Investigación-acción en el aula: cómo investigar tu práctica docente para mejorar la enseñanza

¿Alguna vez terminas el día sintiendo que, a pesar de tus esfuerzos, algo no funciona? Quizás un grupo de estudiantes parece crónicamente desmotivado, una estrategia didáctica que funcionaba antes ya no da resultados, o la gestión del aula se complica con conflictos entre alumnos. Estos son los desafíos cotidianos de la docencia. La diferencia entre un docente que repite estos problemas y uno que los transforma radica, a menudo, en una sola decisión: asumir la mirada del investigador. Este artículo presenta una guía práctica sobre la investigación-acción en el aula, un método para convertir las preguntas de tu práctica diaria en proyectos concretos de innovación y mejora.

Muchos docentes asocian la “investigación” con algo lejano, académico y complejo, reservado para laboratorios o universidades. Sin embargo, la investigación-acción rompe ese mito. Propone que los educadores son los principales constructores de conocimiento sobre la enseñanza, y que el aula es el escenario perfecto para hacerlo. No se trata de aplicar teorías externas sin más, sino de construir soluciones desde la práctica misma. El objetivo es claro: dejar de ser meros aplicadores de recetas para convertirnos en arquitectos de nuestra propia propuesta pedagógica.

Qué vas a encontrar en este artículo

Qué es la investigación-acción en educación

En esencia, la investigación-acción es un enfoque que combina la acción (cambiar o mejorar algo) con la investigación (estudiar ese cambio). Es una metodología diseñada para que los profesionales, en este caso los docentes, investiguen sus propias prácticas para mejorarlas.

Orígenes del concepto

El término fue acuñado por el psicólogo social Kurt Lewin en la década de 1940. Lewin lo propuso como un modelo sistémico de cambio social. Sin embargo, su aplicación en la pedagogía moderna cobró fuerza en los años 70 y 80.

Pensadores como Lawrence Stenhouse postularon la idea radical del “docente como investigador”. Stenhouse argumentaba que el currículum escolar no debía ser un paquete cerrado, sino una hipótesis que cada maestro debía probar y adaptar en su aula. Más tarde, autores como John Elliott, y el dúo Wilfred Carr y Stephen Kemmis, desarrollaron modelos más estructurados, consolidando la investigación-acción como una de las corrientes pedagógicas más influyentes para el desarrollo profesional.

Una definición operativa para el aula

Dejando de lado las definiciones académicas complejas, podemos definir la investigación-acción educativa de forma operativa:

Es un proceso cíclico y reflexivo en el que los docentes identifican un problema o un área de mejora en su propia aula, planifican una intervención, la aplican, observan sistemáticamente los resultados y reflexionan sobre ellos. Esta reflexión conduce a un nuevo plan, iniciando el ciclo otra vez.

Es, en pocas palabras, una forma disciplinada de hacernos preguntas sobre nuestra enseñanza y buscar respuestas basadas en la evidencia de nuestra propia clase.

Diferencias con la investigación académica tradicional

Es fundamental entender que esto no es una tesis doctoral. La investigación-acción se diferencia de la investigación académica tradicional en aspectos clave:

  • El propósito: La investigación tradicional busca generar conocimiento generalizable y teórico (publicar). La investigación-acción busca una mejora inmediata y local (solucionar).

  • El investigador: En la tradicional, es un experto externo. En la investigación-acción, el investigador es el propio docente, el actor involucrado.

  • El foco: La tradicional se enfoca en “lo que es”. La investigación-acción se enfoca en “lo que podemos hacer” y “cómo podemos mejorarlo”.

  • La audiencia: La tradicional se dirige a la comunidad científica. La investigación-acción se dirige a los propios docentes, estudiantes y la comunidad escolar.

el docente como investigador de su práctica

Principios fundamentales de la investigación-acción docente

Este enfoque se sostiene sobre pilares que definen su identidad. No es solo un método, es una filosofía de la práctica.

1. Reflexión sistemática

No es solo “pensar en clase”. Es un proceso estructurado de mirar la práctica con ojos analíticos. Implica distanciarse de la rutina y preguntarse “¿por qué hago esto?” y “¿qué efecto real está teniendo?”.

