¿Por qué, desde la cuna, algunos bebés se sobresaltan con cada nuevo ruido mientras otros observan el mundo con una calma imperturbable? ¿Qué hace que un niño pequeño corra a explorar un parque desconocido sin dudarlo, mientras otro se aferra a la pierna de su cuidador? Estas preguntas, que resuenan en la mente de padres y educadores por igual, nos llevan al corazón de uno de los misterios más fascinantes del desarrollo humano: el temperamento. En el panteón de los autores de la pedagogía y la psicología que han arrojado luz sobre esta cuestión, la figura de Jerome Kagan brilla con una intensidad particular. Su trabajo pionero revolucionó nuestra comprensión sobre cómo las predisposiciones biológicas innatas sientan las bases de nuestra vida emocional y social.
Kagan nos enseñó que la timidez o la audacia no son simples elecciones de comportamiento, sino manifestaciones de una compleja interacción entre la neurobiología y la experiencia. Su investigación nos invita a mirar más allá de las etiquetas y a comprender la arquitectura interna que moldea las respuestas emocionales de cada niño. En un mundo que a menudo valora la extroversión y la rapidez, la perspectiva de Jerome Kagan y el temperamento infantil es un llamado a la paciencia, la empatía y la adaptación pedagógica. Sus estudios longitudinales, que siguieron a niños desde la infancia hasta la edad adulta, demostraron que, aunque el temperamento no es un destino inmutable, sí traza un camino probable que la educación y el cuidado pueden ayudar a navegar.
Este artículo profundiza en la vida y el legado de Jerome Kagan. Exploraremos sus conceptos fundamentales de temperamento “inhibido” y “desinhibido”, analizaremos cómo estas tendencias innatas influyen en el desarrollo emocional y social, y ofreceremos estrategias prácticas para apoyar a cada niño en el aula y en el hogar. Descubriremos por qué sus ideas, aunque arraigadas en la biología, tienen profundas implicaciones para una pedagogía crítica y una educación inclusiva en el contexto hispanoamericano.
Qué vas a encontrar en este artículo
Biografía y trayectoria de Jerome Kagan
La historia de Jerome Kagan (1929-2021) es la de una mente curiosa e incansable que dedicó su vida a descifrar los orígenes de la personalidad. Su trayectoria no solo lo consolidó como uno de los psicólogos del desarrollo más influyentes del siglo XX, sino que también cambió para siempre la forma en que pensamos sobre la relación entre el cerebro, las emociones y el entorno.
Orígenes y formación en psicología del desarrollo
Nacido en Newark, Nueva Jersey, en el seno de una familia de inmigrantes de Europa del Este, Kagan creció en un entorno que, aunque humilde, valoraba el conocimiento y el debate intelectual. Se graduó en la Universidad de Rutgers y obtuvo su doctorado en Psicología en la Universidad de Yale. Sus primeros trabajos estuvieron influenciados por las corrientes dominantes de la época, como el conductismo y el psicoanálisis. Sin embargo, pronto comenzó a sentirse insatisfecho con estas explicaciones, que le parecían insuficientes para dar cuenta de las marcadas diferencias individuales que observaba en los niños desde una edad muy temprana.
Este escepticismo lo llevó a uno de sus primeros grandes proyectos: un estudio longitudinal en Fels Research Institute, donde siguió a un grupo de niños desde el nacimiento hasta la adolescencia. Allí se dio cuenta de que algunas características, como la pasividad o la impulsividad, mostraban una sorprendente estabilidad a lo largo del tiempo, lo que sugería la existencia de una base biológica subyacente. Esta intuición marcaría el rumbo del resto de su carrera y lo alejaría de las explicaciones puramente ambientalistas.
