La violencia escolar es una realidad compleja que irrumpe en las aulas y pasillos, dejando una marca profunda en todos los que la presencian. No se trata de un simple “juego de niños” ni de conflictos pasajeros; es un problema estructural que daña el tejido de la comunidad educativa y compromete el futuro de los estudiantes. Como docentes, nos encontramos en la primera línea, con la responsabilidad no solo de enseñar, sino también de proteger. Esta guía está diseñada para ofrecerte herramientas concretas y estrategias seguras para intervenir de manera efectiva ante la violencia escolar, transformando la crisis en una oportunidad de aprendizaje y fortaleciendo el clima escolar.
Qué vas a encontrar en este artículo
Comprendiendo el Terreno
Para actuar con eficacia, primero debemos entender con precisión a qué nos enfrentamos. La violencia escolar abarca cualquier acción u omisión intencionada que cause daño físico, psicológico o social a un miembro de la comunidad educativa. Dentro de este gran paraguas, encontramos el acoso escolar o bullying, una forma específica y persistente de violencia.
Diferencia clave: Conflicto escolar vs. Bullying
Es fundamental no confundir un conflicto con un caso de acoso.
- Conflicto escolar: Es un desacuerdo puntual entre pares que tienen un poder relativamente equilibrado. Puede surgir por un malentendido, una competencia o diferencias de opinión. Los conflictos son una parte natural de las relaciones humanas y, bien gestionados, pueden ser una oportunidad para desarrollar habilidades de negociación y resolución de problemas.
- Acoso escolar (Bullying): Implica un desequilibrio de poder (físico, social o psicológico) donde uno o más estudiantes agreden de forma sistemática y repetida a una víctima que tiene dificultades para defenderse. La intencionalidad de hacer daño y la persistencia en el tiempo son sus características definitorias.
El impacto de la violencia escolar
Las consecuencias de la violencia escolar van mucho más allá de un moretón o un objeto roto. Afectan a toda la comunidad:
- En la víctima: Genera ansiedad, depresión, baja autoestima, estrés postraumático y fobia escolar. El rendimiento académico cae en picado, ya que la energía mental se consume en el miedo y la supervivencia, no en el aprendizaje.
- En el agresor: Normaliza el uso de la violencia como método para obtener lo que desea, dificulta el desarrollo de la empatía y puede ser un predictor de futuras conductas delictivas o antisociales.
- En los espectadores: Crea un ambiente de miedo e inseguridad. Los testigos pueden sentirse culpables por no intervenir, o bien, pueden volverse insensibles a la violencia, aceptándola como parte normal del entorno.
- En el clima escolar: Destruye la confianza, erosiona el sentido de pertenencia y convierte la escuela en un lugar hostil en lugar de un espacio seguro para el desarrollo. Un mal clima escolar es una de las principales barreras para el aprendizaje.

Tipos de Violencia Física en la Escuela
La violencia física es la manifestación más visible, pero no siempre es tan obvia como una pelea. Reconocer sus distintas formas es el primer paso para intervenir.
- Agresiones directas: Son las más evidentes e incluyen golpes, patadas, empujones, tirones de pelo, escupitajos o cualquier contacto físico destinado a causar dolor. Las peleas organizadas, a menudo instigadas por otros y grabadas con teléfonos móviles, son una forma grave y premeditada de esta violencia.
- Daños a pertenencias personales: Romper, esconder o robar objetos de la víctima (mochilas, libros, material escolar, almuerzo) es un acto de agresión. No solo causa un perjuicio material, sino que es un ataque simbólico que busca humillar y demostrar poder.
- Violencia física encubierta: Esta es más sutil pero igualmente dañina por su carácter repetitivo. Incluye acciones como pequeños empujones “accidentales” en el pasillo, tropezones constantes, acorralar a alguien en una esquina sin llegar a tocarle o lanzarle objetos pequeños de forma persistente. Aunque cada acto aislado pueda parecer menor, la suma de ellos genera un estado de alerta y miedo constante en la víctima.
Señales de Alerta: El Lenguaje no Verbal del Sufrimiento
Los estudiantes rara vez verbalizan que están siendo víctimas de violencia física. El miedo, la vergüenza o la creencia de que “acusar” empeorará las cosas les impide pedir ayuda. Por ello, el rol del docente como observador atento es crucial.
