El sistema educativo a menudo se imagina como una carretera recta y predecible, una ruta única que todos los estudiantes deben transitar a la misma velocidad y de la misma manera. Sin embargo, la realidad del aula nos muestra un paisaje muy diferente: un entramado de caminos personales, con curvas, desvíos, pausas y ritmos únicos. Estos caminos son las trayectorias escolares de nuestros estudiantes, y comprenderlas es uno de los desafíos más importantes de la pedagogía moderna. Cada estudiante llega con su propia historia, sus propios recursos y sus propias dificultades, haciendo que la idea de un recorrido homogéneo sea más una aspiración teórica que una realidad tangible.
El acompañamiento pedagógico se convierte, entonces, en una brújula esencial. No se trata solo de enseñar contenidos, sino de guiar, sostener y personalizar los recorridos para que cada niño, niña y adolescente pueda avanzar y ejercer su derecho a aprender. Este enfoque se alinea con las políticas públicas que, cada vez con más fuerza, promueven una educación inclusiva y equitativa.
En este artículo, vamos a explorar en profundidad el concepto de trayectorias escolares. Analizaremos su definición, los distintos tipos que existen y los factores que las condicionan. Más importante aún, nos centraremos en el rol fundamental que docentes y equipos escolares tienen para detectar dificultades y desplegar estrategias efectivas de acompañamiento, transformando los desafíos en oportunidades y construyendo una escuela que aloje y potencie a todos sus estudiantes.
Qué vas a encontrar en este artículo
¿Qué son las trayectorias escolares?
Para empezar, definamos el concepto. Las trayectorias escolares se refieren a los recorridos que cada estudiante realiza a lo largo de su paso por el sistema educativo. Es una perspectiva que se aleja de la visión estática del “alumno” como una categoría abstracta y se enfoca en el “estudiante” como un sujeto con una historia, un presente y un futuro. Esta mirada analiza no solo si el estudiante está “dentro” o “fuera” de la escuela, sino cómo transita por ella: a qué ritmo, con qué apoyos, superando qué obstáculos y logrando qué aprendizajes.
Un breve recorrido por el concepto
Aunque la preocupación por el recorrido de los estudiantes no es nueva, el término “trayectorias escolares” cobró especial relevancia en la pedagogía y las políticas educativas latinoamericanas a principios del siglo XXI. Investigadoras como la pedagoga argentina Flavia Terigi fueron pioneras en sistematizar este enfoque. Su trabajo evidenció que el modelo tradicional de la escuela graduada, con sus tiempos y requisitos estandarizados, generaba una tensión constante con los recorridos reales de muchos estudiantes, especialmente los de sectores más vulnerables.
Este nuevo enfoque permitió cambiar la pregunta. En lugar de cuestionar “¿por qué este alumno fracasa?”, se empezó a preguntar “¿qué condiciones institucionales y contextuales están obstaculizando la trayectoria de este estudiante?”. Este cambio de perspectiva es fundamental, ya que desplaza la responsabilidad del individuo hacia el sistema y sus actores, promoviendo una cultura de corresponsabilidad. La historia de la educación muestra que cada época ha tenido que redefinir sus métodos para responder a las necesidades de su tiempo.
Diferencia entre trayectoria escolar ideal, esperada, real y discontinua
Para comprender el concepto en toda su complejidad, es útil distinguir entre diferentes tipos de recorridos:
- Trayectoria escolar teórica o ideal: Es el recorrido previsto por el sistema educativo en sus leyes y normativas. Implica ingresar a una edad determinada, avanzar un grado por año y finalizar en los tiempos estipulados, sin interrupciones ni repitencias. Es una línea recta y perfecta, un modelo abstracto que sirve como referencia organizativa.
- Trayectoria escolar esperada: Es lo que la escuela, como institución, y los docentes, como sus agentes, esperan de un “buen alumno”. Se parece mucho a la trayectoria ideal, pero incorpora las expectativas de la cultura escolar específica: buen comportamiento, participación activa, cumplimiento de tareas.