2. Participación

Aunque puede ser individual, la investigación-acción es más potente cuando es colaborativa. Involucra a colegas, directivos e incluso a los propios estudiantes en el proceso de diagnóstico y solución, fomentando verdaderas comunidades de aprendizaje.

3. Ciclicidad (El ciclo en espiral)

El proceso no es lineal. No hay un “final” definitivo. Es una espiral de mejora continua:

  • Planificar

  • Actuar

  • Observar

  • Reflexionar …y volver a Planificar.

Cada ciclo se construye sobre el anterior. Lo que aprendemos en la primera vuelta nos permite afinar la intervención en la segunda.

4. Evidencia

Las decisiones no se toman por intuición o “corazonadas”, aunque estas sean el punto de partida. Las conclusiones se basan en datos recogidos sistemáticamente en el aula: observaciones, registros, trabajos de alumnos, entrevistas cortas, etc.

5. Transformación y mejora

El objetivo final no es escribir un informe que nadie leerá. El objetivo es la transformación real. La investigación-acción en el aula solo tiene éxito si la práctica docente y el aprendizaje de los estudiantes mejoran, aunque sea a pequeña escala.

Por qué es clave en el desarrollo profesional docente

Adoptar la mentalidad del docente investigador tiene un impacto profundo en la formación docente continua y en la calidad educativa.

  • Vincula la teoría con la práctica: Es el puente definitivo entre las teorías del aprendizaje y la realidad del aula. Te permite probar qué funciona de la teoría cognitiva o del socioconstructivismo de Vygotsky en tu contexto específico.

  • Promueve la autonomía profesional: Te saca del rol de técnico que aplica currículos diseñados por otros y te posiciona como un profesional autónomo, capaz de tomar decisiones pedagógicas fundamentadas. Reconoce la validez de los saberes docentes.

  • Fomenta la innovación contextual: La mejor innovación no es la que viene de un congreso internacional, sino la que responde a los desafíos del aula concretos.

  • Refuerza la colaboración: Alienta a los docentes a salir de su aislamiento. Compartir un proyecto de investigación-acción con un colega rompe barreras y genera un clima escolar de apoyo mutuo.

  • Mejora la autoestima profesional: Ver que puedes identificar, analizar y solucionar un problema pedagógico por tus propios medios es una fuente inmensa de autocuidado docente y motivación.

investigación-acción en el aula

Fases o etapas de la investigación-acción (Modelo clásico adaptado)

Aquí presentamos una guía de cómo hacer investigación-acción paso a paso. Este modelo, adaptado de Kemmis y otros, es una hoja de ruta flexible.

Fase 1: Identificación del problema (Diagnóstico)

Todo empieza con una “preocupación temática”. Es una pregunta que surge de la incomodidad con la práctica actual.

  • El error común: Querer abarcar demasiado (“Mejorar la educación”).

  • La clave: Ser específico y empezar en pequeño.

  • Mal ejemplo: “Los estudiantes odian leer”.

  • Buen ejemplo: “¿Por qué mis estudiantes de 7º grado no terminan las lecturas asignadas en clase de literatura?”

El problema debe ser algo sobre lo que tengas control. No puedes cambiar la pobreza estructural, pero sí puedes cambiar tu método para enseñar comprensión lectora.

Fase 2: Revisión de antecedentes y reflexión teórica

Una vez que tienes la pregunta, no te lances a actuar de inmediato. Tómate un momento para:

  1. Reflexionar: ¿Qué creo yo sobre este problema? ¿Cuáles son mis prejuicios?

  2. Dialogar: ¿Qué opinan mis colegas? ¿Qué dicen los estudiantes?

  3. Investigar: ¿Qué dice la pedagogía crítica o la neuroeducación sobre esto? Quizás buscas estrategias de comprensión lectora o cómo funciona la motivación en el aprendizaje.

Fase 3: Planificación del cambio o intervención

Es el momento de diseñar un plan de acción. Este plan es una hipótesis: “Si hago X, creo que Y mejorará”.

  • Preguntas clave: ¿Qué voy a hacer diferente? ¿Cómo lo voy a hacer? ¿Cuándo lo haré? ¿Qué datos necesito recoger para saber si funciona?

  • Ejemplo (siguiendo el caso de lectura): “Plan: Durante las próximas 4 semanas, en lugar de lecturas largas, implementaré lectura compartida de textos cortos y relevantes, seguidos de 10 minutos de debate en grupos pequeños”.