Principales investigaciones y publicaciones destacadas
En 1964, Kagan se unió a la Universidad de Harvard, donde llevaría a cabo sus investigaciones más famosas. Fue aquí donde desarrolló su innovadora teoría del temperamento, centrada en las categorías de “inhibido” y “desinhibido”. A través de meticulosos estudios de laboratorio, observó y midió las reacciones de bebés y niños pequeños ante estímulos novedosos (un móvil de colores, un ruido extraño, una persona desconocida).
Descubrió que aproximadamente un 20% de los niños reaccionaban con agitación, llanto y una elevada actividad motora (alta reactividad), mientras que un 40% se mostraba tranquilo y explorador (baja reactividad). Al seguir a estos niños a lo largo de los años, encontró una correlación significativa: los bebés altamente reactivos tenían muchas más probabilidades de convertirse en niños tímidos, cautelosos y temerosos (temperamento inhibido), mientras que los de baja reactividad tendían a ser sociables, audaces y espontáneos (temperamento desinhibido).
Estos hallazgos fueron publicados en obras fundamentales como “Galen’s Prophecy: Temperament in Human Nature” (1994) y “The Temperamental Thread: How Genes, Culture, Time and Luck Make Us Who We Are” (2010). Sus escritos no solo presentaron datos empíricos, sino que también reflexionaron profundamente sobre las implicaciones filosóficas y éticas de sus descubrimientos, debatiendo sobre el libre albedrío y el determinismo biológico.
Reconocimientos y su legado en instituciones académicas
El trabajo de Kagan fue ampliamente reconocido por la comunidad científica. Recibió el Premio a la Contribución Científica Distinguida de la Asociación Estadounidense de Psicología (APA) y el prestigioso Premio Grawemeyer en Psicología. Su influencia se extendió más allá de sus publicaciones; como profesor en Harvard durante décadas, formó a generaciones de psicólogos e investigadores que continúan explorando las complejidades del desarrollo infantil.
Su legado es el de un pionero que se atrevió a reintroducir la biología en la conversación sobre el desarrollo de la personalidad, en un momento en que el péndulo se inclinaba fuertemente hacia el ambientalismo. Al hacerlo, no negó la importancia del entorno, sino que propuso un modelo más matizado y realista: nacemos con ciertas predisposiciones, pero es la danza continua entre nuestra naturaleza y la crianza la que finalmente esculpe quiénes somos.

Conceptos fundamentales del temperamento infantil
Para aplicar las ideas de Kagan en cualquier contexto educativo, es crucial comprender los conceptos centrales de su teoría. Su trabajo nos ofrece un vocabulario preciso para describir las diferencias innatas en la reactividad emocional de los niños, anclando estas observaciones en procesos neurobiológicos.
Definición de temperamento inhibido y desinhibido
Kagan definió el temperamento como un conjunto de predisposiciones biológicas estables que modulan la reactividad del sistema nervioso ante la estimulación. A diferencia de la personalidad, que es más amplia y se construye con el tiempo, el temperamento es el punto de partida, el “núcleo” biológico. Sus dos categorías más famosas son:
Temperamento Inhibido (o de alta reactividad): Se manifiesta en bebés que reaccionan con gran intensidad a estímulos novedosos o inesperados. Muestran tensión motora, llanto y angustia. En la niñez, estos individuos tienden a ser cautelosos, tímidos, ansiosos y socialmente retraídos ante situaciones o personas desconocidas. No es que no quieran jugar con otros niños, sino que su sistema nervioso entra en un estado de alerta que los paraliza o los lleva a buscar la seguridad de lo familiar.
Temperamento Desinhibido (o de baja reactividad): Se observa en bebés que permanecen relajados y tranquilos ante la novedad. En la niñez, tienden a ser sociables, audaces, espontáneos y exploradores. Se acercan a lo desconocido con curiosidad en lugar de miedo. Esto no los hace “mejores”, pero sí los predispone a un estilo de interacción social muy diferente.
Es importante destacar que estos son extremos de un espectro. La mayoría de los niños (alrededor del 40%) se encuentran en un punto intermedio, mostrando una mezcla de ambas tendencias.
