En un mundo saturado de estímulos, lograr que los estudiantes mantengan el foco en el aula se ha convertido en uno de los mayores desafíos para los docentes. No se trata de una falta de voluntad por parte de los niños, sino de una realidad neurológica y ambiental que debemos comprender para poder abordar. La capacidad para mantener la atención y concentración no es un interruptor que se enciende o se apaga; es una habilidad compleja que se entrena, se desarrolla y se cultiva. Este artículo es una guía práctica, basada en los principios de la neuroeducación, diseñada para ofrecerte un marco claro y, sobre todo, herramientas concretas para construir un entorno donde el foco y la autorregulación puedan florecer.
Exploraremos desde la base neurológica de la atención hasta estrategias específicas que puedes implementar mañana mismo en tu clase. Analizaremos los factores que dispersan a tus alumnos y te daremos actividades lúdicas para fortalecer sus “músculos” atencionales. El objetivo no es exigir concentración, sino crear las condiciones para que esta surja de manera natural, apoyando a cada estudiante, incluidos aquellos con mayores dificultades.
Qué vas a encontrar en este artículo
¿Qué son la atención y la concentración?
Aunque a menudo usamos los términos como sinónimos, es útil entender sus matices para poder intervenir de forma más precisa. Imagina que la atención es un foco de luz.
- Atención: Es la capacidad de dirigir ese foco de luz hacia un estímulo específico, ya sea externo (la voz del docente) o interno (un pensamiento). Es el primer paso, el acto de seleccionar algo del enorme mar de información que nos rodea.
- Concentración: Es la capacidad de mantener ese foco de luz sobre el estímulo elegido durante un período de tiempo sostenido, ignorando las distracciones. Es la atención prolongada en el tiempo.
- Foco: Es el punto exacto donde la luz de la atención es más intensa. Estar enfocado significa que la concentración es profunda y de calidad.
La atención no es una habilidad única, sino un conjunto de procesos mentales. Los neurocientíficos distinguen varios tipos, y reconocerlos te ayudará a identificar qué necesita cada alumno:
- Atención Sostenida: Es la capacidad de mantener el foco en una tarea repetitiva o de larga duración. Por ejemplo, escuchar una explicación de 15 minutos o completar una ficha de ejercicios.
- Atención Selectiva: Es la habilidad de centrarse en un estímulo relevante mientras se ignoran las distracciones. Por ejemplo, leer un libro mientras otros compañeros hablan en voz baja.
- Atención Alterna: Implica cambiar el foco entre dos o más tareas con diferentes requisitos cognitivos. Por ejemplo, tomar apuntes de la pizarra y luego escuchar la explicación del profesor.
- Atención Dividida: Es la capacidad de responder a múltiples estímulos o tareas simultáneamente. Aunque se conoce como multitarea, en realidad el cerebro cambia rápidamente de foco, lo que suele reducir la eficiencia y aumentar los errores. Un ejemplo sería escuchar música con letra mientras se intenta resolver un problema de matemáticas.
Estos procesos son parte de las llamadas funciones ejecutivas, un conjunto de habilidades cognitivas que se alojan principalmente en el lóbulo prefrontal del cerebro. Esta área es una de las últimas en madurar, lo que explica por qué a los niños más pequeños les cuesta tanto regular su atención. Comprender que la plasticidad cerebral permite que estas habilidades se fortalezcan con la práctica es fundamental; no es algo fijo, sino un músculo que podemos entrenar a lo largo de las distintas etapas del desarrollo cerebral.

Factores que afectan la atención en el aula
La capacidad de un niño para prestar atención en clase no depende únicamente de su voluntad. Es el resultado de una compleja interacción de factores internos y externos. Conocerlos nos permite dejar de culpar al estudiante y empezar a modificar el entorno y las condiciones para favorecer el foco.
- Edad y madurez neurológica: Como mencionamos, el córtex prefrontal, responsable de la autorregulación, no madura completamente hasta la adultez temprana. Un niño de 6 años no tiene la misma capacidad neurológica para inhibir impulsos que uno de 12. La regla general es que un niño puede mantener la concentración de forma sostenida entre 2 y 5 minutos por año de edad. Es decir, un niño de 7 años podría concentrarse entre 14 y 35 minutos en una tarea que le interese, pero mucho menos si no le motiva. Exigirles períodos de concentración que superan su capacidad madurativa es una de las principales barreras para el aprendizaje.
