En un mundo saturado de información, donde las noticias falsas viajan más rápido que la verdad y las opiniones se presentan como hechos irrefutables, la capacidad de pensar críticamente ya no es un lujo intelectual; es una herramienta de supervivencia. Como docentes, a menudo nos preguntamos cómo podemos ir más allá de la simple transmisión de contenidos. Nos inquieta la diferencia abismal entre un estudiante que repite datos y uno que los analiza, los cuestiona y los utiliza para construir su propio entendimiento del mundo. La respuesta a esa inquietud reside en cómo formar estudiantes críticos.
Este artículo no es un manual teórico más. Es una guía práctica y fundamentada, diseñada para acompañarle en el proceso de transformar su aula en un espacio de pensamiento activo. Aquí encontrará los fundamentos pedagógicos que sostienen esta misión, identificará los obstáculos que probablemente enfrenta en su día a día y, lo más importante, descubrirá estrategias, actividades y formas de evaluación concretas para fomentar una generación de estudiantes reflexivos, autónomos y preparados para los desafíos del siglo XXI. Nuestro objetivo es claro: pasar del “qué pensar” al “cómo pensar”.
Qué vas a encontrar en este artículo
¿Qué es el pensamiento crítico y por qué enseñarlo?
En su forma más simple, el pensamiento crítico es la habilidad de analizar información de manera objetiva para formar un juicio. Pero esta definición se queda corta. Implica mucho más: es la capacidad de dudar, de no aceptar la primera respuesta como la única válida. Es el motor que nos impulsa a cuestionar supuestos, a identificar sesgos (tanto en otros como en nosotros mismos), a evaluar argumentos, a reconocer la diferencia entre una correlación y una causalidad, y finalmente, a tomar decisiones informadas y responsables.
Enseñar pensamiento crítico en el aula no se trata de crear polemistas o cínicos. Se trata de equipar a los estudiantes con una caja de herramientas mental que les servirá durante toda su vida, mucho después de que olviden las fechas de batallas o las fórmulas químicas. Un estudiante con pensamiento crítico desarrollado es alguien que:
- Sabe hacer las preguntas correctas: En lugar de preguntar “¿cuál es la respuesta?”, pregunta “¿por qué esta es la respuesta?”, “¿qué evidencia la respalda?”, “¿existen otras perspectivas?”.
- Argumenta con fundamento: No se limita a decir “no estoy de acuerdo”, sino que aprende a construir una línea de razonamiento coherente, apoyada en pruebas y lógica. El desarrollo de esta habilidad es esencial para aprender a argumentar de manera efectiva.
- Toma decisiones conscientes: Analiza las consecuencias de sus acciones, evalúa pros y contras y actúa con base en un juicio razonado, no solo por impulso o presión social. Esta capacidad de autorregulación es una de las funciones ejecutivas clave que la educación debe potenciar.
- Se convierte en un ciudadano activo y responsable: El pensamiento crítico es el pilar de una educación para la ciudadanía activa. Una persona que sabe analizar discursos políticos, detectar la manipulación en los medios y comprender la complejidad de los problemas sociales es un ciudadano menos vulnerable a la demagogia y más comprometido con la construcción de una sociedad justa. En la era digital, esto se extiende a la ciudadanía digital, donde discernir información fiable es una competencia básica.
El pensamiento crítico trasciende las paredes de la escuela. Es una de las habilidades del siglo XXI en la escuela más demandadas porque prepara a los individuos no para un examen, sino para la vida misma, fomentando la autonomía, la resiliencia y un compromiso ético con el entorno.

Fundamentos pedagógicos del pensamiento crítico
Fomentar el pensamiento crítico no es una moda educativa pasajera, sino una meta educativa con profundas raíces en algunas de las teorías del aprendizaje más influyentes. Comprender estos fundamentos nos da un “porqué” sólido que sustenta nuestro “cómo” en el aula. Estos principios, que forman parte de la pedagogía moderna, nos recuerdan que la mente del estudiante no es un recipiente vacío por llenar, sino un fuego por encender.