Influencia de factores biológicos y ambientales en el desarrollo emocional
Kagan fue un interaccionista. Sostenía que la biología no es un destino. La pieza central de su teoría biológica es la amígdala, una estructura en el cerebro emocional que actúa como un “detector de amenazas”. Kagan postuló que los niños con temperamento inhibido nacen con un umbral de excitabilidad más bajo en la amígdala. Esto significa que se necesita menos estimulación (un juguete nuevo, una cara desconocida) para que su amígdala se active y desencadene una respuesta de miedo o estrés.
Sin embargo, el ambiente juega un papel crucial en cómo se expresa esta predisposición. Un entorno familiar sobreprotector puede reforzar las tendencias inhibitorias, enseñando al niño que el mundo es, en efecto, un lugar peligroso. Por el contrario, un entorno que fomenta la exploración gradual y segura, donde los cuidadores animan al niño a enfrentar sus miedos en pequeñas dosis y con apoyo (una práctica conocida como “andamiaje”), puede ayudar a modular estas tendencias. La participación familiar es, por tanto, un factor determinante.
Relación con el miedo, la ansiedad y la reactividad temprana
La teoría de Kagan proporciona un marco poderoso para entender el origen de la ansiedad infantil. Un temperamento inhibido no causa directamente un trastorno de ansiedad, pero sí representa un factor de riesgo significativo. Un niño altamente reactivo es más propenso a interpretar situaciones ambiguas como amenazantes y a experimentar el mundo con un nivel de alerta crónicamente elevado.
Este entendimiento tiene profundas implicaciones para el rol del docente y la gestión del aula. Un maestro que comprende la base biológica de la timidez de un alumno dejará de verlo como un acto de desafío o desinterés. En su lugar, reconocerá que la reticencia del niño a participar es una manifestación de su neurobiología y que necesita un clima escolar que le ofrezca seguridad emocional y estrategias adaptadas para poder involucrarse a su propio ritmo.
Desarrollo socioemocional en la infancia según Kagan
El temperamento no es una característica aislada; es el lienzo sobre el cual se pintan las experiencias sociales y emocionales de un niño. La teoría de Kagan nos ayuda a entender cómo estas predisposiciones innatas dan forma a las interacciones del niño con el mundo y, a su vez, cómo esas interacciones moldean su personalidad en desarrollo.
Etapas clave del desarrollo emocional desde la infancia
Kagan, en línea con otros teóricos del desarrollo, entendía que la vida emocional evoluciona. La reactividad observada en un bebé de 4 meses no es la misma que la timidez de un niño de 4 años, aunque puedan estar conectadas.
Infancia temprana (0-2 años): En esta etapa, el temperamento se manifiesta como reactividad fisiológica. No se trata de emociones complejas como la vergüenza o el orgullo, sino de respuestas más básicas de angustia o calma ante la estimulación sensorial. El vínculo pedagógico y afectivo con los cuidadores es fundamental aquí para regular estos estados.
Edad preescolar (3-5 años): A medida que se desarrolla la autoconciencia, la reactividad biológica se transforma en emociones sociales reconocibles. El niño inhibido comienza a mostrar timidez y cautela en interacciones con pares. El niño desinhibido muestra espontaneidad y sociabilidad. Es en esta etapa donde la socialización y las primeras experiencias escolares comienzan a tener un impacto significativo.
Edad escolar (6-12 años): Las tendencias temperamentales continúan influyendo en el comportamiento. El niño inhibido puede experimentar ansiedad social, evitar el centro de atención y preferir jugar con uno o dos amigos cercanos. El niño desinhibido puede ser más propenso a tomar riesgos, a buscar la novedad y a disfrutar de grandes grupos. El manejo de emociones se convierte en una habilidad clave.
Impacto en la formación de la personalidad y el comportamiento social
El temperamento no determina la personalidad, pero sí la influye poderosamente. Es como tener una “mano” de cartas en un juego; no garantiza ganar o perder, pero sí condiciona las estrategias que se pueden emplear.
