Durante mucho tiempo, el foco principal de la educación estuvo puesto casi exclusivamente en el desarrollo cognitivo y la adquisición de conocimientos académicos. Sin embargo, las aulas son espacios de intensa interacción social y personal, donde las emociones de estudiantes y docentes se entrelazan y afectan directamente la atención, la memoria, la motivación y el clima general del grupo. Las corrientes de la pedagogía moderna reconocen cada vez más que el aprendizaje es un proceso integral que involucra tanto la mente como el corazón.
En un mundo caracterizado por cambios rápidos, incertidumbre y una creciente necesidad de habilidades interpersonales, la educación emocional emerge como una respuesta educativa fundamental. No se trata de una moda pasajera, sino de una herramienta poderosa para promover el bienestar individual y colectivo. A lo largo de este artículo, exploraremos en detalle qué implica educar las emociones, para qué sirve este enfoque y cómo se traduce en estrategias concretas que puedes aplicar en tu día a día como docente.
Qué vas a encontrar en este artículo
¿Qué es la educación emocional?
La educación emocional es un proceso educativo, continuo y permanente, que pretende potenciar el desarrollo de las competencias emocionales como elemento esencial del desarrollo integral de la persona. Su objetivo es capacitar a los individuos para afrontar mejor los retos que se plantean en la vida cotidiana y aumentar su bienestar personal y social.
De forma más sencilla, se basa en enseñar a:
- Identificar las propias emociones y las de los demás. ¿Qué estoy sintiendo? ¿Qué puede estar sintiendo el otro?
- Comprender las causas y consecuencias de las emociones. ¿Por qué me siento así? ¿Qué puede pasar si actúo de esta manera?
- Expresar las emociones de forma adecuada. Encontrar maneras saludables y socialmente aceptables de comunicar lo que sentimos.
- Regular las emociones. Gestionar la intensidad y la duración de los estados emocionales, sin reprimirlos, para que no nos desborden ni nos lleven a conductas impulsivas perjudiciales.
Este concepto está íntimamente ligado a la inteligencia emocional, término popularizado por Daniel Goleman. Goleman la describe como la capacidad de reconocer nuestros propios sentimientos y los de los demás, de motivarnos y de manejar adecuadamente las relaciones. La educación emocional es, en esencia, el camino pedagógico para desarrollar esa inteligencia emocional desde temprana edad.
Es crucial entender que la educación emocional no busca evitar las emociones consideradas “negativas” como la tristeza, el miedo o el enojo. Estas emociones son parte natural de la experiencia humana y cumplen funciones adaptativas. El objetivo no es suprimirlas, sino aprender a reconocerlas, aceptarlas y gestionarlas de una manera saludable y constructiva, transformando su energía en aprendizaje y crecimiento.

Objetivos de la educación emocional
La implementación de programas de educación emocional persigue una serie de metas fundamentales para el desarrollo de los estudiantes:
- Conocer y nombrar las propias emociones: Desarrollar un vocabulario emocional rico que permita a los alumnos identificar y etiquetar con precisión lo que sienten. Esto es el primer paso para la autoconciencia.
- Desarrollar la empatía: Fomentar la capacidad de comprender y compartir los sentimientos de los demás, poniéndose en su lugar. La empatía es la base de las conductas prosociales y la inclusión educativa.
- Mejorar la autorregulación y el autocontrol: Aprender estrategias para manejar impulsos, tolerar la frustración y gestionar emociones intensas de forma que no causen daño a sí mismos ni a otros.
- Promover la autoestima y la automotivación: Fortalecer una imagen positiva de sí mismos, reconocer sus fortalezas y áreas de mejora, y desarrollar la capacidad de motivarse intrínsecamente hacia metas personales y académicas.
- Favorecer relaciones interpersonales positivas y la resolución pacífica de conflictos: Adquirir habilidades sociales como la comunicación asertiva, la escucha activa y la cooperación, que permitan establecer y mantener relaciones saludables y resolver desacuerdos de manera constructiva.
- Prevenir conductas disruptivas, bullying y ansiedad escolar: Al dotar a los estudiantes de herramientas para gestionar sus emociones y relacionarse mejor, se reduce la probabilidad de aparición de problemas de conducta, acoso escolar y malestar emocional asociado a la escuela.
¿Por qué es importante la educación emocional en la escuela?