- Trayectoria escolar real: Es el camino que efectivamente transita cada estudiante. Rara vez coincide con el modelo ideal. Incluye repitencias, cambios de escuela, ausencias prolongadas, aprendizajes a distintos ritmos y todas las vicisitudes que forman parte de una vida. Puede ser más o menos lineal, pero siempre es única.
- Trayectorias escolares discontinuas: Este término se usa para describir aquellos recorridos que se alejan significativamente del modelo ideal. Se caracterizan por interrupciones, repitencias, sobreedad, abandono temporal o definitivo. Son estas trayectorias las que representan el mayor desafío para la escuela, ya que ponen en jaque su capacidad para garantizar la inclusión y la equidad.
Relación con el derecho a la educación
Mirar las trayectorias escolares desde esta perspectiva nos conecta directamente con el pleno ejercicio del derecho a la educación. Este derecho, consagrado en tratados internacionales y leyes nacionales, no se limita a garantizar un banco en una escuela. Implica el derecho a aprender, a permanecer en el sistema, a progresar y a recibir una educación de calidad que sea relevante para la vida.
Cuando un estudiante tiene una trayectoria discontinua, su derecho a la educación está siendo vulnerado o, al menos, se encuentra en riesgo. Por lo tanto, el acompañamiento de estas trayectorias no es una tarea asistencialista ni una opción, sino una obligación ética y profesional que busca materializar uno de los derechos humanos más fundamentales.

Tipos de trayectorias escolares
Las trayectorias escolares reales pueden clasificarse de diversas maneras para comprender mejor la naturaleza del recorrido de cada estudiante y los apoyos que podría necesitar. Si bien cada camino es único, podemos identificar patrones generales que nos ayudan a pensar en intervenciones más ajustadas.
- Trayectorias continuas o regulares: Corresponden a los recorridos que se asemejan al modelo teórico. Los estudiantes avanzan de manera sostenida, sin repitencias ni interrupciones significativas. Generalmente, cuentan con un sólido capital cultural familiar, buenas condiciones socioeconómicas y un entorno escolar que responde adecuadamente a sus necesidades. Sin embargo, es un error asumir que estas trayectorias no requieren atención; el acompañamiento también es clave para potenciar sus habilidades y atender sus necesidades emocionales.
- Trayectorias discontinuas o interrumpidas: Son las más desafiantes para el sistema. Incluyen situaciones como la repitencia, el abandono temporal (el estudiante deja la escuela por un período y luego regresa), el ausentismo crónico o el abandono definitivo. Estas interrupciones no son casuales; son síntomas de obstáculos que el estudiante no ha podido superar por sí solo. Son estas trayectorias escolares las que exigen un análisis profundo y una intervención institucional decidida.
- Trayectorias acompañadas o sostenidas institucionalmente: Se refieren a los recorridos de estudiantes que, a pesar de enfrentar serias dificultades (de aprendizaje, sociales, económicas o personales), logran continuar en la escuela gracias a un andamiaje deliberado y sistemático por parte de la institución. Este acompañamiento puede incluir tutorías, adaptaciones curriculares, trabajo en red con otras organizaciones o un fuerte vínculo pedagógico con un docente o directivo. Son la prueba de que la intervención escolar puede cambiar el rumbo de una historia.
- Trayectorias autónomas (o de reconstrucción solitaria): En algunos casos, estudiantes que han experimentado una fuerte discontinuidad logran reencauzar su recorrido por sus propios medios, a menudo en la educación para adultos o a través de programas de terminalidad. Si bien es admirable, esta situación evidencia una falla del sistema regular, que no supo o no pudo ofrecer el apoyo necesario en el momento oportuno.
Factores que determinan el tipo de trayectoria
El tipo de trayectoria no depende exclusivamente de la voluntad o capacidad del estudiante. Es el resultado de una compleja interacción de factores que podemos agrupar en varias dimensiones:
- Factores individuales: Incluyen la salud física y emocional del estudiante, la presencia de trastornos del aprendizaje como la dislexia o el TDAH, sus intereses, su motivación y su capacidad de resiliencia. También se consideran aquí las funciones ejecutivas, que son cruciales para la planificación y la autorregulación.