Un niño inhibido puede desarrollar una personalidad más introvertida, reflexiva y observadora. Puede destacar en actividades que requieren concentración y atención al detalle. Su desafío será gestionar la ansiedad social y desarrollar la confianza para expresar sus ideas y deseos.
Un niño desinhibido puede desarrollar una personalidad extrovertida, carismática y orientada a la acción. Puede ser un líder natural y disfrutar de los desafíos. Su reto será desarrollar la autorregulación, la reflexión antes de actuar y la sensibilidad a las señales sociales de los demás.
Es crucial entender que ningún temperamento es inherentemente “bueno” o “malo”. La sociedad occidental tiende a celebrar la extroversión, lo que puede poner en desventaja a los niños inhibidos. Una misión clave de la educación es crear entornos que valoren y nutran ambos estilos, reconociendo las fortalezas únicas de cada uno.
Diferencias en la adaptación a entornos novedosos
La reacción a la novedad es el campo de pruebas por excelencia del temperamento. El inicio de la escolaridad, un cambio de aula, la introducción de una nueva actividad o incluso la presencia de un maestro suplente son situaciones que revelan estas diferencias de manera clara.
Un niño inhibido abordará la novedad con una estrategia de “detenerse y observar”. Necesita tiempo para analizar la situación, evaluar los riesgos y sentirse seguro antes de participar. Forzarlo a involucrarse rápidamente puede ser contraproducente y aumentar su ansiedad.
Un niño desinhibido, en cambio, se lanzará a la novedad con una estrategia de “aproximación y exploración”. Su curiosidad supera su cautela. Si bien esto puede ser positivo, también puede llevarlo a ignorar reglas o riesgos potenciales.
Comprender estas diferencias es fundamental para una gestión del aula que sea sensible al desarrollo. Permite al docente anticipar las necesidades de sus alumnos y proporcionar el apoyo adecuado: dar tiempo y espacio al niño inhibido, y establecer límites claros y seguros para el niño desinhibido.

Estrategias prácticas para apoyar el desarrollo socioemocional
La teoría de Jerome Kagan no es solo un marco descriptivo; es una guía para la acción. Proporciona a docentes y padres herramientas para crear entornos que respeten el temperamento de cada niño y promuevan su bienestar socioemocional. El objetivo no es “cambiar” el temperamento, sino ayudar al niño a desarrollar estrategias de afrontamiento y a prosperar con su estilo único.
Intervenciones para niños con temperamento inhibido
El apoyo a un niño cauteloso y tímido debe centrarse en construir confianza y reducir la ansiedad, sin forzarlo a ser alguien que no es.
Preparación y anticipación: Antes de una situación nueva (como una excursión o una nueva clase), habla con el niño sobre lo que puede esperar. Describir el lugar, las personas y las actividades puede reducir la incertidumbre, que es un gran disparador de ansiedad.
Introducción gradual (andamiaje): No lo lances a la piscina. Permite que entre al agua poco a poco. En un grupo nuevo, deja que observe desde la periferia antes de unirse. Anímalo a interactuar primero con un solo niño en lugar de con todo el grupo.
Validar sus sentimientos: Frases como “no seas tímido” o “no hay nada que temer” son invalidantes. En su lugar, reconoce su emoción: “Veo que te sientes un poco nervioso. Es normal sentirse así en un lugar nuevo. Tomémonos un minuto para observar juntos”. Esto le enseña inteligencia emocional y autocompasión.
Enfocarse en sus fortalezas: Los niños inhibidos suelen ser excelentes observadores, muy empáticos y buenos para escuchar. Reconoce y valora estas cualidades. Asigna tareas que se alineen con estas fortalezas, como ser el “reportero” del grupo que anota las ideas de todos.