La escuela es, después de la familia, el principal espacio de socialización y desarrollo para niños y adolescentes. Integrar la educación emocional en este contexto no es un complemento, sino un pilar que sostiene y potencia todo el proceso educativo.
- El aprendizaje no es solo cognitivo: Diversos estudios en neuroeducación demuestran que las emociones tienen un impacto significativo en procesos cognitivos clave como la atención, la memoria y la motivación. Un estado emocional positivo facilita el aprendizaje, mientras que emociones como el miedo o la ansiedad pueden bloquearlo. Las teorías del aprendizaje más actuales reconocen esta interconexión.
- Crea climas de aula más seguros, respetuosos y colaborativos: Cuando los estudiantes aprenden a entenderse a sí mismos y a los demás, y a gestionar sus emociones, el ambiente en el aula se vuelve más positivo. Se reduce la conflictividad y aumenta la disposición a colaborar y aprender juntos, lo que es esencial en metodologías como el aprendizaje cooperativo y el aprendizaje colaborativo.
- Aumenta el bienestar de estudiantes y docentes: La educación emocional no solo beneficia a los alumnos. Los docentes que trabajan en entornos emocionalmente inteligentes también experimentan menos estrés y mayor satisfacción profesional. Su propio bienestar emocional es crucial, ya que son modelos para sus estudiantes (ver sección sobre el rol del docente).
- Contribuye a una educación integral: Formar personas no solo implica transmitir conocimientos académicos, sino también desarrollar sus dimensiones sociales, éticas y emocionales. La educación emocional es fundamental para una educación que aspire a la integralidad, preparando a los estudiantes para la vida en todas sus facetas y desarrollando la educación por competencias socioemocionales.
Educación emocional por nivel educativo
La forma de abordar la educación emocional debe adaptarse a la etapa evolutiva de los estudiantes. Aquí te presentamos algunas ideas y enfoques por nivel:
Nivel Inicial (Infantil)
En esta etapa, el foco está en el reconocimiento y expresión básica de las emociones.
- Objetivos principales: Identificar emociones básicas (alegría, tristeza, miedo, enojo, sorpresa, asco) en uno mismo y en los demás; empezar a nombrarlas; aprender formas sencillas de expresarlas.
- Estrategias y recursos:
- Juegos: Juegos de imitación de caras y gestos emocionales.
- Cuentos y canciones: Utilizar literatura infantil y música que aborden explícitamente las emociones.
- Material visual: “Caritas” o emoticonos para señalar cómo se sienten, “termómetros emocionales” adaptados, títeres que representan diferentes estados de ánimo.
- Rincones de la calma: Espacios tranquilos donde los niños puedan ir cuando se sientan abrumados.
- Asambleas: Momentos para hablar sobre cómo se sienten y qué ha pasado durante el día.
Nivel Primario
Se amplía el vocabulario emocional y se introducen estrategias de regulación y habilidades sociales más complejas.
- Objetivos principales: Ampliar el vocabulario emocional (culpa, vergüenza, frustración, orgullo, etc.); comprender la relación entre pensamiento, emoción y conducta; practicar la empatía; iniciarse en la resolución de conflictos con palabras.
- Estrategias y recursos:
- Diarios de emociones: Un cuaderno personal donde puedan dibujar o escribir sobre sus sentimientos.
- Semáforo emocional: Técnica para la autorregulación (rojo: parar; amarillo: pensar; verde: actuar).
- Círculos de diálogo: Espacios para compartir sentimientos y experiencias de forma respetuosa.
- Role-playing: Simular situaciones conflictivas para practicar soluciones pacíficas y habilidades de comunicación.
- Análisis de personajes: En cuentos, películas o series, discutir qué sienten los personajes y por qué.
- Trabajo en grupo y establecimiento de normas de convivencia.
Nivel Secundario
Se profundiza en la autoconciencia, la autorregulación compleja, la toma de decisiones responsable y la comprensión de las emociones en contextos sociales más amplios.
- Objetivos principales: Desarrollar una comprensión más matizada de las emociones propias y ajenas; fortalecer la autorregulación frente a emociones intensas (estrés, ansiedad ante exámenes); tomar decisiones considerando las consecuencias emocionales; desarrollar la asertividad y la resiliencia.
- Estrategias y recursos:
- Debates y análisis de casos: Discutir dilemas morales, situaciones sociales complejas o noticias, analizando el componente emocional.