- Factores familiares: El nivel educativo de los padres, el capital cultural del hogar, la estabilidad económica, la estructura familiar, el apoyo y las expectativas familiares son determinantes. Una fuerte participación familiar en el proceso educativo suele asociarse a trayectorias más continuas.
- Factores escolares: Aquí entra en juego la calidad de la propuesta pedagógica de la escuela. Un currículum escolar rígido, un clima escolar hostil, la falta de recursos, la alta rotación de docentes o la ausencia de equipos de apoyo pueden convertirse en verdaderas barreras para el aprendizaje. Por el contrario, un entorno acogedor, flexible y con altas expectativas para todos favorece recorridos exitosos.
- Factores socioeconómicos y contextuales: La pobreza estructural, la desigualdad, la falta de acceso a servicios básicos (salud, vivienda), la violencia en el barrio o la necesidad de trabajar a temprana edad son factores que exceden a la escuela pero que impactan brutalmente en las trayectorias escolares. La equidad educativa no puede lograrse sin atender estas condiciones de vida.
Factores que afectan las trayectorias escolares
Profundicemos en los obstáculos más comunes que convierten una trayectoria potencialmente continua en una discontinua. Reconocerlos es el primer paso para poder actuar sobre ellos desde la escuela.
- Pobreza, desigualdad y exclusión social: La falta de recursos económicos impacta de múltiples maneras. Impide el acceso a materiales, a una alimentación adecuada (afectando la atención y concentración), y puede forzar a los jóvenes al trabajo prematuro. La desigualdad no es solo económica; también es simbólica, y se manifiesta cuando la cultura escolar no valora los saberes y experiencias de los estudiantes de contextos vulnerables.
- Discapacidad y barreras al aprendizaje: Un estudiante con discapacidad o con alguna dificultad específica del aprendizaje que no recibe los apoyos necesarios enfrenta una carrera de obstáculos. La barrera no es la discapacidad en sí misma, sino la falta de ajustes razonables, de estrategias de enseñanza diversificadas y de una mirada que se enfoque en las potencialidades y no en el déficit. Implementar el Diseño Universal para el Aprendizaje (DUA) es una estrategia fundamental para diseñar entornos de aprendizaje flexibles que eliminen estas barreras desde el inicio, permitiendo que todos los estudiantes puedan acceder y participar.
- Migración, movilidad geográfica o cambio frecuente de escuela: Las familias que se mudan con frecuencia, ya sea por trabajo, búsqueda de oportunidades o desplazamiento forzado, someten a los niños y adolescentes a un estrés adaptativo constante. Cada nueva escuela implica un nuevo currículum escolar, nuevos compañeros, nuevos docentes y nuevas normas de convivencia. Esta fragmentación puede dificultar la construcción de vínculos y la continuidad de los aprendizajes, afectando directamente las trayectorias escolares.
- Violencia escolar o familiar: Un entorno violento, ya sea en el hogar o en la propia escuela (como en casos de bullying), genera un impacto devastador en la salud emocional del estudiante. El miedo, la ansiedad y el estrés crónico son incompatibles con el aprendizaje. La escuela debe ser un espacio seguro, y cuando no lo es, se convierte en un factor de expulsión. Detectar señales de estrés o ansiedad es una competencia docente crucial.
- Currículum inflexible y evaluación punitiva: Un currículo sobrecargado, descontextualizado y que no dialoga con los saberes previos de los estudiantes puede generar desinterés y frustración. Si a esto se suma un sistema de evaluación que solo se enfoca en la calificación y en sancionar el error, en lugar de entenderlo como parte del proceso (ver papel del error en el aprendizaje), muchos estudiantes quedan etiquetados como “fracasados”. Urge transitar hacia una evaluación auténtica y formativa.