1. En la Víctima
- Señales físicas: Lesiones recurrentes (moretones, rasguños, cortes) que se justifican con excusas poco creíbles como “me caí” o “choqué con la puerta”. Ropa rota o dañada con frecuencia.
- Cambios de conducta: Retraimiento súbito, un estudiante antes sociable ahora está aislado. Muestra de ansiedad o nerviosismo, especialmente en los recreos o cambios de clase. Episodios de llanto sin motivo aparente. Es fundamental detectar señales de estrés o ansiedad.
- Somatizaciones: Dolores de cabeza o de estómago frecuentes, especialmente por la mañana antes de ir a la escuela, que suelen desaparecer los fines de semana o durante las vacaciones.
- Impacto académico: Caída brusca e inexplicable en las calificaciones. Dificultad para mantener la atención y concentración en clase.
- Rechazo a la escuela: Pérdida total de interés por asistir a clases, inventar enfermedades para quedarse en casa. Pedir cambiar de ruta para ir al colegio o llegar justo a la hora de entrada y salir corriendo al terminar.
- Materiales dañados: Pérdida o daño frecuente de libros, útiles escolares o dinero.
2. En el Agresor
- Conductas dominantes: Intenta controlar las situaciones y a los demás a través de la intimidación. Se burla de otros de forma constante y muestra poco respeto por la autoridad.
- Uso de la fuerza: Recurre a la agresión física como primera opción para resolver conflictos o conseguir lo que quiere. Tiene una baja tolerancia a la frustración.
- Falta de empatía: Parece disfrutar del sufrimiento ajeno o se muestra indiferente ante el dolor que causa. Justifica sus acciones culpando a la víctima (“se lo merecía”, “me provocó”).
- Historial de incidentes: A menudo, ya existen antecedentes de conductas disruptivas o incidentes violentos de menor escala.
- Búsqueda de aprobación: Puede actuar de forma violenta para ganar estatus dentro de un grupo o para impresionar a sus pares.

Marco Legal y Normativo: ¿Qué nos Respalda?
Tu actuación como docente no es un acto aislado; está respaldada por un marco legal y normativo que te obliga a actuar y, a la vez, te protege. Aunque la legislación específica varía, la mayoría de los países de América Latina han avanzado en la creación de leyes contra la violencia escolar.
- Legislación nacional: Países como Chile (Ley de Violencia Escolar), Colombia (Ley 1620 de Convivencia Escolar), México (Leyes Generales y Estatales para la Prevención y Atención de la Violencia Escolar) y Perú (Ley 29719) han establecido marcos legales que definen responsabilidades, crean comités de convivencia y exigen la elaboración de protocolos. Es tu deber conocer la normativa específica de tu país y de tu centro educativo.
- Protocolos ministeriales o regionales: Los Ministerios de Educación suelen publicar protocolos de actuación que detallan los pasos a seguir. Estos documentos son una guía práctica invaluable que describe qué hacer, a quién informar y cómo registrar los incidentes. Conocer estos protocolos te da seguridad y legitimidad en tu intervención.
- Convención sobre los Derechos del Niño (CDN): Este tratado internacional, ratificado por casi todos los países del mundo, es la piedra angular. El Artículo 19 establece el derecho de todo niño a ser protegido contra “toda forma de perjuicio o abuso físico o mental”. La escuela, como institución garante, tiene la obligación ineludible de asegurar este derecho. La protección de los menores no es una opción, es una responsabilidad legal y ética.
Intervención Segura en el Momento del Incidente
Presenciar un acto de violencia física puede ser estresante e impulsarnos a reaccionar de forma visceral. Sin embargo, una intervención segura y eficaz requiere calma y estrategia. Tu objetivo principal es detener la agresión y garantizar la seguridad de todos, incluyéndote.
Paso 1: Evalúa la situación rápidamente.
Antes de acercarte, mira a tu alrededor. ¿Cuántos estudiantes están involucrados? ¿Hay objetos que puedan usarse como armas? ¿Estás solo o hay otro adulto cerca? Tu seguridad es prioritaria; si te sientes en riesgo, no intervengas físicamente solo. Pide ayuda de inmediato.
Paso 2: Usa un lenguaje firme y no confrontativo.