- Estímulos externos: El aula puede ser un campo minado de distracciones. Un exceso de decoración visual en las paredes, el ruido del pasillo, un compañero que se mueve constantemente o la simple notificación de un dispositivo electrónico pueden secuestrar la atención de un niño. Nuestro cerebro está programado para detectar novedades, por lo que un entorno sobrecargado sensorialmente obliga a los estudiantes a un esfuerzo constante por filtrar lo irrelevante.
- Estados internos: El mundo interior de un estudiante tiene un impacto directo en su capacidad atencional.
- Sueño: La falta de un descanso adecuado es devastadora para la atención. Durante el sueño, el cerebro consolida recuerdos y “limpia” toxinas metabólicas. Un niño que duerme mal llega al aula con un cerebro “sucio” y fatigado.
- Alimentación: La deshidratación y los picos de azúcar afectan directamente la función cerebral. Un desayuno alto en azúcares refinados puede provocar un pico de energía seguido de una caída brusca, afectando la concentración.
- Emociones: El cerebro emocional tiene el poder de anular al cerebro racional. Un niño que siente ansiedad, miedo por un conflicto en casa, tristeza o incluso euforia por un evento próximo, tendrá sus recursos atencionales “ocupados” por esas emociones. Es fundamental aprender a detectar señales de estrés o ansiedad para poder ayudarles.
- Dificultades específicas: Algunos estudiantes enfrentan desafíos adicionales.
- TDAH (Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad): Es una condición neurobiológica que afecta directamente la regulación de la atención, el control de impulsos y el nivel de actividad. No es pereza ni mala conducta.
- Trastornos del aprendizaje: Un niño con dislexia, por ejemplo, invierte una cantidad enorme de energía cognitiva en decodificar las letras, lo que agota sus recursos atencionales para la comprensión. Lo mismo ocurre con otros trastornos del aprendizaje.
- Ansiedad y otros desafíos emocionales: La preocupación constante consume una gran parte de la memoria de trabajo, dejando poco espacio para el aprendizaje académico.
Estrategias para fomentar la atención en el aula
Una vez que entendemos los factores que influyen en la atención y concentración, podemos diseñar un entorno y unas prácticas pedagógicas que actúen como andamios. No se trata de añadir más trabajo, sino de ajustar lo que ya hacemos con una intención clara.
🟢 Organización del entorno
Un ambiente predecible y ordenado libera recursos cognitivos.
- Espacios visualmente despejados: Revisa las paredes de tu aula. ¿Están sobrecargadas de carteles, colores y trabajos? Menos es más. Rota las exhibiciones y mantén solo lo que es relevante para el aprendizaje actual. Considera tener un “rincón de calma” con menos estímulos.
- Uso de rutinas claras y señalizadores visuales: La anticipación reduce la ansiedad y ayuda a los niños a prepararse para la siguiente tarea. Usa horarios visuales, agendas en la pizarra y temporizadores. Indicar “quedan 5 minutos” ayuda a gestionar la transición y a mantener el foco hasta el final. Un buen clima escolar se basa en la seguridad y la previsibilidad.
- Evitar la multitarea: Fomenta el “monotasking”. En lugar de dar varias instrucciones a la vez, dales de una en una. Cuando trabajan en una tarea, asegúrate de que los materiales de otras tareas estén guardados. Esto es clave en la enseñanza multisensorial, donde se usan varios sentidos pero enfocados en un único objetivo.
🔵 Actividades breves de activación atencional
Son pequeños “calentamientos” para el cerebro que puedes usar al inicio de la jornada o después de una pausa.
- Juegos de memoria auditiva y visual: Empieza con una secuencia simple (“Levanta la mano, toca tu nariz”) y ve añadiendo pasos. O muestra una bandeja con 5 objetos, cúbrela, quita uno y pide que adivinen cuál falta.
- Instrucciones secuenciadas: Da órdenes de varios pasos que deban realizar en el orden exacto. “Ve a la estantería, coge el libro rojo y déjalo sobre mi mesa”. Esto entrena la memoria de trabajo y la atención sostenida.
- Juegos clásicos: “Simón dice” es excelente para la inhibición de impulsos y la escucha activa. “Veo veo” entrena la atención selectiva visual. “Encuentra las 7 diferencias” es una actividad de foco y comparación visual muy potente.
🟡 Incorporación de pausas activas
El cerebro no puede mantener una atención intensa de forma indefinida. Las pausas no son tiempo perdido, son una inversión en la productividad posterior.
- Micro pausas de movimiento: Cada 20-25 minutos, detente durante 1-2 minutos. Pide a los alumnos que se pongan de pie, se estiren, salten en el sitio o hagan “el baile del robot”. Esto oxigena el cerebro y resetea el sistema atencional.