Enseñar habilidades sociales explícitamente: La timidez puede ser una barrera para aprender habilidades sociales. Practica en casa o en pequeños grupos cómo iniciar una conversación, cómo unirse a un juego o cómo pedir ayuda. El círculo de la palabra puede ser una herramienta poderosa en el aula.
Fomento de la resiliencia en temperamentos desinhibidos
Apoyar a un niño audaz y sociable implica ayudarlo a desarrollar el autocontrol y la conciencia de los demás, sin apagar su entusiasmo.
Establecer límites claros y consistentes: Los niños desinhibidos necesitan normas de convivencia muy claras y predecibles. Su impulsividad requiere de una estructura externa que los ayude a autorregularse.
Enseñar a “pensar antes de actuar”: Utiliza rutinas de pensamiento visible. Antes de comenzar una tarea arriesgada, haz preguntas como: “¿Cuál es el plan?”, “¿Qué podría pasar?”, “¿Hay una forma más segura de hacerlo?”.
Desarrollar la empatía y la toma de perspectiva: Suelen estar tan centrados en la acción que pueden pasar por alto los sentimientos de los demás. Realiza actividades de empatía y reflexión. Ayúdalos a interpretar las señales no verbales de sus compañeros. Pregúntales: “¿Cómo crees que se sintió tu amigo cuando le quitaste el juguete?”.
Canalizar su energía de forma productiva: Estos niños necesitan movimiento y desafíos. Involúcralos en proyectos interdisciplinarios y roles de liderazgo que les permitan usar su energía de manera positiva, como organizar una parte de un evento escolar o liderar un juego en el recreo.
Ejemplos de estudios longitudinales y aplicaciones reales
El poder de las ideas de Kagan proviene de sus estudios a largo plazo. Al seguir a los mismos individuos durante décadas, demostró que un niño de 2 años altamente inhibido no estaba “condenado” a ser un adulto con fobia social. Muchos de ellos se convertían en adultos funcionales y exitosos, aunque a menudo elegían profesiones que se ajustaban a su temperamento (como escritores, científicos o programadores). Esto demuestra que la intervención y el apoyo temprano funcionan.
En la práctica, un programa de educación inicial inspirado en Kagan no buscaría que todos los niños participen por igual en la asamblea, sino que crearía múltiples formas de participación: algunos hablarán, otros mostrarán un dibujo, otros señalarán una idea. Se trata de una aplicación práctica del Diseño Universal para el Aprendizaje (DUA) al ámbito socioemocional.
Impacto en la pedagogía y la inclusión socioemocional
Las teorías de Jerome Kagan tienen el potencial de humanizar la práctica pedagógica. Al equipar a los educadores con un entendimiento más profundo de las diferencias individuales, sus ideas promueven aulas más inclusivas, empáticas y efectivas, donde el bienestar emocional se considera un prerrequisito para el aprendizaje académico.
Aplicaciones en entornos de vulnerabilidad infantil
En contextos de vulnerabilidad, donde los niños pueden estar expuestos a estrés crónico o trauma, la comprensión del temperamento es aún más crítica. Un niño con un temperamento inhibido que vive en un entorno caótico o inseguro tiene un riesgo mucho mayor de desarrollar problemas de ansiedad. Su sistema nervioso, ya de por sí sensible, está constantemente sobrecargado.
Para estos niños, la escuela puede y debe ser un refugio seguro. Un docente informado por las ideas de Kagan puede:
Crear rutinas predecibles que reduzcan la incertidumbre.
Establecer un rincón de la calma en el aula donde un niño sobreestimulado pueda retirarse.
Ser una fuente de corregulación emocional, ayudando al niño a calmar su sistema nervioso a través de un tono de voz suave y una presencia tranquilizadora.
Este enfoque preventivo es fundamental para construir la resiliencia y mitigar los efectos adversos tanto de la predisposición biológica como del entorno.
Beneficios para la prevención de problemas emocionales
Uno de los mayores beneficios del modelo de Kagan es su potencial preventivo. Al identificar tempranamente a los niños con temperamentos en los extremos del espectro, podemos intervenir antes de que las dificultades se cristalicen en problemas más serios.