Acércate con una postura corporal segura pero no amenazante. Usa un tono de voz alto, claro y firme, pero no grites. Da una orden simple y directa: “¡Suficiente!”, “¡Deténganse ahora!” o “¡Sepárense!”. Evita los juicios de valor como “¿Qué creen que están haciendo, salvajes?”. Céntrate en la acción, no en las personas.
Paso 3: Separa a los estudiantes sin ponerte en riesgo.
Si la situación es una pelea activa, evita colocarte en medio. Usa tu presencia y tu voz para crear una barrera. Si es absolutamente necesario el contacto físico para separar, hazlo de la forma más segura posible, buscando el apoyo de otro adulto. Una técnica es que cada adulto se acerque por la espalda de uno de los implicados y lo guíe suavemente pero con firmeza fuera del centro del conflicto.
Paso 4: Asegura la presencia de un segundo adulto.
Siempre que sea posible, pide ayuda. Un segundo adulto puede encargarse de uno de los implicados, mientras el otro gestiona al resto del grupo, alejando a los espectadores y calmando el ambiente.
Paso 5: Separa a las partes y escucha en privado.
Una vez detenida la agresión, es crucial separar a los implicados. Llévalos a espacios diferentes y seguros (la oficina del director, orientación, una sala vacía) para que no puedan continuar la confrontación. Nunca intentes mediar o resolver el problema en caliente y en público. Tu objetivo inmediato es la contención.
Paso 6: Evita castigos físicos o humillantes.
Bajo ninguna circunstancia la respuesta a la violencia puede ser más violencia. Aplicar castigos físicos, gritar insultos, o humillar públicamente al agresor no solo es ilegal y anti-pedagógico, sino que refuerza la idea de que la fuerza es una forma válida de resolver problemas. Este tipo de reacción destruye tu autoridad moral y empeora la situación a largo plazo, minando cualquier esfuerzo por construir una cultura escolar positiva.
Estrategias de Seguimiento Después del Incidente
La intervención en el momento es solo el primer auxilio. La verdadera sanación y prevención comienzan con un seguimiento estructurado y riguroso.
1. Registro Escrito Detallado del Hecho
La memoria es falible y las emociones pueden distorsionar los recuerdos. Por eso, el primer paso es documentar todo. Elabora un informe objetivo y detallado lo antes posible. Este documento es fundamental para el seguimiento y puede ser una prueba clave en procesos administrativos o legales. Debe incluir:
- Datos básicos: Fecha, hora y lugar exacto del incidente.
- Personas implicadas: Nombres completos de la víctima(s), agresor(es) y testigos presenciales.
- Descripción de los hechos: Narra lo ocurrido de forma secuencial y objetiva. Evita interpretaciones o juicios de valor (“Juan, que es muy agresivo…”). En su lugar, describe acciones (“Juan empujó a Pedro contra la pared”).
- Consecuencias visibles: Describe cualquier lesión física observada, daño a la propiedad o estado emocional evidente (llanto, ansiedad, etc.).
- Acciones inmediatas tomadas: Detalla qué hiciste para detener la agresión y a quién informaste.
- Firma: Tu nombre y firma. Si hubo otro adulto, que también firme.
Este registro debe formar parte del expediente del alumno y de los protocolos ante emergencias escolares.
2. Comunicación Inmediata a Familias y Autoridades Escolares
La transparencia es clave. Se debe informar de inmediato a la dirección del centro y/o al equipo de orientación. Son ellos quienes, siguiendo el protocolo, activarán los siguientes pasos. La comunicación con las familias es uno de los momentos más delicados y debe manejarse con profesionalismo.
- Contactar a las familias de TODOS los implicados: No solo a la de la víctima. Llama a la familia del agresor también.
- Ser fáctico y calmado: Comunica los hechos, no tus opiniones. Utiliza la información del registro.
- Enfocarse en la solución: Explica los pasos que la escuela está tomando y cuál será el rol de la familia en el proceso. El objetivo es crear una alianza, no buscar culpables. Una buena participación familiar es un pilar fundamental.
- Citar a reuniones por separado: Inicialmente, es mejor reunirse con cada familia por separado para evitar confrontaciones. Más adelante, si se considera apropiado, se puede organizar una reunión conjunta con un mediador.
3. Orientación Psicológica para Víctima y Agresor
Ambos estudiantes necesitan ayuda, aunque de diferente tipo.