Enfoque socioconstructivista (Vygotsky)
Lev Vygotsky argumentaba que el aprendizaje es un proceso inherentemente social. El conocimiento no se recibe pasivamente, se construye a través de la interacción con otros. La teoría socioconstructivista es fundamental para el pensamiento crítico porque postula que nuestras ideas se refinan, desafían y fortalecen en el diálogo. Cuando un estudiante debate, explica su punto de vista a un compañero o trabaja en un proyecto grupal, está haciendo mucho más que socializar: está negociando significados, confrontando sus preconceptos y construyendo un entendimiento más complejo. El aula se convierte en una comunidad de aprendizaje donde la diversidad de opiniones es el motor del crecimiento intelectual.
Piaget y el desarrollo del pensamiento lógico
Jean Piaget nos enseñó que el desarrollo cognitivo ocurre en etapas, pasando de un pensamiento concreto a uno cada vez más abstracto y lógico. Aunque sus etapas son una guía, su idea central es crucial: los estudiantes necesitan experimentar, manipular ideas y resolver conflictos cognitivos para avanzar en su desarrollo. Para el pensamiento crítico, esto significa que no podemos simplemente “dar” la habilidad. Debemos diseñar desafíos apropiados para su nivel de desarrollo que les obliguen a reorganizar sus esquemas mentales. Una pregunta que genera duda, un problema sin solución obvia o un experimento con resultados inesperados son, desde la perspectiva de la teoría cognitiva, los catalizadores del pensamiento.
Paulo Freire: educación como acto liberador
Para Paulo Freire, la educación tradicional, que él llamó “bancaria”, trata a los estudiantes como meros depositarios de información. Él propuso una pedagogía crítica, una educación problematizadora donde el diálogo y el cuestionamiento del mundo son centrales. Formar estudiantes críticos, desde la visión de Freire, es un acto político y liberador. Se trata de darles las herramientas para “leer el mundo” además de “leer la palabra”. Esto implica analizar las estructuras de poder, cuestionar las injusticias y entender su propio papel como agentes de cambio. El objetivo no es solo comprender la realidad, sino transformarla. Esta es una de las funciones de la educación más profundas y transformadoras.
La taxonomía de Bloom y las habilidades cognitivas superiores
Benjamin Bloom y sus colaboradores crearon una jerarquía de objetivos educativos que sigue siendo una herramienta invaluable. La taxonomía nos recuerda que el conocimiento (recordar datos) es solo el primer peldaño. El verdadero aprendizaje reside en los niveles superiores: comprender, aplicar, analizar, evaluar y crear. Cómo formar estudiantes críticos se alinea directamente con la cima de esta pirámide.
- Analizar: Descomponer la información en sus partes, identificar relaciones y motivos.
- Evaluar: Formular juicios de valor, criticar, defender una postura.
- Crear: Generar ideas nuevas, proponer soluciones originales, diseñar proyectos.
Una buena planificación didáctica debe intencionadamente incluir actividades que apunten a estos niveles superiores, moviendo a los estudiantes más allá de la memorización.
Obstáculos comunes para desarrollar el pensamiento crítico en la escuela
A pesar de que la mayoría de los docentes valora el pensamiento crítico, su fomento en el aula se topa con barreras sistémicas y culturales. Reconocer estas barreras para el aprendizaje es el primer paso para poder superarlas.
- Enfoques centrados en la memorización: Muchos sistemas educativos todavía priorizan la acumulación de datos sobre la comprensión profunda. Cuando el currículum escolar es demasiado extenso y el tiempo es limitado, la tentación de “cubrir el material” a través de la exposición y la repetición es alta, dejando poco espacio para la pausa reflexiva.
- Evaluaciones cerradas y poco reflexivas: Si la evaluación sumativa se basa casi exclusivamente en pruebas de opción múltiple o preguntas que solo requieren recordar información, el mensaje que enviamos a los estudiantes es claro: lo que importa es memorizar, no pensar. Estos instrumentos de evaluación miden un espectro muy limitado de las capacidades del alumno y son uno de los errores comunes al evaluar más frecuentes.
- Miedo al error, al conflicto o a pensar distinto: Un clima escolar donde el error es castigado en lugar de ser visto como una oportunidad de aprendizaje inhibe la toma de riesgos intelectuales. De igual manera, el miedo al debate (por temor a que genere conflictos entre alumnos) puede llevar a evitar temas controvertidos, que son precisamente el terreno más fértil para el pensamiento crítico.
