suficientes y accesibles: Es indispensable una inversión real en materiales didácticos diversos, en tecnología de asistencia, en la mejora de la infraestructura y en la contratación de personal de apoyo especializado (psicólogos, terapeutas de lenguaje, intérpretes).
- Apoyo institucional sostenido: Los docentes necesitan tiempo para planificar, colaborar y formarse. Esto implica reducir la carga administrativa y crear espacios institucionales para el trabajo colegiado. La dirección escolar debe ser un líder pedagógico que promueva y defienda una cultura inclusiva.
- Participación real de las familias y estudiantes: La participación familiar es crucial. Las familias son las que mejor conocen a sus hijos y deben ser aliadas en el proceso educativo. Asimismo, se debe escuchar la voz de los propios estudiantes para entender sus necesidades y barreras.
- Evaluación de políticas desde la realidad: Los programas y políticas de inclusión deben ser evaluados no por su diseño, sino por su impacto real en las escuelas. Esto requiere escuchar a los docentes y a las comunidades, no solo analizar estadísticas desde un escritorio.
La inclusión educativa en la NEM presenta una encrucijada. Por un lado, tenemos un marco conceptual y normativo avanzado y profundamente humanista, que representa una oportunidad histórica para saldar una deuda con millones de estudiantes. Por otro, nos enfrentamos a una realidad compleja, llena de obstáculos estructurales que amenazan con convertir esa promesa en letra muerta.
La inclusión no puede ser una carga que recaiga exclusivamente sobre los hombros de los docentes. Si bien el compromiso y la creatividad en el aula son indispensables, la verdadera transformación requiere una acción colectiva y sistémica. Se necesita voluntad política, inversión económica y un cambio cultural profundo en todos los niveles del sistema educativo.
El camino hacia una escuela verdaderamente inclusiva es largo y desafiante. Sin embargo, cada práctica inclusiva que implementamos, cada barrera que derribamos y cada estudiante al que le hacemos sentir que pertenece y que es valorado, es un paso en la dirección correcta. La NEM nos da el mapa; construir el camino es una tarea de todos.
Glosario
Accesibilidad: Condición que deben cumplir los entornos, procesos, bienes, productos y servicios para ser comprensibles, utilizables y practicables por todas las personas en condiciones de seguridad y comodidad y de la forma más autónoma y natural posible. Va más allá de lo arquitectónico.
Adaptaciones Curriculares: Modificaciones o ajustes que se realizan en los elementos del currículo (objetivos, contenidos, metodología, evaluación) para dar respuesta a las necesidades educativas específicas de un estudiante.
Barreras para el Aprendizaje y la Participación (BAP): Concepto que sustituye al de “necesidades educativas especiales”. Pone el énfasis en los obstáculos que se encuentran en el contexto (la escuela, las políticas, la cultura) y no en las deficiencias del estudiante.
Diseño Universal para el Aprendizaje (DUA): Marco para el diseño del currículo que tiene como objetivo ofrecer a todos los estudiantes igualdad de oportunidades para aprender. Se basa en ofrecer múltiples medios de representación, acción y expresión, y de implicación.
Equidad Educativa: Principio que busca asegurar que todas las personas tengan las mismas oportunidades de recibir una educación de calidad, adaptada a sus necesidades y que les permita alcanzar su máximo potencial. Implica dar más a quien más lo necesita para compensar desigualdades de origen.
Inclusión: Proceso que asegura la presencia, participación y aprendizaje de todos los estudiantes, con especial énfasis en aquellos que, por diferentes razones, están en riesgo de ser marginados o excluidos. Implica transformar la cultura, las políticas y las prácticas de las escuelas.
Integración: Proceso en el cual los estudiantes “diferentes” se incorporan a las escuelas regulares, pero se espera que sean ellos quienes se adapten al sistema existente, que permanece mayormente inalterado. Es un paso previo pero insuficiente para la inclusión.