- Escritura reflexiva: Ensayos, diarios personales más profundos sobre experiencias emocionales.
- Mindfulness y técnicas de relajación: Prácticas para reducir el estrés y aumentar la conciencia del presente.
- Proyectos de servicio comunitario: Pueden fomentar la empatía y la conexión social, y son un excelente campo para el aprendizaje basado en proyectos con componente emocional.
- Tutorías personalizadas y grupales: Espacios para abordar preocupaciones individuales y grupales, fortaleciendo el vínculo tutor-alumno.
- Educación ética y en valores: Integrar la reflexión sobre cómo las emociones influyen en nuestras decisiones éticas.
- Utilizar el aprendizaje basado en problemas (ABP) para que los estudiantes desarrollen habilidades de gestión emocional al enfrentar desafíos.
Es importante considerar cómo adaptar contenidos de educación emocional a las necesidades específicas de cada grupo, teniendo en cuenta los principios del Diseño Universal para el Aprendizaje (DUA) para asegurar que todos los estudiantes puedan participar y beneficiarse. Esto es especialmente relevante al trabajar con estudiantes con trastornos del aprendizaje en el aula, quienes pueden requerir adaptaciones curriculares específicas.

Estrategias para aplicar la educación emocional en el aula
Integrar la educación emocional no siempre requiere grandes programas; a menudo, se trata de incorporar pequeñas prácticas de manera constante y transversal. Aquí tienes algunas estrategias efectivas:
- Rutinas emocionales diarias:
- “¿Cómo me siento hoy?”: Al comenzar la clase, invitar a los alumnos a identificar y compartir (si lo desean, de forma voluntaria y segura) su estado emocional, usando un mural, tarjetas o simplemente verbalizándolo.
- Rueda de las emociones: Un círculo con diferentes emociones donde cada estudiante puede señalar cómo se siente.
- Lectura de cuentos o historias con enfoque emocional: Seleccionar textos que permitan identificar emociones en los personajes, analizar sus causas, consecuencias y las estrategias de gestión que utilizan.
- Técnicas de relajación, respiración y mindfulness: Dedicar unos minutos al día a ejercicios sencillos de respiración consciente, visualizaciones guiadas o atención plena. Hay muchos recursos y aplicaciones que pueden ayudar.
- Uso de películas, cortos o canciones para analizar emociones: El material audiovisual es un potente disparador para identificar y debatir sobre las emociones, la empatía y las relaciones interpersonales.
- Herramientas visuales y manipulativas:
- Diario emocional: Como se mencionó antes, un espacio personal para la expresión.
- Mural de emociones: Un espacio colectivo donde se pueden expresar emociones, frases positivas, agradecimientos.
- Caja de las preocupaciones/deseos: Un lugar donde los alumnos pueden depositar por escrito (anónimamente si quieren) sus preocupaciones o deseos, que luego pueden ser abordados grupalmente de forma general (sin leerlos individualmente en público, para proteger la privacidad).
- Botiquín emocional: Una caja con objetos que ayuden a calmarse (pelota antiestrés, dibujos para colorear, frases inspiradoras).
- Dinámicas grupales para fomentar habilidades socioemocionales:
- Juegos de roles (role-playing): Para practicar la empatía, la asertividad y la resolución de conflictos.
- Debates estructurados: Sobre temas que generen diversidad de opiniones, aprendiendo a escuchar y respetar puntos de vista diferentes.
- Proyectos colaborativos: El diseño de proyectos interdisciplinarios ofrece una excelente oportunidad para trabajar en equipo, negociar, y gestionar las emociones que surgen en el proceso.
- Actividades que promuevan la escucha activa y la comunicación efectiva.
- Modelado docente: El docente es el principal referente. Mostrar coherencia emocional, es decir, gestionar las propias emociones de forma saludable, pedir disculpas si es necesario, expresar emociones de manera adecuada, es una de las enseñanzas más poderosas. Este aspecto se vincula directamente con el rol del docente en un sentido amplio.
- Integración en la planificación didáctica: La educación emocional no debe ser un parche, sino parte de la planificación didáctica general. Se puede diseñar una secuencia didáctica específica para un tema emocional o integrarla transversalmente en las diferentes áreas curriculares. Incluso el modelo de flipped classroom puede liberar tiempo en clase para este tipo de dinámicas.