- Ausencia de modelos docentes: El pensamiento crítico no solo se enseña, se modela. Si como docentes no verbalizamos nuestros propios procesos de pensamiento (“Me pregunto por qué el autor eligió esta palabra”, “No estoy seguro de esta fuente, voy a verificarla”, “Veo tu punto, pero ¿qué pasaría si…?”), los estudiantes no tienen un referente de cómo se ve y suena el pensamiento crítico en acción. El rol del docente como modelo pensante es insustituible.

Estrategias didácticas para formar estudiantes críticos
Superar los obstáculos requiere un cambio intencionado en nuestras prácticas pedagógicas. A continuación, se presentan estrategias clave que se pueden adaptar a cualquier materia y nivel, transformando el aula en un laboratorio de pensamiento.
Cuestionamiento reflexivo
La pregunta es la herramienta más poderosa del docente. Pero no todas las preguntas son iguales. Debemos movernos de las preguntas “cerradas” (con una sola respuesta correcta) a las “abiertas” y “divergentes”.
- Promover preguntas abiertas: En lugar de “¿En qué año fue la Revolución Francesa?”, podemos preguntar “¿Cuáles creen que fueron las causas más importantes de la Revolución Francesa y por qué?”. Esto abre la puerta al análisis y la argumentación.
- Usar la técnica de la “pregunta poderosa”: Son preguntas que invitan a la reflexión profunda, desafían supuestos y no tienen una respuesta fácil. Por ejemplo: “¿Qué es la justicia?”, “¿Un avance tecnológico es siempre un progreso?”, “¿De qué otra manera se podría haber resuelto este conflicto?”.
- Fomentar el “¿por qué?” y el “¿qué pasaría si…?”: Acostumbre a sus estudiantes a justificar sus respuestas. Tras una afirmación, un simple “¿Por qué piensas eso?” puede desencadenar un proceso de reflexión. Las preguntas hipotéticas como “¿Qué pasaría si los recursos naturales fueran ilimitados?” estimulan el pensamiento creativo y la consideración de consecuencias. Esta es una de las bases del pensamiento visible, que busca hacer explícitos los procesos mentales.
Debate y diálogo argumentativo
El debate estructurado enseña a escuchar, a construir argumentos sólidos, a refutar con respeto y a considerar múltiples perspectivas. No se trata de ganar, sino de profundizar en la comprensión de un tema.
- Técnicas estructuradas:
- El círculo socrático: Los estudiantes se sientan en dos círculos. El círculo interior debate un texto o tema, mientras que el exterior observa y toma notas sobre la calidad de los argumentos y la dinámica del diálogo. Luego, los roles se invierten o el círculo exterior da retroalimentación.
- El abogado del diablo: Asigne a un estudiante o grupo la tarea de defender una postura con la que probablemente no estén de acuerdo. Esto les obliga a investigar y comprender los argumentos de la “oposición”, desarrollando empatía intelectual y una visión más matizada.
- El semáforo del debate: Use tarjetas de colores (verde para hablar, amarillo para pedir la palabra, rojo para escuchar) para gestionar los turnos y asegurar una participación equitativa. Es crucial establecer normas de convivencia claras para que el diálogo sea siempre respetuoso.
Lectura crítica y análisis de fuentes
En la era de la desinformación, esta habilidad es vital. No basta con enseñar comprensión lectora; debemos enseñar a leer con una mirada escéptica y analítica.
- Diferenciar hechos de opiniones: Utilice textos reales (artículos de noticias, editoriales, publicaciones en redes sociales) y pida a los estudiantes que subrayen con un color los hechos verificables y con otro las opiniones del autor.
- Detectar sesgos y manipulación informativa: Enseñe conceptos como sesgo de confirmación, falacias lógicas (hombre de paja, ad hominem) y el uso de lenguaje cargado emocionalmente. Analicen juntos publicidades, discursos políticos o titulares de noticias. Una base sólida en las estrategias de lectura crítica es indispensable aquí.