- Falta de acompañamiento pedagógico: A veces, el principal obstáculo es la propia soledad del estudiante frente a sus dificultades. Cuando no hay un adulto (docente, tutor, directivo) que lo mire, que le pregunte, que le ofrezca ayuda y que crea en sus posibilidades, es muy difícil que pueda sostener su trayectoria. El acompañamiento es el andamiaje que permite a los estudiantes construir su propio camino.

Cómo se detectan las trayectorias escolares problemáticas
El acompañamiento efectivo comienza con una detección temprana. No podemos esperar a que el estudiante abandone la escuela para actuar. Se trata de desarrollar una sensibilidad institucional para identificar las señales de alerta y actuar de manera preventiva.
- Indicadores de alerta temprana: Hay señales clásicas que nunca deben ser subestimadas. La repitencia de grado es la más evidente, ya que indica una fractura grave en el recorrido. Pero antes de eso, aparecen otras:
- Inasistencias reiteradas o intermitentes: El ausentismo es el prólogo del abandono. Cada ausencia es una oportunidad de aprendizaje perdida y una desconexión progresiva con el grupo y la tarea.
- Bajo rendimiento académico sostenido: No se trata de una mala nota aislada, sino de una dificultad persistente que el estudiante no logra superar. Es clave realizar una buena evaluación diagnóstica para comprender las causas.
- Aislamiento social o cambios abruptos de comportamiento: Un estudiante que se aísla, que muestra apatía, irritabilidad o tristeza puede estar manifestando dificultades que impactan en su escolaridad.
- Herramientas de evaluación institucional: Las escuelas pueden y deben crear sus propios sistemas de seguimiento. Esto puede incluir tableros de control sencillos (compartidos entre el equipo docente y directivo) donde se registren indicadores clave por estudiante: asistencia, calificaciones, observaciones de comportamiento, etc. Estos instrumentos de evaluación no buscan etiquetar, sino visibilizar a quienes necesitan mayor apoyo.
- Seguimiento docente y trabajo en equipo: El docente de aula es el observador privilegiado. Su mirada cotidiana es insustituible. Sin embargo, un solo docente no puede hacerlo todo. Es fundamental el trabajo colaborativo: reuniones de equipo para analizar casos, compartir estrategias y tomar decisiones conjuntas. La mirada de un preceptor, un tutor o un miembro del equipo de orientación puede complementar y enriquecer la del maestro.
- Importancia del enfoque preventivo y no reactivo: La clave es anticiparse. En lugar de intervenir cuando el problema ya es grave (por ejemplo, cuando un estudiante acumula 25 faltas), se debe actuar ante las primeras señales (cuando tiene 5 faltas injustificadas en un mes). Un llamado a la familia, una conversación con el estudiante o un pequeño ajuste pedagógico a tiempo pueden evitar que una dificultad menor se convierta en una crisis.
Acompañamiento de las trayectorias escolares: rol docente y estrategias
Una vez detectada la necesidad, llega el momento de la acción. El acompañamiento de las trayectorias escolares es una tarea artesanal, que requiere compromiso, creatividad y un profundo sentido de la pedagogía. Aquí detallamos el rol del docente y algunas estrategias concretas.
El rol docente como guía, mediador y referente
El rol del docente va mucho más allá de la transmisión de información. En el acompañamiento de trayectorias, el educador se convierte en:
- Guía: Ayuda al estudiante a ver el camino, a entender dónde está y cuáles son los próximos pasos posibles. No impone la ruta, sino que ofrece herramientas para que el propio estudiante pueda navegarla.
- Mediador: Actúa como puente. Media entre el estudiante y el conocimiento, buscando formas de hacerlo accesible y significativo (ver transposición didáctica). Media entre el estudiante y sus compañeros, fomentando un aprendizaje cooperativo. Y media entre la escuela y la familia, facilitando el diálogo.
- Referente afectivo: A menudo, lo que más necesita un estudiante en dificultades es un adulto que confíe en él. Un docente que establece un vínculo pedagógico sólido, basado en el respeto y el afecto, se convierte en una figura de sostén fundamental, un ancla que le da seguridad para seguir intentando.