Recursos adicionales para docentes:
- Libros: “Inteligencia Emocional” de Daniel Goleman, “Educación Emocional. Propuestas para educadores y familias” de Rafael Bisquerra.
- Webs y Blogs: Existen numerosas webs de psicólogos, pedagogos y organizaciones dedicadas a la inteligencia emocional que ofrecen recursos gratuitos (fichas, dinámicas, artículos). Busca por ejemplo las webs de CASEL (Collaborative for Academic, Social, and Emotional Learning) o la Fundación Botín en España.
- Programas estructurados: Algunos programas como “Aulas Felices”, RULER, o el mismo programa de Bisquerra ofrecen un marco y materiales más estructurados si se busca una implementación más formal.
Rol del docente en la educación emocional
El papel del docente es crucial en la educación emocional. No se trata de convertirse en psicólogo o terapeuta, sino de ser un facilitador y un modelo emocionalmente competente.
- Observar, escuchar y acompañar: Estar atento a las señales emocionales de los alumnos, escuchar activamente sus preocupaciones (dentro de los límites profesionales) y acompañarlos en su proceso de aprendizaje emocional.
- Cuidarse emocionalmente: Para poder cuidar y acompañar a otros, el docente necesita gestionar su propio estrés y bienestar emocional. La “fatiga por compasión” es un riesgo real.
- Formarse en habilidades socioemocionales: Buscar formación continua sobre inteligencia emocional, estrategias de manejo de aula positiva y comunicación efectiva. Esto es parte de la profesionalización docente.
- Fomentar un ambiente seguro, respetuoso y empático: Crear un clima de confianza donde los alumnos se sientan seguros para expresar sus emociones sin miedo a ser juzgados. Este ambiente es la base para cualquier tipo de aprendizaje.
Evaluación de la educación emocional
Evaluar la educación emocional difiere significativamente de la evaluación de contenidos académicos tradicionales. No se trata de poner una calificación numérica al “nivel de felicidad” o “control emocional” de un alumno. La evaluación aquí es eminentemente cualitativa y formativa.
- Observación sistemática: Registrar conductas, actitudes y progresos en un anecdotario o diario de clase. ¿Participa más en actividades grupales? ¿Resuelve conflictos de forma más asertiva? ¿Muestra más empatía?
- Rúbricas cualitativas: Se pueden diseñar rúbricas que describan diferentes niveles de desarrollo en competencias emocionales específicas (ej. reconocimiento de emociones, expresión asertiva). Estas herramientas también son útiles para la evaluación por competencias.
- Autoevaluaciones y coevaluaciones: Invitar a los alumnos a reflexionar sobre sus propios avances y a dar retroalimentación efectiva y respetuosa a sus compañeros. La autoevaluación y coevaluación son potentes herramientas de aprendizaje.
- Reflexiones escritas o diálogos: Pedir a los alumnos que escriban sobre cómo se sintieron en una determinada situación o cómo aplicaron una estrategia emocional. También se pueden tener breves charlas individuales o grupales.
- Portafolios emocionales: Recopilación de trabajos, reflexiones, dibujos que muestren el proceso del alumno. Los portafolios y proyectos son excelentes instrumentos de evaluación cualitativa.
Es importante recordar que el objetivo de esta evaluación no es clasificar, sino comprender el progreso de cada estudiante y ajustar las estrategias pedagógicas. Se alinea más con una evaluación diagnóstica, formativa y sumativa en su componente formativo, buscando siempre la mejora. Al evaluar trabajos grupales, podemos observar cómo se gestionan las emociones y conflictos, lo cual puede ser un indicador, aunque es importante saber cómo evaluar trabajos en grupo de manera integral.
Obstáculos y desafíos frecuentes
Implementar la educación emocional de manera efectiva puede encontrar algunos obstáculos:
- Falta de tiempo o formación docente específica: Los currículos suelen estar apretados y no siempre se ofrece la formación necesaria a los docentes.
- Resistencias en contextos muy academicistas: Algunas instituciones o docentes pueden ver lo emocional como algo secundario o una pérdida de tiempo frente a los contenidos “importantes”.
- Sobrecarga del rol docente: A veces se espera que el docente asuma demasiadas responsabilidades sin el apoyo institucional adecuado.