- Juegos motores: Actividades como “Tierra y Mar” o seguir un circuito simple dibujado en el suelo pueden romper la monotonía del trabajo sedentario y recargar las baterías cognitivas.
- Técnicas de respiración guiada: No todo tiene que ser movimiento. Una pausa puede ser para cerrar los ojos y hacer tres respiraciones profundas y lentas. Esto calma el sistema nervioso y ayuda a recuperar el centro.
🟣 Técnicas de autorregulación y mindfulness
Enseñar a los niños a ser conscientes de su propio estado interno es una de las herramientas más poderosas para la vida. El mindfulness o atención plena es el entrenamiento de la atención por excelencia.
- Ejercicios de respiración con objetos: Pide a los niños que se acuesten en el suelo con un peluche pequeño sobre su abdomen. Deben observar cómo el peluche sube y baja con cada respiración. Esto hace tangible un proceso interno.
- Minuto de silencio con campana: Usa una pequeña campana o cuenco tibetano. Toca el sonido y pide a los niños que levanten la mano en silencio cuando dejen de escucharlo. Esto entrena la atención auditiva y la calma.
- Juegos de atención plena: “El juego del detective de los sonidos”: cierra los ojos y escucha todos los sonidos, desde los más lejanos a los más cercanos. “La pasa curiosa”: dales una uva pasa y pídeles que la exploren con todos sus sentidos como si nunca hubieran visto una antes.
Implementar estas estrategias fomenta la disciplina positiva, ya que se enfoca en enseñar habilidades en lugar de castigar comportamientos.

Actividades para desarrollar la atención de forma lúdica
El juego es el lenguaje natural de la infancia y el vehículo perfecto para entrenar la atención y concentración sin que se sienta como una obligación. Integrar estas actividades en tu planificación didáctica puede transformar la dinámica del aula.
- Lectura con interrupciones estratégicas: Mientras lees un cuento en voz alta, detente en un momento clave y haz una pregunta predictiva (“¿Qué crees que pasará ahora?”) o una pregunta de recuerdo (“¿De qué color era la capa del personaje?”). También puedes cometer un “error” a propósito (cambiar el nombre de un personaje) y pedirles que te corrijan. Esto mantiene su atención activa en lugar de pasiva, siendo una excelente forma de enseñar comprensión lectora.
- Juegos con tarjetas de imágenes: Usa sets de tarjetas para múltiples actividades.
- Memoria: Coloca varias tarjetas boca abajo y pídeles que encuentren las parejas.
- Secuencia: Muestra 3 o 4 tarjetas que cuenten una historia simple, mézclalas y pídeles que las reordenen.
- Diferencias: Usa tarjetas tipo “encuentra las diferencias”.
- Categorización: Pídeles que agrupen las tarjetas por categorías (animales, alimentos, vehículos), lo que requiere atención sostenida y flexibilidad cognitiva.
- Dibujos dirigidos paso a paso: Esta actividad es fantástica para la atención sostenida y el seguimiento de instrucciones. Da indicaciones verbales una por una: “Dibuja un círculo grande en el centro de la hoja. Ahora, dibuja dos círculos pequeños dentro del círculo grande, en la parte de arriba. Debajo de los círculos pequeños, dibuja un triángulo…”. Al final, todos tendrán un dibujo similar, reforzando la sensación de logro.
- Ejercicios de seguimiento visual y auditivo:
- Seguimiento visual: Usa una linterna en una habitación con poca luz y pídeles que sigan el punto de luz con los ojos sin mover la cabeza. O simplemente mueve un objeto colorido lentamente frente a ellos.
- Seguimiento auditivo: Golpea un ritmo simple con las palmas y pídeles que lo repitan. Aumenta la complejidad gradualmente. Este tipo de actividades son la base de las metodologías activas que involucran al estudiante de forma integral.
Cómo trabajar la atención con estudiantes con dificultades
Un enfoque de educación inclusiva reconoce que todos los estudiantes son diferentes. Aquellos con TDAH, trastornos del espectro autista, ansiedad o dificultades de aprendizaje necesitan andamios más robustos, pero las estrategias suelen beneficiar a toda la clase.
- Adaptar instrucciones: La clave es reducir la carga cognitiva. Usa frases cortas y directas. Apoya las instrucciones verbales con imágenes, pictogramas o gestos. En lugar de “Saca tu cuaderno de matemáticas, ábrelo por la página 25 y resuelve los tres primeros problemas”, prueba a hacerlo por pasos, con apoyo visual para cada uno. Estas son adaptaciones curriculares sencillas pero muy eficaces.