Para los niños inhibidos, un apoyo temprano puede prevenir la escalada de la timidez hacia la ansiedad social, el mutismo selectivo o la fobia escolar.
Para los niños desinhibidos, una guía temprana en autorregulación puede prevenir problemas de conducta, impulsividad y dificultades en las relaciones con sus pares.
Esto representa un cambio desde un modelo reactivo (esperar a que surja el problema) hacia un modelo proactivo y de promoción de la salud emocional.
Desafíos en la integración con enfoques educativos modernos
A pesar de su valor, integrar las ideas de Kagan en el sistema educativo presenta desafíos. La presión por la estandarización y los resultados académicos a menudo deja poco tiempo y espacio para atender las necesidades emocionales individuales. Las ratios elevadas de alumnos por docente dificultan la observación y el apoyo personalizado que su modelo requiere.
Además, existe el riesgo de una mala interpretación de sus teorías, usándolas para etiquetar y encasillar a los niños (“él es el niño inhibido”), lo cual es precisamente lo contrario de lo que Kagan pretendía. La clave es usar el conocimiento del temperamento no para definir a un niño, sino para entender mejor cómo apoyarlo. Esto requiere una sólida formación docente que combine la psicología del desarrollo con la práctica pedagógica.
Conexiones con la pedagogía crítica y figuras afines
Aunque Jerome Kagan proviene del campo de la psicología empírica y no de la filosofía educativa, su trabajo dialoga de manera sorprendentemente fructífera con la tradición de la pedagogía crítica, especialmente si lo leemos con una lente humanista.
Paralelismos con Paulo Freire y la educación liberadora
A primera vista, el biólogo del desarrollo y el pedagogo revolucionario parecen mundos aparte. Sin embargo, comparten una premisa fundamental: el profundo respeto por el sujeto del aprendizaje.
Rechazo a la estandarización del ser humano: Paulo Freire criticó la “educación bancaria” por tratar a todos los estudiantes como recipientes vacíos e idénticos. Kagan, desde la biología, demuestra que esta premisa es falsa. Su trabajo es un argumento científico contra la homogeneización, mostrando que los niños llegan al mundo con diferencias neurobiológicas reales que deben ser respetadas.
“Leer el mundo” y “leer al niño”: Freire afirmaba que la alfabetización comienza con “leer el mundo” del estudiante. De manera análoga, el enfoque de Kagan nos enseña a “leer al niño”: a observar y comprender su disposición temperamental innata como el punto de partida para cualquier intervención pedagógica. Ignorar el temperamento de un niño es tan opresivo como ignorar su contexto social y cultural.
Empoderamiento a través del autoconocimiento: Una educación liberadora, para Freire, conduce a la “concientización”. Ayudar a un niño a entender su propio temperamento (“A veces te sientes nervioso con gente nueva, y eso está bien. Veamos qué te ayuda a sentirte más cómodo”) es una forma de educación emocional que empodera. Le da herramientas para entenderse a sí mismo y para navegar el mundo desde su propia singularidad, en lugar de sentir que hay algo “malo” en él.
Influencias mutuas con teóricos del desarrollo emocional
El trabajo de Kagan se inscribe en una conversación más amplia con otros gigantes de la psicología del desarrollo. Sus ideas sobre la base biológica de las emociones complementan la teoría del apego de John Bowlby, que se centra en la importancia de las relaciones tempranas. Un niño con un temperamento inhibido y un apego inseguro enfrenta un doble riesgo, mientras que un apego seguro puede ser el factor protector que le permita superar sus miedos.
También se conecta con la neuroeducación contemporánea, que busca aplicar los descubrimientos del cerebro que todo docente debe conocer. Kagan fue uno de los primeros en tender un puente sólido entre la observación del comportamiento en el aula y los procesos que ocurren en el cerebro infantil.