- Para la víctima: Es fundamental ofrecerle un espacio seguro para expresar sus emociones. Necesita apoyo para procesar el trauma, reconstruir su autoestima y desarrollar estrategias de afrontamiento (resiliencia). El objetivo es que recupere la confianza en sí misma y en la escuela como un lugar seguro.
- Para el agresor: La intervención no debe ser solo punitiva. Necesita ayuda para entender el impacto de sus acciones, desarrollar empatía y aprender formas alternativas y no violentas de relacionarse y resolver conflictos entre alumnos. A menudo, detrás de un agresor hay problemas subyacentes (violencia en casa, baja autoestima, falta de habilidades sociales) que deben ser abordados. La educación emocional es aquí una herramienta indispensable.
4. Plan de Reintegración en el Aula
Simplemente castigar al agresor y luego devolverlo al aula sin más es una receta para el desastre. Se necesita un plan de reintegración supervisado.
- Acuerdos de convivencia: Establecer normas de convivencia claras y explícitas, con consecuencias conocidas por todos en caso de incumplimiento.
- Mediación (cuando sea apropiado): En algunos casos, y siempre con la voluntad de ambas partes y la guía de un profesional, la mediación puede ayudar a restaurar la relación. No se debe forzar.
- Supervisión y seguimiento: El tutor y el equipo docente deben estar especialmente atentos a la dinámica entre los estudiantes implicados durante las clases, los recreos y los cambios de hora.
- Trabajo con el grupo-clase: Es vital trabajar con los espectadores. Se pueden realizar dinámicas para fortalecer la cohesión del grupo, fomentar la empatía y dejar claro que la violencia escolar es inaceptable y responsabilidad de todos. El aprendizaje cooperativo puede ser una excelente estrategia para mejorar las relaciones entre pares.
Prevención a Largo Plazo: Construyendo una Cultura de Paz
La mejor forma de gestionar la violencia escolar es evitar que ocurra. Esto requiere un esfuerzo proactivo y sostenido que vaya más allá de apagar fuegos. Se trata de construir una cultura de paz.
- Programas de educación socioemocional: La inteligencia emocional no es un extra, es una competencia básica. Implementar programas de educación emocional efectivos que enseñen de manera explícita y sistemática a los estudiantes a reconocer y gestionar sus emociones, a sentir empatía por los demás y a tomar decisiones responsables.
- Talleres sobre resolución pacífica de conflictos: Enseñar a los estudiantes que los conflictos son normales, pero la violencia no es la forma de resolverlos. Talleres prácticos sobre comunicación asertiva, escucha activa y negociación son herramientas para toda la vida. La disciplina positiva ofrece un marco excelente para este trabajo.
- Campañas escolares contra la violencia: Involucrar a los propios estudiantes en la creación de campañas. Pueden diseñar carteles, crear vídeos, organizar charlas o semanas temáticas. Cuando ellos son los protagonistas del mensaje, el impacto es mucho mayor. Esto fortalece la ciudadanía digital y analógica.
- Involucrar a estudiantes como mediadores y líderes positivos: Capacitar a un grupo de estudiantes como “mediadores de pares” o “ayudantes de convivencia”. Ellos pueden detectar conflictos incipientes e intervenir de manera informal antes de que escalen. Esto les da un rol de responsabilidad y promueve un liderazgo positivo dentro del alumnado.
Ejemplos de Buenas Prácticas Internacionales
No estamos solos en este desafío. Muchos países han desarrollado modelos exitosos de los que podemos aprender.
- Caso Finlandia – Programa KiVa: Es uno de los programas anti-bullying más estudiados y efectivos del mundo. Su éxito se basa en un enfoque triple:
- Acciones universales: Lecciones para todos los estudiantes sobre el respeto, la empatía y las consecuencias del acoso.
- Acciones indicadas: Un protocolo claro y estructurado para cuando ocurre un caso, con entrevistas individuales y grupales con el agresor y la víctima.
- Foco en los espectadores: KiVa pone un gran énfasis en el papel de los testigos, enseñándoles a no reforzar al agresor con risas o silencio, y a apoyar a la víctima. Esto cambia radicalmente la dinámica social del acoso.
- Caso Colombia – Ley de Convivencia Escolar (Ley 1620): Colombia ha sido pionera en América Latina al crear por ley un Sistema Nacional de Convivencia Escolar. Obliga a todas las escuelas a crear “Comités de Convivencia Escolar” con representación de todos los estamentos (directivos, docentes, estudiantes, familias) y una “Ruta de Atención Integral” que define qué hacer en casos de violencia escolar. Es un ejemplo de cómo abordar el problema de manera estructural y sistémica.