- Reforzar con lenguaje positivo y anticipación: El refuerzo debe centrarse en el esfuerzo, no solo en el resultado. Frases como “He visto que te has esforzado mucho por mantenerte en tu sitio, ¡qué bien!” son más efectivas que un simple “muy bien” al final. La anticipación es tu aliada: “En 5 minutos guardaremos esto y empezaremos con el proyecto de ciencias”. Esto les da tiempo para procesar la transición.
- Uso de apoyos visuales y rutinas estables: Los temporizadores visuales (como los de arena o los digitales que muestran el tiempo restante con colores) son excelentes para que entiendan la duración de una tarea. Los checklists personalizados con los pasos de una actividad les dan autonomía y un mapa a seguir. La estabilidad de la rutina diaria les proporciona seguridad y libera su mente de la incertidumbre.
- Estimular la metacognición: Ayúdales a pensar sobre su propio pensamiento. Al finalizar una tarea, hazles preguntas sencillas: “¿Qué te ayudó a concentrarte esta vez?”, “¿Qué fue lo más difícil?”, “¿Hubo algo que te distrajera?”. Usar herramientas como las ruedas de metacognición puede guiar esta reflexión. Esto les empodera para encontrar sus propias estrategias y entender que la atención y concentración es algo que pueden influenciar.
El rol del docente en la construcción del foco atencional
El docente es la figura clave en el ecosistema del aula. Tu actitud, tus hábitos y tu forma de interactuar modelan la cultura atencional del grupo. El rol del docente va más allá de la transmisión de contenidos; eres un arquitecto de entornos de aprendizaje.
- Ser modelo de atención y escucha: Cuando un alumno te hable, practica la escucha activa. Detén lo que estás haciendo, mírale a los ojos y responde a lo que te dice. Si estás ocupado, dile: “Lo que me dices es importante. Dame un minuto para terminar esto y te prestaré toda mi atención”. Esto les enseña que la atención es un regalo valioso y una forma de respeto. Este vínculo pedagógico se fortalece con cada interacción atenta.
- Crear una cultura de pausa y silencio como valor: En nuestra sociedad, el silencio puede ser incómodo. En tu aula, conviértelo en una herramienta poderosa. Normaliza los momentos de pausa para pensar antes de responder, los minutos de silencio para calmarse después del recreo o los períodos de trabajo concentrado sin interrupciones. El silencio no es vacío, es el espacio donde el pensamiento y la concentración pueden crecer.
- Celebrar el esfuerzo de atención, no solo el resultado: El proceso es tan importante como el producto final. Reconoce públicamente el esfuerzo de un niño que ha luchado por mantenerse enfocado, incluso si su trabajo no es perfecto. “Me ha encantado cómo has vuelto a tu tarea después de distraerte. ¡Eso es usar tu súper poder de concentración!”. Este enfoque, propio de la psicología positiva, cambia la narrativa del “no te distraigas” al “celebremos tu esfuerzo por enfocarte”. Una evaluación formativa eficaz también observa y valora estos procesos.
Trabajo conjunto con familias
La atención y concentración no se educa solo dentro de las cuatro paredes del aula. La alianza con las familias es fundamental para consolidar los hábitos y crear un ecosistema coherente para el niño. El trabajo que se realiza en la escuela se multiplica exponencialmente cuando encuentra eco en el hogar. Aquí te proponemos algunas líneas de acción para orientar a las familias.
- Rutinas en casa que favorecen el foco: La predictibilidad es un calmante natural para el cerebro infantil. Anima a las familias a establecer rutinas claras y consistentes, especialmente en lo que respecta a los horarios de comidas, tareas escolares y, sobre todo, la hora de dormir. Un espacio de estudio fijo, ordenado y libre de distracciones (sin televisión de fondo ni hermanos jugando al lado) es crucial. Estas prácticas, que forman parte de la educación no formal en el hogar, sientan las bases para la autorregulación.
- Limitar distracciones tecnológicas fuera del aula: Es uno de los mayores desafíos actuales. Conversa con las familias sobre la importancia de establecer límites saludables con pantallas. Esto incluye reglas como no usar dispositivos durante las comidas o en la hora previa a dormir (la luz azul interfiere con la producción de melatonina, la hormona del sueño). Fomentar la ciudadanía digital responsable empieza por enseñar a los niños a desconectar para poder conectar consigo mismos y con su entorno.