Relevancia en la pedagogía socioemocional latinoamericana
En América Latina, donde la socialización escolar es crucial y donde a menudo se valora mucho la calidez y la expresividad en las relaciones, los niños inhibidos pueden enfrentar una presión cultural particular. Las ideas de Kagan son una herramienta valiosa para que los educadores de la región promuevan una visión más amplia y diversa de la normalidad emocional. Ayudan a desafiar el estigma asociado a la timidez y a crear actividades inclusivas que valoren tanto la reflexión silenciosa como la participación extrovertida, contribuyendo a una cultura escolar más justa y empática.
Aplicaciones actuales y legado en Hispanoamérica
El impacto de Jerome Kagan trasciende las fronteras de la academia y del mundo anglosajón. Sus conceptos se han filtrado en la práctica clínica, la política de la primera infancia y la conciencia popular en muchos países de habla hispana, incluso si su nombre no siempre es explícitamente citado.
Influencia en programas de desarrollo infantil modernos
Muchos programas de atención a la primera infancia en Hispanoamérica, que buscan promover el desarrollo integral, han incorporado la idea de la “sensibilidad” del cuidador. Esta sensibilidad implica la capacidad de leer las señales del niño y responder adecuadamente, un concepto que está directamente alineado con la necesidad de adaptar la interacción al temperamento del niño. Cuando un programa de educación inicial en Chile o un jardín de infantes en Colombia capacita a sus educadores para reconocer y apoyar diferentes estilos emocionales, está aplicando, en esencia, el legado de Kagan.
Ejemplos de implementación en escuelas y comunidades
En la práctica diaria, la influencia de Kagan se ve en:
Protocolos de adaptación escolar: Muchos preescolares ya no esperan que todos los niños se adapten al mismo ritmo. Implementan períodos de adaptación flexibles donde los padres pueden permanecer en el aula, permitiendo que los niños más inhibidos se aclimaten gradualmente.
Psicología clínica infantil: Los psicólogos infantiles en España o México utilizan rutinariamente el concepto de temperamento para diagnosticar y tratar la ansiedad infantil. En lugar de patologizar la timidez, la entienden como un factor de riesgo que requiere estrategias de afrontamiento y apoyo ambiental.
Crianza consciente: La literatura y los talleres para padres a menudo hablan de “conocer a tu hijo” y respetar su personalidad única. Esta idea, ahora popular, tiene sus raíces científicas en el trabajo de Kagan sobre las diferencias temperamentales innatas.
Desafíos futuros para una educación socioemocional inclusiva
El principal desafío en Hispanoamérica es pasar del discurso a la práctica generalizada. Si bien las ideas son influyentes en círculos especializados, a menudo no llegan al docente de a pie, que enfrenta aulas sobrepobladas y presiones curriculares. El futuro de una educación socioemocional verdaderamente inclusiva depende de:
Invertir en formación docente: Los maestros necesitan formación práctica sobre cómo identificar y apoyar los diferentes temperamentos.
Reducir las ratios de alumnos: Es casi imposible ofrecer apoyo individualizado en clases de 30 o 40 niños pequeños.
Cambiar la cultura de evaluación: Mientras el éxito se mida únicamente con pruebas académicas estandarizadas, el desarrollo socioemocional seguirá siendo un objetivo secundario.
Jerome Kagan nos legó un mapa para explorar uno de los territorios más íntimos y determinantes de la experiencia humana: los cimientos de nuestra vida emocional. Su trabajo nos liberó de las explicaciones simplistas del conductismo y el psicoanálisis, ofreciendo una visión matizada donde la biología y la biografía danzan juntas. Nos enseñó que Jerome Kagan y el temperamento infantil no es un tema de nicho para psicólogos, sino un conocimiento fundamental para cualquiera que busque educar de una manera más humana y efectiva.
Su mayor contribución fue, quizás, darnos un lenguaje científico para la empatía. Al entender que la timidez de un niño puede estar arraigada en la reactividad de su amígdala, nuestra respuesta cambia del juicio a la compasión, de la presión a la paciencia. Este cambio de perspectiva es revolucionario.