Fase 4: Implementación y observación (Puesta en práctica)

Aquí ejecutas el plan. Pero, y esto es crucial, no solo lo haces, sino que lo observas sistemáticamente.

  • ¿Cómo observar? Aquí entran las herramientas. Mientras aplicas tu nueva estrategia, debes registrar qué sucede.

  • Ejemplo: “Llevaré un diario de campo después de cada sesión (Fase 5), grabaré el audio de los debates grupales (con permiso) y guardaré las notas de los estudiantes”.

Fase 5: Reflexión y análisis de resultados

Una vez recogidos los datos (tus notas, las opiniones de los alumnos, sus trabajos), llega el momento de analizar.

  • Preguntas clave: ¿Qué funcionó? ¿Qué no funcionó? ¿Qué me sorprendió? ¿Qué aprendí? ¿Los estudiantes participaron más? ¿Mejoró su comprensión?

  • Ejemplo: “Reflexión: Los debates en grupos pequeños funcionaron muy bien para los estudiantes extrovertidos. Los introvertidos siguen sin participar. La evaluación formativa rápida al final mostró una leve mejora en la comprensión de ideas principales”.

Fase 6: Nueva planificación (El ciclo vuelve a empezar)

La reflexión anterior es el diagnóstico para el siguiente ciclo.

  • Ejemplo: “Nuevo plan: Mantendré los grupos pequeños, pero introduciré ‘roles’ (secretario, moderador) para asegurar la participación de todos. Además, probaré con textos científicos cortos, ya que mostraron interés en esos temas”.

Y el ciclo de investigación-acción en el aula se reinicia, en un nivel superior de comprensión.

Herramientas prácticas para docentes investigadores

No necesitas software complicado. Las herramientas del docente investigador son accesibles y se centran en la observación y el registro.

  • El diario de campo del docente: Es la herramienta estrella. Un cuaderno (físico o digital) donde anotas tus observaciones, reflexiones, frustraciones e ideas después de cada clase. Es tu “caja negra” pedagógica.

  • El portafolio docente: Una colección organizada de evidencias. Puede incluir planificaciones, ejemplos de trabajos de estudiantes (anónimos), rúbricas que probaste, fotos de la pizarra o de los trabajos en grupo.

  • Observación de clases y grabaciones: Puede ser una observación de clase efectiva por parte de un colega de confianza (observación entre pares) o, aún más potente, grabarte a ti mismo (audio o video) y analizar tu propia práctica.

  • Encuestas y entrevistas breves: Pregunta a los estudiantes. Un simple “ticket de salida” (¿Qué fue lo más confuso de la clase de hoy?) es una mina de oro. O entrevistas cortas (focus groups) con 3-4 alumnos.

  • Triangulación sencilla: Esta palabra técnica solo significa “no te fíes de una sola fuente”. Compara lo que observaste (diario), con lo que los alumnos dijeron (encuesta) y con lo que hicieron (sus trabajos). Si las tres fuentes apuntan a lo mismo, tu hallazgo es sólido.

Ejemplos de proyectos de investigación-acción en Hispanoamérica

Este modelo no es una teoría anglosajona; está vivo y activo en las escuelas de nuestra región.

  • Chile: Mejora de la comprensión lectora. Existen numerosos proyectos donde docentes de secundaria han usado diarios reflexivos para analizar sus propias estrategias de lectura crítica. Han descubierto, por ejemplo, que dedicar tiempo a activar saberes previos tenía más impacto que la relectura.

  • Colombia: Convivencia escolar y educación para la paz. En contextos rurales y urbanos, maestros han utilizado la investigación-acción para involucrar a los estudiantes en la creación de sus propias normas de convivencia. En lugar de imponer reglas, investigaron juntos las fuentes de conflicto y diseñaron soluciones participativas.

  • México: Evaluación formativa colaborativa. Grupos de docentes en escuelas primarias han trabajado en ciclos de investigación-acción para mejorar sus prácticas de evaluación formativa en la NEM. Han experimentado con diferentes formas de retroalimentación efectiva, documentando cuáles generaban mayor autonomía en los estudiantes.