Diferenciación pedagógica y apoyo personalizado
No todos los estudiantes aprenden de la misma manera ni al mismo tiempo. Acompañar las trayectorias implica romper con la lógica de la enseñanza homogénea y avanzar hacia la diferenciación.
- Adaptar contenidos y actividades: Implica adaptar contenidos según los niveles de los estudiantes. Para un mismo tema, se pueden ofrecer diferentes tipos de textos, distintos niveles de complejidad en las consignas o diversas opciones de productos finales (un ensayo, una presentación, un video, una maqueta).
- Flexibilizar los tiempos: Algunos estudiantes necesitan más tiempo para procesar la información o completar una tarea. El acompañamiento implica respetar esos ritmos, sin que ello signifique bajar las expectativas.
- Utilizar metodologías activas: Estrategias como el Aprendizaje Basado en Proyectos (ABP) o el Aprendizaje Basado en Problemas permiten que los estudiantes trabajen a su propio ritmo y desde sus propios intereses, facilitando la inclusión de todos.
Tutorías, acompañamiento afectivo y escucha activa
La tutoría, ya sea individual o en pequeños grupos, es una herramienta poderosa. Permite un seguimiento cercano, un espacio para resolver dudas académicas, pero sobre todo, para construir un vínculo. La educación emocional es el corazón del acompañamiento. La escucha activa es fundamental: dedicar tiempo a escuchar las preocupaciones, los intereses y las historias de los estudiantes, sin juzgar, valida sus experiencias y fortalece su autoestima. Realizar actividades de empatía y autoconocimiento puede ser muy beneficioso para todo el grupo.
La escuela como espacio de contención y construcción de vínculos
La escuela debe ser un lugar donde los estudiantes se sientan seguros y pertenecientes. Un buen clima escolar es un factor protector de las trayectorias escolares. Esto se construye con rutinas claras, normas consensuadas, espacios para el diálogo como el círculo de la palabra, y una política de tolerancia cero ante cualquier forma de maltrato. Cuando la escuela es un refugio, los estudiantes tienen más recursos para enfrentar las dificultades que provienen de otros ámbitos.
Trabajo colaborativo con otros actores
Ningún docente puede acompañar en soledad. Es imprescindible el trabajo en equipo con:
- Equipos de Orientación Escolar (EOE) o Departamentos de Psicopedagogía: Aportan una mirada especializada para evaluar dificultades y diseñar estrategias de intervención.
- Preceptores, auxiliares o inspectores: Tienen un contacto diferente y a menudo más informal con los estudiantes, lo que les permite detectar problemas que a veces pasan desapercibidos en el aula.
- Familias: Son aliados indispensables. Mantener una comunicación fluida y colaborativa, comunicando la evaluación a las familias de manera constructiva, es clave para alinear esfuerzos.
Políticas educativas que promueven el acompañamiento
El esfuerzo individual de los docentes y las escuelas es fundamental, pero debe estar enmarcado y sostenido por políticas públicas que le den dirección y recursos. A nivel regional, existen diversas iniciativas que buscan fortalecer el acompañamiento de las trayectorias escolares.
- Dispositivos de acompañamiento institucional: Muchos sistemas educativos han creado programas específicos, como los Planes de Apoyo Escolar, los Programas de Aceleración o las Tutorías Institucionales. Estos dispositivos proveen horas extra a los docentes o contratan profesionales específicos para trabajar con los estudiantes que presentan mayores dificultades.
- Programas de revinculación y terminalidad educativa: Para aquellos que ya han abandonado, existen programas como “Volver a la escuela” o bachilleratos para adultos que ofrecen formatos más flexibles (cursada semipresencial, sistemas modulares) para facilitar la finalización de los estudios. Estos programas son vitales para reparar las trayectorias escolares rotas.
- Políticas de inclusión educativa y de educación integral: Las leyes que promueven la educación inclusiva y la educación sexual integral, por ejemplo, son marcos normativos que obligan a las escuelas a repensar sus prácticas para alojar la diversidad y atender las dimensiones socioafectivas de los estudiantes, dos pilares del acompañamiento.