- Analizar múltiples fuentes: Ante un tema controvertido, presente a los estudiantes noticias o textos de dos o tres fuentes con líneas editoriales distintas. Su tarea será comparar la información, identificar puntos en común, discrepancias y posibles motivos de esas diferencias.
Resolución de problemas reales
El pensamiento crítico se activa cuando se enfrenta a problemas complejos y auténticos, sin una única solución correcta. El aprendizaje basado en problemas (ABP) es una metodología ideal para esto.
- Trabajo por casos: Presente a los estudiantes dilemas morales, sociales o ambientales. Por ejemplo: “Una empresa quiere instalarse en el pueblo, creará empleos pero podría contaminar el río. ¿Qué decisión debería tomar el gobierno local?”. Los estudiantes deben investigar, analizar las perspectivas de todos los involucrados (empresarios, ecologistas, trabajadores) y proponer una solución fundamentada.
- Proyectos que involucren toma de decisiones: En lugar de un informe sobre la contaminación, los estudiantes pueden diseñar una campaña de concientización para la escuela. Esto les obliga a investigar el problema, analizar las causas, definir un público objetivo, crear un mensaje persuasivo y planificar acciones concretas. Los proyectos interdisciplinarios son especialmente potentes para esto.
- Simulaciones y juegos de rol: Organice simulaciones donde los estudiantes asuman roles específicos (ej. un juicio, una cumbre de la ONU, una reunión de vecinos). Esto les permite experimentar la complejidad de la toma de decisiones y la negociación desde diferentes puntos de vista.
Escritura reflexiva
Escribir es pensar. La escritura obliga a organizar ideas, a estructurar argumentos y a clarificar el propio pensamiento.
- Producción de textos argumentativos: Vaya más allá del resumen. Pida ensayos de opinión, cartas al director, editoriales o discursos. El objetivo es que defiendan una tesis con argumentos lógicos y evidencia.
- Bitácoras de pensamiento: Al final de una unidad o un proyecto, pida a los estudiantes que respondan en un diario a preguntas como: ¿Qué fue lo más difícil que aprendí y por qué? ¿Qué idea me hizo cambiar de opinión? ¿Qué preguntas nuevas tengo ahora? Esto fomenta la metacognición y el autoconocimiento.
- Reescritura a partir de la retroalimentación: El proceso de revisar y mejorar un texto basándose en la retroalimentación efectiva de sus pares o del docente es un ejercicio de pensamiento crítico en sí mismo. Enseña a evaluar la propia obra, a aceptar la crítica constructiva y a tomar decisiones para mejorarla.
Actividades por nivel educativo
Cómo formar estudiantes críticos es un proceso que debe comenzar desde las primeras etapas, adaptando la complejidad de las tareas al desarrollo cognitivo de los alumnos. No se trata de aplicar las mismas recetas, sino de entender los principios y adaptar contenidos y estrategias a cada edad.
🧒 Nivel inicial y primaria baja (3-8 años)
En esta etapa, el objetivo es sembrar la curiosidad, la flexibilidad mental y la idea de que existen múltiples perspectivas. El juego es el vehículo principal.
- Rutinas de pensamiento visible: Utilice rutinas simples como “Veo, pienso, me pregunto”. Muestre una imagen o un objeto interesante y pida a los niños que describan lo que ven (hechos), lo que piensan sobre ello (interpretación) y qué preguntas les genera (curiosidad). Esta práctica de pensamiento visible hace explícitos los procesos mentales de forma lúdica.
- Lecturas con preguntas divergentes: Después de leer cuentos cortos o fábulas, haga preguntas que no tengan una única respuesta. “¿Cómo crees que se sintió el lobo?”, “¿Qué otro final podría tener esta historia?”, “¿Qué habrías hecho tú en el lugar del protagonista?”. Esto les enseña que la interpretación es parte de la lectura.
- Dibujar diferentes puntos de vista: Pida a los niños que dibujen una misma escena (ej. un recreo) desde la perspectiva de diferentes personas (un niño jugando, una maestra vigilando, un pájaro en un árbol). Esta actividad concreta les ayuda a entender que la realidad se percibe de formas distintas.
- Juegos de clasificación: Dé a los niños un conjunto de objetos (bloques, hojas, botones) y pídales que los clasifiquen. Luego, desafíelos a encontrar otra forma completamente diferente de clasificarlos. Esto les enseña que no hay una única manera “correcta” de organizar la información, una habilidad clave para el análisis.