USAER (Unidad de Servicios de Apoyo a la Educación Regular): Instancia técnico-operativa de la Educación Especial que proporciona apoyos técnicos, metodológicos y conceptuales a las escuelas de educación básica para favorecer la inclusión de alumnos con discapacidad y/o aptitudes sobresalientes.
Preguntas Frecuentes (FAQ)
1. ¿La inclusión educativa solo se refiere a alumnos con discapacidad?
No, este es uno de los mitos más comunes. La inclusión educativa en la Nueva Escuela Mexicana abarca toda la diversidad presente en el aula. Esto incluye diferencias culturales, lingüísticas, socioeconómicas, de género, de ritmo de aprendizaje, de intereses y, por supuesto, funcionales (discapacidad). El objetivo es crear un entorno donde cada estudiante se sienta valorado y pueda participar plenamente, transformando la escuela para todos, no solo para un grupo específico.
2. Implementar un enfoque inclusivo, ¿significa más trabajo para mí?
Inicialmente, cambiar la forma de planificar puede requerir un esfuerzo adicional. Sin embargo, a mediano y largo plazo, a menudo simplifica el trabajo. Planificar desde el inicio con el Diseño Universal para el Aprendizaje (DUA) reduce la necesidad de hacer adaptaciones individuales constantes. Al ofrecer diversas opciones para aprender y demostrar lo aprendido, muchos de los problemas de comportamiento o desinterés disminuyen, ya que más estudiantes encuentran una forma de conectar con el contenido. Es un cambio de enfoque: no es más trabajo, sino un trabajo diferente y más estratégico.
3. ¿Cómo puedo evaluar de manera justa si cada estudiante aprende a un ritmo diferente y realiza actividades distintas?
La evaluación justa en un aula inclusiva no es una evaluación “igual” para todos. La clave es pasar de una evaluación sumativa única a una evaluación formativa continua. Utiliza rúbricas de evaluación que se centren en el progreso individual del estudiante en relación con los objetivos de aprendizaje, no en la comparación con sus compañeros. La evaluación auténtica, a través de portafolios y proyectos, permite valorar el proceso y el esfuerzo, ofreciendo una visión mucho más completa y equitativa del aprendizaje de cada alumno.
4. ¿Qué hago si los padres de familia se quejan de que “se baja el nivel” para incluir a todos?
Esta es una preocupación legítima que surge de una mala interpretación de la inclusión. Es fundamental una comunicación clara. Explica que la inclusión no significa bajar las expectativas, sino diversificar los caminos para alcanzarlas. Organiza reuniones para mostrar cómo un aula diversa enriquece a todos los estudiantes, fomentando habilidades esenciales como la empatía, la colaboración, la resolución de problemas y la creatividad. Al comunicar la evaluación a las familias, enfócate en el crecimiento y las competencias desarrolladas por sus hijos, demostrando que un entorno inclusivo prepara mejor para la vida en un mundo diverso.
5. He intentado ser inclusivo, pero tengo estudiantes que siguen sin participar o que interrumpen la clase. ¿Qué hago?
La inclusión no es una fórmula mágica. Cuando un estudiante no responde, es una señal para indagar más a fondo. Puede que todavía existan barreras para el aprendizaje que no hemos identificado: una dificultad de aprendizaje no diagnosticada, un problema emocional o una falta de conexión con el contenido. El primer paso es observar y tratar de construir un vínculo pedagógico más fuerte. A veces, la solución no está en una nueva estrategia didáctica, sino en hacer que ese estudiante se sienta visto y seguro. No dudes en buscar el apoyo de tus colegas o del equipo de apoyo de la escuela, si existe.
6. ¿El enfoque inclusivo de la NEM es una responsabilidad individual del docente?
Definitivamente no. Si bien el docente es un agente de cambio fundamental en el aula, la inclusión es una responsabilidad compartida y sistémica. No se puede esperar que un solo maestro compense la falta de recursos, de formación y de apoyo institucional. El artículo lo deja claro: para que la inclusión sea real, se necesita el compromiso de directivos, autoridades educativas, familias y la sociedad en su conjunto. Tu rol es clave, pero no estás solo en esta misión.
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