- Marco legal: El derecho a la educación está amparado por las constituciones nacionales y por tratados internacionales como la Convención sobre los Derechos del Niño. Conocer este marco legal empodera a los equipos docentes para exigir las condiciones necesarias para garantizar este derecho.
El trabajo en red: familia, escuela y comunidad
La escuela no puede sola. La responsabilidad de sostener las trayectorias escolares es compartida. Se necesita tejer una red de contención que involucre a todos los actores relevantes en la vida de un niño o adolescente.
- La corresponsabilidad en el acompañamiento: Este concepto implica que la familia, la escuela y el Estado tienen responsabilidades compartidas, aunque diferenciadas, en la educación. No se trata de culpar a la familia por las dificultades del estudiante, sino de invitarla a ser parte de la solución.
- Relación escuela-familia: diálogo, escucha y trabajo conjunto: Una alianza efectiva con las familias se basa en la confianza mutua. Esto requiere que la escuela abra sus puertas, genere espacios de participación real (más allá de la entrega de calificaciones) y se comunique de manera clara y respetuosa. Una fuerte participación familiar es uno de los predictores más potentes de éxito escolar.
- Comunidad educativa ampliada: La red puede y debe extenderse más allá de los muros de la escuela. Las ONGs que trabajan en el barrio, los centros de salud, los clubes deportivos, los centros culturales y los gobiernos locales pueden ser aliados estratégicos. Derivar a un estudiante a un control pediátrico, a un taller de apoyo escolar o a una actividad deportiva puede ser una intervención tan pedagógica como enseñarle a resolver una ecuación.
Casos concretos y experiencias exitosas
Para que estos conceptos no queden en la abstracción, pensemos en un ejemplo. Imaginemos a “Sofía”, una estudiante de 14 años que comienza a faltar a la escuela. Su tutora, en lugar de simplemente registrar las ausencias, la llama. Sofía le cuenta, con vergüenza, que en su casa hay dificultades económicas y que está cuidando a sus hermanos menores.
La escuela se activa. La tutora habla con el equipo directivo. Juntos, contactan a un servicio social del municipio que puede ofrecer un apoyo a la familia. A su vez, el equipo docente le prepara un plan de trabajo flexible para que pueda ponerse al día con los contenidos desde su casa. Un compañero se ofrece a pasarle los apuntes. La tutora la llama una vez por semana para ver cómo está.
En pocas semanas, la situación familiar mejora y Sofía regresa a la escuela. Se siente agradecida y contenida. Su trayectoria, que estaba a punto de interrumpirse, fue sostenida por una red de adultos que actuaron coordinadamente. Esta historia, que se repite en muchas escuelas comprometidas, demuestra que la mirada atenta y el compromiso institucional pueden cambiar destinos. No se requirieron recursos extraordinarios, sino una “mirada amorosa” y la convicción de que cada estudiante importa.
Desafíos actuales y pendientes
A pesar de los avances conceptuales y las experiencias exitosas, el panorama del acompañamiento de las trayectorias escolares enfrenta enormes desafíos, especialmente en el contexto actual.
- Brechas educativas post-pandemia: La pandemia de COVID-19 profundizó las desigualdades existentes. La interrupción prolongada de la presencialidad y la brecha digital dejaron a millones de estudiantes con aprendizajes no logrados y con dificultades para retomar el ritmo escolar. Recomponer estas trayectorias escolares es el gran desafío de esta década.
- Deserción escolar en sectores vulnerables: La crisis económica que afecta a la región ha incrementado las tasas de abandono, especialmente en el nivel secundario. La necesidad de trabajar compite directamente con la posibilidad de estudiar.
- Formación docente sobre trayectorias y acompañamiento: Muchos docentes no han recibido en su formación inicial herramientas concretas para trabajar con la diversidad de trayectorias. Es urgente actualizar los planes de estudio de la formación docente e invertir en capacitación continua que aborde estas temáticas, fortaleciendo las competencias docentes para el siglo XXI.