🧑🎓 Primaria alta y secundaria (9-18 años)
Aquí se pueden introducir actividades más estructuradas y complejas que demanden análisis, argumentación formal y la evaluación de evidencia.
- Análisis de dilemas éticos: Utilice noticias de actualidad, fragmentos de películas o series que presenten un conflicto ético real. A través de una secuencia didáctica bien diseñada, los estudiantes pueden identificar el dilema, los valores en juego, las posibles consecuencias de cada acción y argumentar diferentes cursos de acción.
- Debates regulados: Organice debates formales sobre temas sociales, científicos o históricos relevantes. Asigne roles (a favor, en contra, moderador) y exija que los argumentos se basen en evidencia investigada previamente. Esto no solo desarrolla el pensamiento crítico, sino también la oratoria y la escucha activa.
- Creación de campañas argumentadas: Transforme un tema curricular en un proyecto práctico. Por ejemplo, en lugar de solo estudiar el cambio climático, los estudiantes pueden diseñar una campaña para promover el consumo responsable en la escuela. Esto implica investigar, analizar datos, definir un mensaje, crear materiales persuasivos y evaluar el impacto de su campaña. Es una forma ideal de aplicar el aprendizaje basado en proyectos (ABP).
- Laboratorio de “fake news”: Entregue a los estudiantes varias noticias, algunas verdaderas y otras falsas o engañosas. En grupos, deberán actuar como “verificadores de datos”, utilizando herramientas en línea para rastrear el origen de la noticia, contrastar fuentes, analizar imágenes y presentar un veredicto fundamentado sobre su fiabilidad. Esta es una actividad de ciudadanía digital esencial.
Evaluar el pensamiento crítico: ¿es posible?
La evaluación del pensamiento crítico es uno de los mayores desafíos, ya que no se puede medir con una prueba de opción múltiple. La clave está en cambiar el foco de la evaluación: en lugar de medir la respuesta correcta, debemos evaluar el proceso de pensamiento del estudiante. Esto requiere una transición de la evaluación sumativa a una evaluación formativa continua.
Qué observar
En lugar de buscar una única respuesta, preste atención a indicadores del proceso de pensamiento:
- Calidad de las preguntas: ¿El estudiante hace preguntas que van más allá de lo superficial? ¿Cuestiona las fuentes o los supuestos?
- Análisis de la evidencia: ¿Utiliza datos y pruebas para respaldar sus afirmaciones? ¿Distingue entre información relevante e irrelevante?
- Coherencia en la argumentación: ¿Sus argumentos son lógicos y están bien estructurados? ¿Evita contradicciones?
- Reconocimiento de múltiples perspectivas: ¿Es capaz de explicar puntos de vista diferentes al suyo, incluso si no los comparte?
- Flexibilidad y metacognición: ¿Está dispuesto a cambiar de opinión ante nueva evidencia? ¿Puede reflexionar sobre su propio proceso de pensamiento?
Uso de rúbricas específicas
Las rúbricas son la herramienta más eficaz para evaluar habilidades complejas como el pensamiento crítico. Una rúbrica bien diseñada hace explícitos los criterios de evaluación, permitiendo que los estudiantes entiendan qué se espera de ellos y cómo pueden mejorar. Una rúbrica para un debate, por ejemplo, podría incluir criterios como “Calidad de la argumentación”, “Uso de evidencia”, “Escucha activa y refutación” y “Respeto por las opiniones ajenas”, con descriptores para diferentes niveles de desempeño. Este enfoque es fundamental para la evaluación por competencias.
Autoevaluación y coevaluación reflexiva
Fomente que los estudiantes se conviertan en evaluadores de su propio pensamiento y del de sus compañeros.
- Autoevaluación: Al final de un proyecto, pídales que completen una reflexión guiada: “¿Cuál fue el mayor desafío para mi pensamiento en esta tarea?”, “¿Qué sesgos pude haber tenido?”, “¿Cómo podría abordar un problema similar de manera más eficaz la próxima vez?”. Usar ruedas de metacognición puede ser muy útil para guiar este proceso.