  • Argentina y Perú: Aprendizaje Basado en Proyectos (ABP). En ambos países, docentes han utilizado la investigación-acción para documentar la transición del modelo expositivo al aprendizaje basado en proyectos (ABP). Han analizado desafíos como la evaluación de proyectos ABP y el cambio en el rol del docente.

Cómo transformar hallazgos en mejora concreta

La investigación no termina cuando analizas los datos. Termina cuando la práctica cambia.

  1. Ajusta tu planificación didáctica: El primer paso es aplicar lo aprendido. Si descubriste que el aprendizaje cooperativo funciona, intégralo formalmente en tu planificación didáctica para el siguiente trimestre.

  2. Comparte con tus colegas: No guardes el descubrimiento. Organiza un café pedagógico, una breve reunión de equipo o comparte tus plantillas. La mentoría para docentes noveles se enriquece enormemente con estas experiencias prácticas.

  3. Documenta los hallazgos: Escribe un informe sencillo. No tiene que ser académico. Un documento de dos páginas que explique: 1) El problema, 2) Lo que hice, 3) Lo que aprendí. Esto crea memoria institucional.

  4. Incorpora la cultura del “docente investigador”: El objetivo a largo plazo es que esta mentalidad sea parte de la cultura escolar. Que la pregunta “¿qué evidencia tenemos de que esto funciona?” sea habitual en las reuniones docentes.

Desafíos comunes y cómo superarlos

Ser un docente investigador no es fácil. Es importante ser realistas sobre los obstáculos.

“No tengo tiempo”

Es el desafío número uno. La gestión del tiempo para docentes es compleja.

  • Solución: Empezar con “micro-investigaciones”. No intentes cambiar el mundo en un mes. Elige una pregunta muy pequeña y un ciclo corto (ej. dos semanas).

“No tengo formación en investigación”

El miedo a no saber cómo hacerlo “correctamente”.

  • Solución: La investigación-acción es flexible. Confía en tus competencias docentes. Empieza con las herramientas que ya manejas (observación, diálogo) y aprende sobre la marcha. Busca un colega para hacerlo juntos.

“Hay desconfianza institucional”

A veces, los directivos ven la investigación como una amenaza o una pérdida de tiempo.

  • Solución: Promover una cultura de aprendizaje, no de control. Habla con tu director no en términos de “problema”, sino de “oportunidad de mejora”. Muestra cómo tu proyecto se alinea con el Proyecto Educativo Institucional (PEI).

“Exceso de formalismo”

El miedo a tener que llenar papeles y burocracia.

  • Solución: El formato debe servir al docente, no al revés. Un diario de campo en audio (notas de voz al final del día) puede ser igual de válido que uno escrito. Lo importante es la reflexión sistemática.

De la práctica al conocimiento compartido

El último paso de la investigación-acción en el aula es sacar ese conocimiento del ámbito privado. Cuando los docentes comparten lo que aprenden, contribuyen a un cuerpo de conocimiento pedagógico invaluable.

Puedes socializar tus resultados en boletines escolares, blogs educativos (como este), o en encuentros pedagógicos regionales. La importancia de narrar la experiencia es vital. Tu historia, tu pequeño fracaso y tu eventual éxito, pueden ser la inspiración que otro docente necesita.

Esto es especialmente relevante en nuestra región. Generar “pedagogía desde el Sur” implica construir conocimiento desde nuestras propias realidades, con nuestros recursos y nuestros desafíos del aula hispanoamericana, en lugar de solo importar modelos.

Toda gran innovación educativa empieza con una pregunta honesta y una observación sistemática. La investigación-acción en el aula no es una carga extra de trabajo; es una forma diferente de trabajar. Es el método que convierte la rutina en mejora, la frustración en un proyecto, y al docente en el protagonista del cambio.

Te quita del asiento del pasajero, donde aplicas currículos de otros, y te pone en el asiento del conductor de tu propia práctica profesional.

El aula es el laboratorio más potente del mundo, siempre que el maestro decida mirar, registrar y transformar.

Glosario

  • Investigación-Acción (I-A): Metodología de investigación donde el profesional (docente) estudia su propia práctica para mejorarla, siguiendo un ciclo de planificar, actuar, observar y reflexionar.

  • Práctica Reflexiva: Proceso intelectual y disciplinado de analizar la propia práctica profesional para comprenderla y mejorarla. Es la base de la investigación-acción.