- Digitalización y trayectorias: ¿nuevas barreras o nuevas oportunidades? La tecnología puede ser una gran aliada. Las plataformas educativas, las herramientas TIC y la IA en la educación pueden ofrecer rutas de aprendizaje personalizadas y recursos para el seguimiento. Sin embargo, si no se garantiza el acceso equitativo y la formación para su uso, la tecnología puede convertirse en una nueva barrera que amplíe las brechas existentes.
Hemos recorrido un largo camino para entender las trayectorias escolares. Vimos que no son líneas rectas, sino caminos complejos, moldeados por una infinidad de factores. Comprendimos que la diferencia entre una trayectoria continua y una discontinua a menudo reside en la calidad del acompañamiento que el estudiante recibe.
El rol del docente y de la escuela es, por lo tanto, absolutamente central. No como meros ejecutores de un currículum, sino como arquitectos de puentes, tejedores de redes y guardianes del derecho a aprender. Acompañar una trayectoria es un acto profundamente pedagógico y político. Es pedagógico porque requiere saber, estrategia y creatividad para remover los obstáculos que impiden el aprendizaje. Y es político porque implica una toma de posición a favor de la equidad educativa y en contra de los mecanismos que producen exclusión.
El desafío es inmenso, pero la recompensa es aún mayor. Cada vez que una escuela logra reencauzar la trayectoria de un estudiante, cada vez que un docente construye un vínculo que sostiene, cada vez que se evita un abandono, no solo se está salvando una historia educativa. Se está fortaleciendo el tejido social, se está construyendo ciudadanía y se está honrando la promesa fundamental de la escuela pública: ser un lugar para todos.
Glosario
- Acompañamiento Pedagógico: Conjunto de acciones intencionadas y sistemáticas que realiza la escuela (docentes, tutores, directivos) para sostener, guiar y potenciar el recorrido educativo de un estudiante, prestando especial atención a sus necesidades académicas, sociales y emocionales.
- Corresponsabilidad Educativa: Principio que establece que la responsabilidad por la educación de los niños, niñas y adolescentes es compartida entre el Estado, la escuela, la familia y la comunidad. Implica una colaboración activa entre todas las partes.
- Deserción Escolar (o Abandono): Se refiere a la interrupción definitiva del recorrido de un estudiante por el sistema educativo formal antes de completar el nivel obligatorio. Es la manifestación más extrema de una trayectoria escolar discontinua.
- Diseño Universal para el Aprendizaje (DUA): Un marco para el diseño del currículo que busca minimizar las barreras y maximizar las oportunidades de aprendizaje para todos los estudiantes. Se basa en ofrecer múltiples medios de representación, de acción y expresión, y de implicación.
- Equidad Educativa: Principio que busca garantizar que todos los estudiantes tengan las mismas oportunidades de acceder, permanecer y aprender en el sistema educativo, independientemente de su origen social, cultural, económico o de sus características individuales. Va más allá de la igualdad, ya que implica dar más apoyo a quienes más lo necesitan.
- Fracaso Escolar: Término tradicionalmente usado para describir la situación de un estudiante que no alcanza los objetivos esperados por el sistema (por ejemplo, al repetir de grado). El enfoque de trayectorias prefiere hablar de “trayectorias de baja intensidad” o “discontinuas” para desplazar el foco del individuo al sistema.
- Inclusión Educativa: Un proceso que busca garantizar la presencia, participación y aprendizaje de todos los estudiantes, con especial énfasis en aquellos que están en riesgo de exclusión. Implica transformar la cultura, las políticas y las prácticas de las escuelas para que puedan responder a la diversidad del alumnado.
- Sobreedad: Condición de un estudiante cuya edad supera la edad teóricamente esperada para el grado que cursa. Es una consecuencia directa de la repitencia o del ingreso tardío al sistema.
- Trayectorias Escolares Discontinuas: Recorridos educativos que se alejan significativamente del modelo ideal (ingresar a tiempo, avanzar un grado por año). Se caracterizan por interrupciones, repitencias, ausentismo crónico, sobreedad o abandono.