- Necesidad de articular con familias y equipos interdisciplinarios: La educación emocional es más efectiva cuando hay coherencia entre la escuela, el hogar y otros profesionales que puedan estar involucrados con el estudiante.
Superar estos desafíos requiere un compromiso a nivel institucional, la búsqueda de formación y recursos, y la convicción de que el tiempo invertido en educación emocional es una inversión en el futuro de los estudiantes y en la calidad del propio acto educativo.
La educación emocional no es un agregado opcional al currículo escolar, sino una base fundamental para que todos los demás aprendizajes puedan florecer. Es el cimiento sobre el cual se construyen no solo el éxito académico, sino también el bienestar personal, la convivencia pacífica y la ciudadanía responsable.
No es necesario implementar un programa complejo de la noche a la mañana. Es posible comenzar con pequeños cambios, introduciendo rutinas y actividades sencillas que, practicadas con constancia, pueden tener un impacto profundo en el clima del aula y en el desarrollo de los estudiantes.
Al enseñar a nuestros alumnos a conocer, comprender y gestionar sus emociones, les estamos proporcionando herramientas para la vida: aprender a sentir sin ser arrastrados por la emoción, a expresarse con autenticidad y respeto, y a convivir de manera más armónica y constructiva.
Preguntas Frecuentes (FAQ)
¿A qué edad se puede empezar con la educación emocional? La educación emocional puede y debe comenzar desde las primeras etapas de la vida, en el nivel inicial o incluso antes, en el entorno familiar. Se adapta a cada edad: con los más pequeños se enfoca en el reconocimiento básico de emociones y su expresión a través del juego, cuentos y actividades sencillas. A medida que crecen, se profundiza en la comprensión, regulación y habilidades sociales más complejas. Nunca es demasiado pronto (ni demasiado tarde) para empezar.
¿Necesito ser psicólogo o terapeuta para enseñar educación emocional? No, no es necesario ser psicólogo. El rol del docente es pedagógico: facilitar el aprendizaje de competencias emocionales. Esto implica estar dispuesto a observar, escuchar, acompañar y formarse en estrategias básicas. Por supuesto, si se detectan problemas emocionales graves que exceden el ámbito educativo, es fundamental derivar al alumno a profesionales especializados (psicólogos, psicopedagogos) y trabajar en colaboración con ellos y la familia.
¿Cómo manejo las emociones “difíciles” o “negativas” (enojo, tristeza, miedo) en el aula? Primero, es importante recordar que no hay emociones “negativas”, todas cumplen una función. El objetivo no es suprimirlas, sino enseñar a los alumnos a reconocerlas, comprender su mensaje y gestionarlas de forma saludable. Esto implica validar la emoción (“entiendo que estés enojado”), ayudar a identificar la causa, enseñar estrategias de calma (respiración, rincón de la calma) y buscar formas constructivas de expresar esa emoción sin dañarse a sí mismos ni a otros.
¿Qué hago si un alumno no quiere participar en actividades de educación emocional? La participación debe ser siempre voluntaria y respetuosa del momento de cada alumno. Forzar la expresión emocional puede ser contraproducente. Se puede invitar, animar, pero nunca obligar. Es importante crear un clima de tanta confianza que, con el tiempo, el alumno se sienta seguro para participar. Mientras tanto, puede beneficiarse observando. También es útil hablar individualmente con el alumno para entender sus reticencias, siempre desde la empatía.
¿Cómo puedo convencer a mi institución o a colegas de la importancia de la educación emocional? Puedes compartir investigaciones y datos (como los de neurociencia que vinculan emoción y aprendizaje), destacar los beneficios en el clima escolar, la reducción de conflictos y la mejora del rendimiento académico. Proponer empezar con pequeñas iniciativas piloto y mostrar resultados puede ser efectivo. Compartir artículos como este, o testimonios de otras escuelas, también ayuda.
¿La educación emocional quita tiempo a las asignaturas “importantes”? Al contrario, la educación emocional optimiza el tiempo de aprendizaje. Al mejorar la atención, la motivación, la autorregulación y reducir los conflictos, se crea un ambiente más propicio para el aprendizaje de todas las asignaturas. Muchos aspectos de la educación emocional pueden integrarse transversalmente en las materias existentes, no necesariamente requieren un tiempo aparte exclusivo.