- Caso México – Programas de convivencia y la NEM: México ha impulsado programas como el “Programa Nacional de Convivencia Escolar” (PNCE) que ofrecen materiales y formación a los docentes. Además, la Nueva Escuela Mexicana pone un fuerte énfasis en la formación de una ciudadanía basada en una cultura de paz, la inclusión y el respeto a los derechos humanos, integrando estos principios de forma transversal en el currículo.
El Rol de las Familias: Aliados Indispensables
La escuela no puede hacerlo sola. La colaboración con las familias es fundamental para el éxito de cualquier estrategia contra la violencia escolar.
- Comunicación constante y bidireccional: Fomentar una comunicación fluida entre la escuela y el hogar que no se limite a los momentos de crisis. Informar a las familias sobre los programas de prevención que se están llevando a cabo y darles pautas para reforzar esos mensajes en casa.
- Supervisión del comportamiento fuera del aula: Los padres deben estar atentos al comportamiento de sus hijos, tanto en el mundo real como en el digital. Conversar sobre sus amistades, sus actividades y supervisar el uso que hacen de las redes sociales es clave para detectar problemas.
- Refuerzo de habilidades sociales y empatía en casa: La educación en valores comienza en el hogar. Las familias deben ser un modelo de resolución no violenta de conflictos. Realizar actividades de empatía y autoconocimiento en familia y hablar abiertamente sobre las emociones ayuda a construir una base sólida.
Recursos Prácticos para el Docente
Para pasar de la teoría a la acción, aquí tienes algunas herramientas y recursos que puedes implementar en tu aula.
- Guías y Manuales: Busca en la web de tu Ministerio de Educación. Suelen tener guías descargables con protocolos y actividades sobre convivencia escolar. Organizaciones como UNICEF o Save the Children también ofrecen excelentes recursos gratuitos.
- Dinámicas de grupo:
- El buzón de la ayuda: Coloca un buzón anónimo en el aula donde los estudiantes puedan dejar notas sobre conflictos que han visto o sufrido. Revísalo periódicamente.
- Role-Playing de conflictos: Plantea una situación de conflicto y pide a los estudiantes que la actúen, buscando diferentes soluciones (una violenta, una pasiva, una asertiva). Luego, debatan en grupo sobre las consecuencias de cada una.
- Círculo de la palabra: Utiliza el círculo de la palabra una vez a la semana para hablar sobre cómo se sienten en el grupo, qué problemas han surgido y cómo pueden solucionarlos juntos.
- Cine-Foro: Utiliza películas o cortos que traten el tema del acoso (como “Wonder”, “Cobardes” o el corto “El Sándwich de Mariana”) para generar un debate guiado en clase.
- Aprendizaje Basado en Proyectos (ABP): Desarrolla proyectos ABP interdisciplinarios donde los estudiantes investiguen sobre la violencia escolar en su comunidad y propongan soluciones reales. Esto los convierte en agentes de cambio.
Abordar la violencia escolar de manera efectiva requiere más que buenas intenciones. Exige valentía para intervenir, rigor para seguir los protocolos y compromiso para trabajar en la prevención a largo plazo. No se trata de una tarea exclusiva de un docente o un directivo, sino de una responsabilidad compartida por toda la comunidad educativa.
Cada intervención segura, cada registro detallado, cada taller de empatía y cada conversación con una familia es un paso hacia la construcción de una cultura escolar donde el respeto, la seguridad y el cuidado mutuo sean los cimientos del aprendizaje. Como educadores, tenemos el poder y el deber de transformar nuestras escuelas en verdaderos espacios de paz.
Glosario
- Acoso Escolar (Bullying): Comportamiento agresivo y repetitivo, ejercido por uno o más estudiantes contra una víctima que se encuentra en una posición de poder inferior. Implica intencionalidad, repetición y desequilibrio de poder.
- Conflicto Escolar: Desacuerdo o disputa puntual entre pares con un poder equilibrado. Es una parte natural de las interacciones sociales y no necesariamente negativo.
- Violencia Escolar: Cualquier acción u omisión intencionada que cause daño físico, psicológico o social a un miembro de la comunidad educativa, ocurrida dentro del entorno escolar. Es un término paraguas que incluye al acoso escolar.