Preguntas Frecuentes (FAQ)
1. ¿Cuál es la diferencia principal entre el enfoque de “trayectorias escolares” y el concepto tradicional de “fracaso escolar”?
La diferencia es fundamental y radica en el foco del análisis. El concepto de “fracaso escolar” tiende a depositar la responsabilidad en el estudiante, sugiriendo que es él quien no tiene la capacidad o la voluntad para aprender. En cambio, el enfoque de trayectorias escolares cambia la perspectiva: analiza el recorrido completo del estudiante y nos obliga a preguntarnos qué barreras (institucionales, pedagógicas, sociales) están obstaculizando su camino. Pasa de la pregunta “¿qué le pasa a este alumno?” a “¿qué podemos hacer como escuela para que este estudiante pueda aprender?”.
2. Como docente de aula, ¿qué es lo primero que debo hacer si sospecho que un estudiante tiene una trayectoria en riesgo?
Lo primero es actuar con rapidez, pero sin precipitarse. El proceso inicial debería ser:
- Observar y registrar: Documenta hechos concretos (inasistencias, falta de entrega de trabajos, cambios de humor, dificultades específicas) en lugar de juicios de valor.
- Conversar con el estudiante: Busca un momento tranquilo para hablar con él o ella en privado. Una pregunta simple y abierta como “¿Cómo estás? He notado que…” puede abrir la puerta al diálogo. La escucha activa es crucial.
- Compartir la preocupación en equipo: No intentes resolverlo solo. Habla con el tutor, el preceptor, el equipo de orientación o un directivo. Compartir la información es el primer paso para construir una estrategia de acompañamiento institucional.
3. ¿Repetir el año es siempre una mala solución para una trayectoria discontinua?
La investigación pedagógica actual y la mayoría de los especialistas coinciden en que la repitencia, como única medida, suele ser ineficaz y contraproducente. Aumenta el riesgo de abandono, estigmatiza al estudiante y no garantiza que los problemas de aprendizaje se resuelvan. Debe ser considerada como el último recurso posible, solo después de haber agotado todas las demás estrategias de acompañamiento: tutorías, adaptaciones curriculares, planes personalizados y apoyo socioemocional. El objetivo debe ser siempre promover la continuidad del aprendizaje con los apoyos necesarios.
4. ¿Qué hago si la familia de un estudiante no se involucra o no responde a los llamados de la escuela?
Es una de las situaciones más desafiantes. Lo principal es no asumir desinterés y evitar una postura de confrontación.
- Insiste con empatía: Prueba diferentes canales de comunicación (llamada, mensaje, nota en el cuaderno).
- Cambia el enfoque: En lugar de llamar solo para señalar problemas, intenta comunicarte para compartir un logro o un aspecto positivo del estudiante. Esto puede cambiar la dinámica.
- Sé claro y propositivo: Explica la situación de forma sencilla y enmarca la conversación como una búsqueda de soluciones conjuntas.
- Activa otras redes: Si la falta de respuesta persiste y el bienestar o el derecho a la educación del estudiante está en riesgo, la responsabilidad de la escuela es contactar a los servicios de protección de la niñez o a otros organismos comunitarios que puedan intervenir.
5. ¿De qué manera la tecnología puede ser una aliada para el acompañamiento de las trayectorias escolares?
La tecnología, bien utilizada, puede ser una herramienta muy poderosa. Puede ayudar a:
- Personalizar el aprendizaje: Ofreciendo plataformas adaptativas que permiten a cada estudiante avanzar a su ritmo.
- Facilitar el seguimiento: Usando sistemas de gestión del aprendizaje (LMS) para monitorear la participación y el progreso en tiempo real.
- Diversificar los recursos: Proporcionando acceso a videos, simulaciones y herramientas TIC que se ajusten a diferentes estilos de aprendizaje.
- Mejorar la comunicación: Utilizando aplicaciones para mantener un contacto más fluido y directo con las familias.
Sin embargo, es vital recordar que la tecnología es un medio, no un fin. El componente humano —el vínculo, la escucha y la contención— sigue siendo insustituible.
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