El Educador
En 1844, Marcos Sastre se encuentra nuevamente viviendo en la ciudad de Buenos Aires. Cuando Rosas expulsó a los jesuitas de la Confederación cerraron el colegio “Republicano Federal”, el cual fue reabierto para éste año. Sastre ingresó como Sub-Director, y debió producir información sumaria de competencia, religión y de adhesión al sistema federal para poder acceder al cargo. Hasta tuvo que conseguir dos testigos “federales netos” que debieron asegurar que Sastre era católico, de reconocida moralidad, federal hasta los huesos y con instrucción suficiente. Debió rendir un examen para poder demostrar sus conocimientos para la nueva función.
Dictó varias materias en este colegio: urbanidad, higiene, ortología, caligrafía y aritmética. Además enseñó gramática, caligrafía, ortografía, cosmografía, geografía, dibujo y pintura.
Marcos Sastre fue siempre un ferviente creyente de las ideas federales, pero no de, lo que él consideraba, la tiranía de Rosas.
En 1846 fue “invitado” por Rosas a colaborar en la redacción de la Gaceta Mercantil, pero se negó, lo cual le atrajo nuevamente la ira del gobernador de la provincia, y se retiró nuevamente a San Fernando.
Allí abrió, en su casa quinta, una escuela para varones pupilos y externos. Era una escuela de enseñanza primaria, con materias como: leer y escribir, doctrina cristiana, aritmética elemental y mercantil, gramática y ortografía, historia sagrada, francés, latín, dibujo y pintura. Además de humanidades, filosofía, física y matemáticas.
Este fue el punto donde se inicia la verdadera significación de Marcos Sastre en la historia de la educación en la Argentina, ya que desde entonces se consagró a la enseñanza primaria hasta su muerte.
Aquí desarrolló su método de aprendizaje de lectura y escritura en poco tiempo, que luego sería el método que detalla en su libro “Anagnosia”.
Siguiendo los lineamientos de Rosas, la educación en su escuela era “eminentemente católica, americana y federal”.
A mediados de 1849 se muda, nuevamente, a Santa Fe. Allí le ofrecen hacerse cargo del “Colegio de San Jerónimo”. Marcos Sastre redactó el prospecto de esta institución, que fue publicado el 7 de julio en el periódico provincial “El Sud-Americano”.
Deja en claro la distinción entre instrucción y educación, y su adversión a los castigos corporales. Sastre adoptó los premios como sistema de estímulos, y creó un tribunal formado por alumnos, adelantándose a Sarmiento y el método lancasteriano.
La publicación de su libro “Anagnosia”(del griego “anagnosis”: lectura) fue recibida con gran entusiasmo. Es el libro que van a utiilizar las tres provincias ya mencionadas hasta entrado el siglo XX como método de enseñanza de la lecto-escritura en las escuelas primarias.

Además de ser educador, Marcos Sastre alternó su tarea con el periodismo. En junio de 1849 fundó el ya mencionado periódico “El Sud-Americano”, el cual se publicaba los días sábados y hablaba de religión, educación y conocimientos útiles.
En 1850, convocado por el General Justo José de Urquiza, se traslada a Entre Ríos, quien le ofrece hacerse cargo de la redacción del diario “El Federal Entre-Riano”. Poco tiempo va a durar en el cargo ya que lo convierten en Inspector General de Escuelas de la provincia el 1ro de octubre del mismo año. De cualquier manera siguió colaborando con este diario y otros como redactor de artículos educativos.
Entre Ríos, durante el gobierno de Urquiza, se convirtió en el refugio de la educación popular junto a la provincia de Corrientes y, también, en el refugio de los docentes que emigraban de Buenos Aires. Esta provincia estaba estancada en materia educativa.
En 1851, Marcos Sastre redactó un reglamento provisorio para las escuelas de Entre Ríos. Tiempo más tarde se reglamentó uno general, también redactado por Sastre. Todo lo redactado en el reglamento general de Entre Ríos fue utilizado años más tarde por Sarmiento a gran escala en todo el país.
Luego de la batalla de Caseros regresó a Buenos Aires. Se convirtió en el Director de la Biblioteca Pública de la ciudad desde 1852 a 1853. Luego se convirtió en Regente de la Escuela Normal, una grandísima distinción. Finalmente renunció al cargo al emanciparse Buenos Aires de la Confederación y conociéndose su amistad con Urquiza. Terminó siendo detenido y acusado de traición. Finalmente fue liberado, pero le quitaron su propiedad de San Fernando, y necesitó dar clases privadas para poder mantener a su numerosa familia.
En 1855 llega Sarmiento a Buenos Aires, y la cuestión educativa se torna central dentro del Estado bonaerense. Se encarga de que nombren a Marcos Sastre como Inspector General de Escuelas.
El problema de nuestra enseñanza, dice Marcos Sastre en una de sus obras, no consiste en aplicar tal o cual método en boga en los países europeos, sino en encontrar la manera de que nuestros niños aprendan con rapidez, pues lo que hacía falta era eso, saber leer y escribir. Sarmiento había expresado el mismo pensamiento en 1849, cuando decía que las escuelas europeas debían adaptarse a la índole de las poblaciones americanas y que el primer problema que debía resolverse era el de sacudir la pereza intelectual de los pueblos.
En 1857 publicó un informe sobre la enseñanza, que constituye un valioso documento para la historia de la educación. Deja constancia que el atraso de la educación era inherente al de la pedagogía en el país y que la lentitud en el adelantamiento de los niños se debía a la falta de uniformidad en la enseñanza. Esto ocurría, según Sastre, porque aun no se había adoptado ningún plan y cada maestro ponía en práctica el suyo o el que mejor le parecía.
En 1864 fue nombrado Jefe del Departamento de primeras letras. Pero al tiempo renuncia para irse a tomar la dirección de una escuela. Es demasiado fuerte su amor por el aula y por enseñar a leer y escribir.
Algo similar sucede en 1871 cuando es designado Director de Escuelas en Buenos Aires y renuncia al año. En 1874 se convierte en Decano de la Facultad de Ciencias Físico-Matemáticas, pero renuncia en 1877.
En 1881 abre, como un cierre maravilloso a su vida, una librería en Buenos Aires. Al año siguiente el presidente Roca lo coloca como miembro del Consejo Nacional de Educación. Este sería el último cargo que ocuparía.
“Instrucción primaria a todos, niños y adultos. Cultivar el corazón y la inteligencia del pueblo, enseñarle los rudimentos de la ciencia para exponer ante sus ojos los tesoros de la naturaleza y de la industria— he aquí el único remedio…”(T. Argentino, XIX).
El Final de su vida
“Con los años, don Marcos Sastre, había adelgazado mucho, pero no obstante el peso de los mismos, llamaba la atención aquel anciano de pelo blanquísimo cuya calva dejaba lucir el brillo exterior de la bóveda craneana y que, un tanto nervioso, andaba siempre de prisa y sujetándose los pantalones con las manos a la cintura, como si temiese fueran en un descuido, a caérseles…”.”Era —dice— un espíritu elegante y fino como un ateniense”.
Marcos Sastre falleció el 15 de febrero de 1887 en su hogar, en la ciudad de Buenos Aires.
Decenas de ciudades honran a este hombre nombrando calles, plazas, escuelas. Su legado lo hace un argentino que merece ser reconocido año a año. Y es más que justo.