¿Existen recursos o programas de educación emocional “listos para usar”? Sí, existen diversos programas estructurados y recursos disponibles (libros, guías, material online). Algunos ejemplos mencionados en el artículo son los programas RULER, Aulas Felices, o los desarrollados por Rafael Bisquerra. Organizaciones como CASEL (Collaborative for Academic, Social, and Emotional Learning) también ofrecen marcos y recursos valiosos. Es importante adaptar cualquier programa al contexto específico de tu aula y escuela.
Bibliografía Recomendada
Álvarez González, M. (Coord.) (2001). Diseño y evaluación de programas de educación emocional. CISSPRAXIS.
- Una obra de referencia para el diseño técnico y la evaluación rigurosa de intervenciones en este campo.
Bisquerra Alzina, R. (2000). Educación emocional y bienestar. CISSPRAXIS.
- Un texto fundamental que sienta las bases conceptuales de la educación emocional desde la perspectiva de uno de sus máximos exponentes en el mundo hispanohablante.
Bisquerra Alzina, R. (Coord.) (2009). Psicopedagogía de las emociones. Editorial Síntesis.
- Profundiza en los aspectos psicopedagógicos necesarios para comprender y aplicar la educación emocional.
- Ofrece estrategias y actividades prácticas tanto para el ámbito escolar como familiar.
Bisquerra Alzina, R., & Pérez Escoda, N. (2007). Las competencias emocionales. Educación XX1, 10, 61-82.
- Un artículo clave que define y estructura el modelo de competencias emocionales del GROP (Grup de Recerca en Orientació Psicopedagògica).
Cassà, E. (2005). La educación emocional en la educación infantil. Revista Interuniversitaria de Formación del Profesorado, 19(3), 153-167.
- Enfocado específicamente en la importancia y aplicación de la educación emocional en las primeras edades.
Extremera, N., & Fernández-Berrocal, P. (2004). La importancia de desarrollar la inteligencia emocional en el profesorado. Revista Iberoamericana de Educación, 33(8).
- Destaca el papel crucial del bienestar y la competencia emocional del docente.
Fernández-Berrocal, P., & Extremera, N. (Eds.). (2006). Manual de inteligencia emocional. Pirámide.
- Un compendio exhaustivo que aborda diferentes facetas de la inteligencia emocional desde la investigación.
Goleman, D. (1995). Inteligencia Emocional. Kairós. (Título original: Emotional Intelligence).
- El libro que popularizó el concepto a nivel mundial y sigue siendo una referencia indispensable.
- Se centra más en la aplicación de la inteligencia emocional en el ámbito laboral, pero con muchas ideas extrapolables al educativo.
Goleman, D., & Senge, P. (2014). Triple Focus: Un nuevo avance en la educación. Ediciones B.
- Propone un enfoque educativo que integra la atención plena, la comprensión de los sistemas y la empatía.
López Cassà, È. (Coord.) (2011). Educación emocional. Programa para 3-6 años. Wolters Kluwer.
- Un programa práctico y detallado para trabajar la educación emocional en la etapa infantil.
Pekrun, R. (2006). The control-value theory of achievement emotions: Assumptions, corollaries, and implications for educational research and practice. Educational Psychology Review, 18(4), 315-341.
- Aunque en inglés, esta teoría es fundamental para entender cómo las emociones afectan el rendimiento académico y la motivación. Se encuentran múltiples referencias y desarrollos en español basados en ella.
Pena Garrido, M., & Repetto Talavera, E. (2008). Estado de la investigación en España sobre Inteligencia Emocional en el ámbito educativo. Revista Electrónica de Investigación Psicoeducativa, 6(15), 400-420.
- Ofrece una panorámica de la investigación en España, útil para contextualizar.
Salmurri, F. (2015). Razón y emoción: Recursos para aprender y enseñar a pensar. RBA Libros.
- Explora la interconexión entre el pensamiento racional y el mundo emocional, con aplicaciones educativas.
Salovey, P., & Mayer, J. D. (1990). Emotional intelligence. Imagination, Cognition and Personality, 9(3), 185-211.
- El artículo seminal (en inglés) donde se acuñó originalmente el término “inteligencia emocional”. Es la base sobre la que Goleman construyó su trabajo.
- Un programa práctico con actividades para desarrollar habilidades sociales, un componente clave de la educación emocional.
- Ofrece consejos prácticos para fomentar la inteligencia emocional desde la infancia.