La historia del Ceibo proviene de una leyenda que nos cuenta sobre Anahí, una indiecita que corría por entre los árboles de la selva. Conocía todos los rincones de aquel lugar, todos los animales, plantas y flores que la poblaban. Ella cantaba por su amada selva con su dulce voz, mientras los pájaros hacían silencio para escucharla.
Anahí fue agraciada con una voz que enamoraba a quien la escuchase, pero su rostro no seguía la misma línea. Sin embargo, la belleza de su canto deleitaba a la gente de su pueblo guaraní, con historias sobre dioses y el amor a la tierra que habitaban.
Hasta que un día todo cambió. Llegaron hombres extraños, muy blancos, con armas. Se internaron en la selva amada por Anahí y atacaron a su gente. Lucharon, con fuerza, con más ímpetu que posibilidades. Observó cómo caían sus seres queridos, como se apropiaron de su selva, de sus pájaros, de sus flores y de su río.
Finalmente, más allá de su fiereza a la hora de luchar, fue tomada prisionera. La llevaron al campamento y la dejaron atada a un poste para evitar su huida.
En una situación desesperante, logra desatarse y, aprovechando la noche, mata al guardia que la vigilaba. Liberó a varios de sus compañeros y huyeron juntos, intentando encontrar refugio en su amada selva. Pero no lo lograron.
Los enemigos salieron a perseguirlos y lograron volver a detenerlos. Anahí fue juzgada rápidamente, había asesinado a uno de ellos. La condenaron a morir en la hoguera. Fue atada de pies y manos a un árbol y encendieron debajo de ella una pira. El fuego comenzó a subir tomando el tronco del árbol y el cuerpo de la pequeña Anahí.
De repente, ante la sorpresa de los que observaban la escena, Anahí comenzó a cantar. Era un llamado a su tierra, una despedida. Finalmente, el silencio inundó la escena. Cuando las llamas terminaron de arder los primeros rayos del sol aparecían, y los soldados se quedaron sorprendidos. El cuerpo de Anahí ya no estaba calcinado, sino que se había convertido en un manojo de flores rojas que formaba parte de un nuevo árbol que había nacido, el Ceibo.
La flor del ceibo encarna el alma pura de nuestros pueblos originarios e ilumina los bosques de la Mesopotamia argentina.
En Paraguay la leyenda de Anahí es muy importante y la hicieron canción.
Anahí…
las arpas dolientes hoy lloran arpegios que son para ti
recuerdan a caso tu inmensa bravura reina guaraní,
Anahí,
indiecita fea de la voz tan dulce como el aguaí.
Anahí, Anahí,
tu raza no ha muerto, perduran sus fuerzas en la flor rubí.
Defendiendo altiva tu indómita tribu fuiste prisionera
Condenada a muerte, ya estaba tu cuerpo envuelto en la hoguera
y en tanto las llamas lo estaban quemando
en roja corola se fue transformando…
La noche piadosa cubrió tu dolor y el alba asombrada
miro tu martirio hecho ceibo en flor.
Anahí, las arpas, dolientes hoy lloran arpegios que son para ti
recuerdan a caso tu inmensa bravura reina guaraní,
Anahí,
indiecita fea de la voz tan dulce como el aguaí.
Anahí, Anahí,
tu raza no ha muerto, perduran sus fuerzas en la flor rubí.