  • Triangulación de datos: Técnica de validación que consiste en cruzar y comparar la información obtenida de diferentes fuentes (ej. observación del docente, encuestas a alumnos, análisis de trabajos) para dar más solidez a las conclusiones.

  • Diario de Campo: Herramienta de registro sistemático donde el docente-investigador anota observaciones, reflexiones, incidentes y análisis de su práctica cotidiana.

  • Ciclo en Espiral: Metáfora que describe la naturaleza de la I-A, donde cada ciclo de reflexión conduce a un nuevo ciclo de acción, cada vez con mayor profundidad y comprensión.

Preguntas Frecuentes (FAQ)

1. ¿Cuánto tiempo tarda un ciclo de investigación-acción? Depende de la pregunta. Una “micro-investigación” sobre una actividad específica puede durar solo dos semanas. Un proyecto sobre el clima escolar o métodos de lectura puede abarcar un trimestre o un semestre completo. Lo ideal es empezar con ciclos cortos.

2. ¿Puedo hacer investigación-acción yo solo? Sí. Se llama investigación-acción individual y es perfectamente válida. Sin embargo, muchos autores recomiendan la I-A colaborativa (con uno o más colegas) porque el diálogo enriquece la reflexión y el apoyo mutuo ayuda a mantener la motivación.

3. ¿Cuál es la diferencia entre esto y simplemente “probar cosas nuevas”? La diferencia clave es la sistematicidad. “Probar cosas nuevas” es ensayo y error. La investigación-acción es un ensayo (acción) seguido de un registro sistemático (observación) y un análisis basado en evidencia (reflexión).

4. ¿Necesito permiso de la dirección de la escuela? Para intervenciones que no alteran el currículo (ej. cambiar tu forma de dar retroalimentación), generalmente no. Es una buena práctica informar a tu coordinador o director sobre tu interés en la “mejora de la práctica docente”. Si planeas algo que involucre a otros docentes o requiera recursos, deberás presentarlo como un proyecto.

5. ¿La investigación-acción es solo para identificar problemas? No. También es una herramienta fantástica para investigar “puntos brillantes”. Si algo en tu clase funciona espectacularmente bien (ej. un proyecto de gamificación), puedes usar la I-A para investigar por qué funciona tan bien, y así poder replicarlo, mejorarlo y compartirlo.

6. ¿Qué pasa si mi intervención falla? En la investigación-acción no hay “fracasos”, solo “hallazgos”. Si tu plan de acción no produjo la mejora esperada, el objetivo de la fase de reflexión es entender por qué. Ese aprendizaje es, en sí mismo, un éxito y es el punto de partida para un plan de acción mejorado.

Bibliografía

  • Carr, W. y Kemmis, S. (1988). Teoría crítica de la enseñanza: la investigación-acción en la formación del profesorado. Barcelona: Martínez Roca.

  • Colmenares, A. M. y Piñero, M. L. (2008). La Investigación Acción. Una herramienta metodológica heurística para la comprensión y transformación de realidades y prácticas socio-educativas. Laurus, 14(27), 96-114.

  • Elliott, J. (1993). El cambio educativo desde la investigación-acción. Madrid: Morata.

  • Latorre, A. (2003). La investigación-acción: conocer y cambiar la práctica educativa. Barcelona: Graó.

  • Restrepo, B. (2004). La investigación-acción educativa: Pistas para su implementación. Bogotá: Convenio Andrés Bello.

  • Sandín, M. P. (2003). Investigación cualitativa en educación. Fundamentos y tradiciones. Madrid: McGraw-Hill.

  • Schenone, L. y M., S. (2019). La investigación-acción como estrategia de formación permanente del profesorado. Revista Electrónica Educare, 23(3), 1-21.

  • Stenhouse, L. (1987). La investigación como base de la enseñanza. Madrid: Morata.

  • Stringer, E. (2007). Action research in education. Upper Saddle River, NJ: Pearson/Merrill Prentice Hall. (Aunque en inglés, es un referente clave con muchas traducciones de sus conceptos).

  • Zabala, A. (2000). La práctica educativa: cómo enseñar. Barcelona: Graó. (Ofrece un marco excelente para analizar la práctica que se va a investigar).

Dejá un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

This site uses Akismet to reduce spam. Learn how your comment data is processed.