- Coevaluación: Al evaluar trabajos en grupo, los compañeros pueden darse retroalimentación sobre la calidad de sus contribuciones al análisis y la argumentación, utilizando una rúbrica compartida. Esto promueve la responsabilidad y el aprendizaje mutuo.
Evaluación formativa con devoluciones orientadas al proceso
La retroalimentación debe centrarse en el cómo, no solo en el qué. En lugar de decir “Tu argumento es débil”, una devolución formativa diría: “Tu argumento principal es interesante. Para fortalecerlo, intenta incorporar una evidencia estadística que lo respalde y considera cómo responderías a la contra-argumentación de que…”. Este tipo de retroalimentación efectiva guía al estudiante sobre los próximos pasos para mejorar su habilidad de pensamiento. El uso de portafolios y proyectos es ideal para este tipo de seguimiento procesual.
Cómo formar estudiantes críticos es una de las misiones más importantes y transformadoras de la educación actual. Es un compromiso que va más allá de la transmisión de información y se adentra en el terreno de la formación de ciudadanos capaces de pensar por sí mismos, de tomar decisiones informadas y de participar activamente en la construcción de un mundo más justo y reflexivo.
El aula no debe ser solo un lugar donde se aprenden contenidos, sino un gimnasio donde se entrena el pensamiento. Al incorporar el cuestionamiento, el debate, el análisis de fuentes y la resolución de problemas reales, no solo enriquecemos el aprendizaje, sino que también preparamos a nuestros estudiantes para la complejidad, la incertidumbre y las oportunidades del futuro. Una escuela que prioriza el pensamiento crítico es una escuela más libre, más ética y, en definitiva, más humana.
Preguntas Frecuentes (FAQ)
1. ¿A partir de qué edad se puede empezar a enseñar pensamiento crítico?
Se puede y se debe empezar desde la educación inicial (3-5 años). Evidentemente, las actividades deben ser acordes a su desarrollo. En lugar de debates formales, se usan preguntas abiertas sobre cuentos, juegos de clasificación y actividades que promuevan la curiosidad y la idea de que existen diferentes puntos de vista. La clave es sembrar la semilla del cuestionamiento desde pequeños.
2. ¿El pensamiento crítico es solo para las asignaturas de ciencias sociales o lengua?
Absolutamente no. Es una competencia transversal. En matemáticas, se manifiesta al analizar diferentes vías para resolver un problema o al cuestionar la interpretación de un gráfico estadístico. En ciencias, es fundamental para diseñar experimentos, analizar resultados y diferenciar entre causalidad y correlación. En arte, se usa para interpretar una obra o argumentar sobre su valor estético.
3. ¿Cómo manejo los debates sobre temas polémicos sin que se genere un conflicto inmanejable?
La clave está en la estructura y la preparación. Primero, establece reglas claras y no negociables (se atacan las ideas, no a las personas; se escucha sin interrumpir). Segundo, actúa como un facilitador neutral, no como un participante más. Tercero, modela tú mismo el desacuerdo respetuoso. Y cuarto, enfoca la evaluación no en “ganar” el debate, sino en la calidad de la argumentación y la capacidad de escuchar y responder a los demás.
4. ¿Qué hago si mis estudiantes están acostumbrados a querer solo “la respuesta correcta”?
Este es un comportamiento aprendido y muy común. El cambio requiere paciencia. Empieza con actividades de bajo riesgo donde no haya una única respuesta (ej. lluvias de ideas). Valora y elogia públicamente el proceso: “Esa es una pregunta excelente” o “Me gusta cómo has conectado esas dos ideas”. Modela tu propio pensamiento en voz alta, mostrando que tú también tienes dudas y te haces preguntas. Poco a poco, cambiará la cultura del aula.
5. ¿Se necesita tecnología para fomentar el pensamiento crítico?
No es imprescindible, pero puede ser una aliada muy poderosa. Un Círculo Socrático solo necesita un texto y un grupo de personas. Sin embargo, las herramientas TIC abren un mundo de posibilidades: investigar en tiempo real, usar herramientas de verificación de datos, analizar fuentes multimedia, colaborar en documentos compartidos o crear productos (como videos o podcasts) que presenten un argumento complejo.
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