- Juegos de mesa, lectura compartida y descanso adecuado: Promueve actividades que son un entrenamiento atencional disfrazado de diversión. Los juegos de mesa (ajedrez, damas, Ludo, juegos de memoria, rompecabezas) requieren atención sostenida, planificación, respeto de turnos y control de impulsos. La lectura compartida de cuentos cortos o libros por capítulos no solo mejora la competencia lectora, sino que modela la capacidad de seguir una narrativa compleja. Finalmente, insiste en la importancia del sueño. Un niño en edad escolar necesita entre 9 y 12 horas de sueño reparador. Un cerebro descansado es un cerebro listo para aprender.
Hemos recorrido un camino desde la neurociencia hasta la práctica diaria en el aula, y la idea central es clara y esperanzadora.
Primero, que la atención se educa, se entrena y se construye en comunidad. No es un rasgo innato e inmutable, sino una habilidad que, como cualquier otra, mejora con la práctica deliberada y el apoyo adecuado. Esta construcción es una tarea compartida que involucra al docente como guía, al alumno como protagonista de su propio proceso y a la familia como pilar fundamental.
Segundo, que el enfoque más efectivo no es “exigir concentración”, sino crear las condiciones para que esta emerja. Se trata de un cambio de paradigma: de ser controladores del comportamiento a ser arquitectos de entornos de aprendizaje. Un espacio ordenado, rutinas predecibles, pausas estratégicas y la integración de prácticas de mindfulness son los cimientos sobre los que los estudiantes pueden construir su propio foco.
Finalmente, educar la atención y concentración trasciende el rendimiento académico. Educar la atención es educar la presencia, la escucha y el cuidado. Es enseñar a los niños a habitar plenamente sus vidas, a escuchar con empatía a los demás, a gestionar sus impulsos y a conectar con su mundo interior. En un futuro incierto, la capacidad de dirigir la propia mente hacia lo que es verdaderamente importante será una de las competencias más valiosas que podemos ofrecer a las nuevas generaciones.
Preguntas Frecuentes (FAQ)
1. ¿Cuánto tiempo debo dedicar a estas actividades de atención?
No se trata de añadir una nueva asignatura. La clave es la integración. Comienza con 3-5 minutos al día. Usa un juego de activación al empezar la mañana, una pausa activa antes de una tarea exigente y un minuto de respiración después del recreo. La consistencia es más importante que la duración.
2. ¿Qué hago si un estudiante se niega a participar en los ejercicios de mindfulness?
Nunca fuerces la participación. El mindfulness se basa en la invitación y la aceptación. Puedes decirle: “Está bien si no quieres hacerlo ahora, puedes quedarte sentado en silencio mientras tus compañeros lo intentan”. Modela tú la actividad con entusiasmo y calma. A menudo, los más reacios se unen cuando ven que es un espacio seguro y sin presión. La simple observación ya es un primer paso.
3. ¿Cómo puedo aplicar estas estrategias en una clase numerosa y diversa?
Muchas de estas estrategias, como las pausas activas o la organización del entorno, benefician a todos y simplifican la gestión del aula. Para las actividades más específicas, utiliza el aprendizaje cooperativo, donde los compañeros pueden apoyarse mutuamente. Además, el Diseño Universal para el Aprendizaje (DUA) ofrece un marco excelente para crear lecciones flexibles que se adapten a las diversas necesidades de atención desde el principio.
4. ¿Funcionan estas estrategias también con adolescentes?
Absolutamente, aunque deben adaptarse. Los adolescentes pueden ser más reacios a juegos infantiles, pero necesitan igualmente pausas y regulación. Las pausas pueden ser para estirarse, escuchar una canción o charlar brevemente. Las técnicas de mindfulness y metacognición son aún más potentes a esta edad, ya que su cerebro está en pleno desarrollo de las funciones ejecutivas. Se puede hablar abiertamente de cómo funciona el cerebro y de la atención como una herramienta para alcanzar sus propias metas, fomentando así su autonomía.
5. ¿Cómo puedo diferenciar entre una distracción normal y un posible TDAH?
Como docente, tu rol es observar y registrar, no diagnosticar. La distracción normal es situacional: un niño puede distraerse porque está cansado, aburrido o preocupado por algo puntual. Las dificultades asociadas al TDAH son persistentes (se dan en casa y en la escuela), pervasivas (afectan a múltiples áreas de su vida) y tienen un impacto significativo en su funcionamiento académico y social. Si tus observaciones te preocupan, el siguiente paso es hablar con la familia y el equipo de orientación escolar para considerar una evaluación diagnóstica por parte de un profesional.
Bibliografía
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