- Protocolo de Actuación: Documento oficial de una institución educativa que establece los pasos específicos, responsabilidades y procedimientos a seguir ante una situación determinada, como un caso de violencia escolar.
- Mediación Escolar: Proceso voluntario en el que un tercero neutral (mediador), que puede ser un docente o un estudiante capacitado, ayuda a las partes en conflicto a comunicarse y encontrar una solución mutuamente aceptable.
- Clima Escolar: Percepción subjetiva que los miembros de una comunidad educativa tienen sobre las relaciones interpersonales, las normas, los objetivos y el ambiente físico de la escuela. Un clima positivo es un factor protector contra la violencia.
- Educación Socioemocional (ESE): Proceso de aprendizaje a través del cual los estudiantes adquieren y aplican conocimientos, habilidades y actitudes para desarrollar identidades saludables, gestionar emociones, alcanzar metas, sentir empatía y tomar decisiones responsables.
- Empatía: Capacidad de comprender y compartir los sentimientos de otra persona, poniéndose en su lugar. Es un antídoto fundamental contra la conducta violenta.
- Resiliencia: Capacidad de un individuo para superar circunstancias traumáticas o adversas y salir fortalecido de ellas.
Preguntas Frecuentes (FAQ)
1. ¿Qué es lo primero que debo hacer si presencio una pelea en el patio?
Tu prioridad absoluta es la seguridad. Paso 1: No te lances en medio. Paso 2: Usa una voz fuerte y clara para dar una orden de detenerse (“¡Basta ya!”). Paso 3: Envía a un estudiante de confianza a buscar ayuda de otro adulto (director, coordinador, otro profesor) de inmediato. Tu presencia y la llegada de refuerzos suelen ser suficientes para detener la agresión física inicial.
2. ¿Estoy legalmente obligado a intervenir? ¿Y si tengo miedo?
Sí. Como docente, tienes una posición de garante sobre la seguridad de los menores a tu cargo. La omisión de ayuda puede tener consecuencias legales y administrativas. Si la situación te supera o sientes que tu integridad física está en riesgo, tu obligación es buscar ayuda de la forma más rápida y segura posible. No intervenir de ninguna manera no es una opción.
3. ¿Es suficiente con suspender al estudiante agresor por unos días?
No. La suspensión puede ser una medida administrativa necesaria, pero es totalmente insuficiente si se aplica de forma aislada. Sin un plan de seguimiento que incluya apoyo psicológico, trabajo en empatía, y un plan de reintegración, el estudiante agresor probablemente volverá con las mismas o peores conductas. La sanción debe ir siempre acompañada de una intervención formativa.
4. ¿Cómo puedo ayudar a una víctima que se niega a hablar por miedo?
No la presiones para que hable. Crea un vínculo pedagógico de confianza. Acércate en privado, muéstrale tu preocupación de forma calmada (“He notado que últimamente estás más callado/a y me preocupo por ti. Quiero que sepas que estoy aquí para lo que necesites y que este es un espacio seguro”). Ofrécele alternativas, como hablar con el orientador/psicólogo escolar. A veces, saber que tienen un adulto de confianza es el primer paso para que se atrevan a pedir ayuda.
5. ¿Qué hago si los padres del agresor niegan los hechos y culpan a mi escuela?
Es una situación común y difícil. Mantén la calma y el profesionalismo. Apóyate en los hechos documentados en tu registro escrito. No entres en una discusión sobre quién tiene la culpa. Reenfoca la conversación hacia el futuro y el bienestar del niño: “Entiendo su perspectiva. Nuestro objetivo común es ayudar a su hijo a desarrollar mejores maneras de relacionarse. Estos son los pasos que la escuela va a seguir y así es como nos gustaría que ustedes colaboraran”. Involucra siempre a la dirección del centro en estas reuniones.
6. ¿Estas estrategias sirven también para la violencia más sutil, como la exclusión social?
Absolutamente. Aunque la intervención inmediata es diferente (no hay una pelea que detener), los principios de seguimiento y prevención son los mismos. Detectar las señales (un alumno siempre solo), registrar los hechos (observaciones de la dinámica de grupo), hablar con los implicados por separado, trabajar con el grupo-clase para fomentar la inclusión educativa y la empatía, y comunicar a las familias son pasos igualmente válidos y necesarios.
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