Para los educadores de Hispanoamérica, que trabajan en contextos de inmensa diversidad y desafío, el legado de Kagan es una herramienta de equidad. Nos recuerda que la verdadera inclusión no es tratar a todos por igual, sino comprender y valorar las diferencias que hacen a cada niño único. En cada aula donde un maestro se toma un momento extra para animar al niño silencioso o para guiar con firmeza al impulsivo, las ideas de Jerome Kagan están vivas, construyendo cimientos emocionales más sólidos para las generaciones futuras.
Glosario
Temperamento: Conjunto de predisposiciones biológicas innatas y estables que determinan el estilo característico de reacción emocional y conductual de una persona ante el entorno. Es considerado el núcleo de la personalidad.
Temperamento Inhibido: Caracterizado por una alta reactividad fisiológica y conductual ante la novedad. En la niñez, se manifiesta como timidez, cautela y ansiedad social.
Temperamento Desinhibido: Caracterizado por una baja reactividad ante la novedad. En la niñez, se manifiesta como audacia, sociabilidad y espontaneidad.
Amígdala: Una estructura cerebral en forma de almendra, parte del sistema límbico, que juega un papel central en el procesamiento de las emociones, especialmente el miedo y la ansiedad.
Estudio Longitudinal: Un tipo de investigación que observa y mide las mismas variables en los mismos sujetos durante un período prolongado de tiempo, a menudo décadas.
Reactividad: La excitabilidad del sistema nervioso en respuesta a la estimulación sensorial. Kagan la midió a través de la actividad motora, el llanto y la frecuencia cardíaca en bebés.
Preguntas Frecuentes (FAQ)
1. ¿El temperamento es lo mismo que la personalidad? No, aunque están relacionados. El temperamento es la base biológica e innata de nuestras reacciones emocionales (el “cómo” de nuestra conducta). La personalidad es un concepto mucho más amplio que se construye sobre el temperamento a través de las experiencias, la cultura, las relaciones y las elecciones personales (incluye creencias, valores y hábitos). Se puede pensar en el temperamento como la materia prima y en la personalidad como la escultura final.
2. ¿El temperamento de un niño puede cambiar con el tiempo? Según Kagan, el temperamento es notablemente estable, pero no es inmutable. Un niño no cambia de ser fundamentalmente inhibido a desinhibido, pero puede aprender a manejar y modular sus tendencias innatas. Un niño inhibido puede aprender estrategias para ser socialmente competente y valiente, aunque internamente siempre pueda tener una mayor tendencia a la cautela. El ambiente y la educación no cambian el núcleo, pero sí enseñan a gestionarlo.
3. ¿Cómo puedo saber si mi hijo es simplemente tímido o tiene un temperamento inhibido? La timidez es un comportamiento, mientras que el temperamento inhibido es la predisposición subyacente. Un niño puede actuar con timidez en una situación específica por muchas razones (cansancio, una mala experiencia previa). Un niño con un temperamento inhibido mostrará un patrón consistente de cautela y retraimiento ante diversos tipos de novedad (nuevas personas, lugares, alimentos, juguetes) desde una edad muy temprana, y a menudo esta reacción tiene un componente fisiológico visible (tensión, ritmo cardíaco acelerado).
4. ¿Ser desinhibido es siempre mejor que ser inhibido? No en absoluto. Cada temperamento tiene sus propias fortalezas y riesgos. Mientras que los niños inhibidos corren más riesgo de sufrir ansiedad, los niños desinhibidos tienen un mayor riesgo de desarrollar problemas de conducta, tomar riesgos peligrosos y tener dificultades con la autorregulación. La sociedad puede valorar más la extroversión, pero cualidades como la reflexión, la empatía y la cautela, a menudo asociadas con el temperamento inhibido, son igualmente valiosas.
Bibliografía
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