Modelos educativos en el mundo: qué aprender de Finlandia, Singapur y Canadá

Cuando buscamos mejorar la educación en nuestros países, a menudo caemos en debates locales que giran sobre los mismos ejes. Pero, ¿y si levantamos la vista y miramos más allá de nuestras fronteras? Analizar los modelos educativos en el mundo que obtienen resultados extraordinarios no es un ejercicio de autocrítica destructiva, sino una fuente inagotable de inspiración y aprendizaje. La disciplina de la educación comparada no nos invita a copiar y pegar fórmulas mágicas, sino a entender los principios que sustentan el éxito para adaptarlos a nuestra propia realidad.

En este recorrido, nos centraremos en tres gigantes de la educación global, cada uno con una identidad única: Finlandia, Singapur y Canadá. A simple vista, parecen mundos opuestos. Finlandia, con su énfasis en el bienestar, la confianza y la ausencia de exámenes. Singapur, con su cultura de la excelencia, el rigor y los resultados medibles. Y Canadá, con su apuesta por la equidad en un sistema descentralizado y multicultural.

¿Qué tienen en común estos sistemas tan distintos? ¿Qué los hace tan diferentes y, a la vez, tan exitosos? Este artículo desglosa sus claves, compara sus enfoques y, lo más importante, extrae lecciones valiosas que pueden iluminar el camino hacia la transformación educativa en América Latina.

Qué vas a encontrar en este artículo

Finlandia: educación basada en la confianza, la equidad y el bienestar

El sistema educativo de Finlandia es, quizás, el más mitificado del mundo. Su fama se basa en una filosofía que puede resumirse en una palabra: confianza. Confianza en los docentes, en los estudiantes y en las escuelas como comunidades autónomas de aprendizaje. Este enfoque, que consistentemente los posiciona en los primeros lugares de las pruebas PISA, se sostiene sobre varios pilares fundamentales.

Primero, la formación docente es de élite. Para ser maestro en Finlandia, se necesita una maestría, y las facultades de educación son tan selectivas como las de medicina o derecho. Esto garantiza que solo los candidatos más preparados y motivados lleguen a las aulas. Una vez allí, el rol del docente es el de un profesional altamente respetado y autónomo, con libertad para diseñar su propia planificación didáctica y adaptar el currículo a las necesidades de sus alumnos.

Segundo, la evaluación es formativa, no punitiva. Finlandia ha eliminado casi por completo los exámenes estandarizados obligatorios antes del final de la secundaria. La evaluación es una herramienta interna de la escuela, diseñada por el propio maestro para guiar el aprendizaje del estudiante, no para clasificarlo o compararlo. Se confía en el juicio profesional del docente para saber cómo progresa cada niño.

Tercero, el sistema pone un énfasis radical en la equidad y el bienestar. El principio rector es que cada niño, sin importar su origen socioeconómico o su lugar de residencia, tiene derecho a una escuela de la misma alta calidad. No hay escuelas privadas que compitan con las públicas; el sistema es universal y gratuito, incluyendo comedor, transporte y materiales. Además, se valora el tiempo para el descanso y el juego. Las jornadas escolares son más cortas y con más recreos, reconociendo que aprender jugando es fundamental, especialmente en la infancia. La equidad educativa no es un discurso, es la base de todo el andamiaje.

Las claves de su éxito no son un secreto: una profesión docente prestigiada, un enfoque en el desarrollo integral del niño por encima de la competencia académica, y una apuesta inquebrantable por la igualdad de oportunidades.

comparación de sistemas educativos

Singapur: excelencia académica y disciplina estructurada

Si Finlandia representa un polo, la educación en Singapur representa el otro. Este pequeño país asiático ha protagonizado una de las transformaciones educativas más espectaculares de la historia. En solo 50 años, pasó de tener una población mayoritariamente analfabeta a liderar los rankings mundiales en matemáticas, ciencias y lectura. Su modelo es un testimonio del poder de la planificación a largo plazo, las altas expectativas y la meritocracia.

El sistema de Singapur es conocido por su rigor y su enfoque estructurado. El currículo nacional es centralizado, detallado y coherente, con un énfasis especial en la profundidad sobre la amplitud. El famoso “Método Singapur” para enseñar matemáticas, por ejemplo, se centra en que los estudiantes dominen a fondo unos pocos conceptos clave cada año, utilizando un enfoque concreto-pictórico-abstracto que asegura una comprensión profunda.

La formación y el desarrollo continuo del profesorado son obsesivos. El National Institute of Education (NIE) es la única institución que forma a todos los docentes del país, asegurando una calidad y una visión compartidas. Pero la formación no termina ahí. Los docentes tienen garantizadas 100 horas de desarrollo profesional pagado al año, y existen trayectorias profesionales claras que les permiten crecer como maestros líderes, especialistas curriculares o directores.

La evaluación es rigurosa y juega un papel central. A diferencia de Finlandia, los exámenes estandarizados son una parte importante del sistema y culminan en el exigente PSLE (Primary School Leaving Examination) al final de la primaria, que determina en gran medida la trayectoria educativa posterior del estudiante. Esta cultura de altas expectativas ha sido fundamental para su éxito en PISA, pero también es fuente de críticas por el alto nivel de estrés que puede generar.

En los últimos años, Singapur ha iniciado un viraje interesante, buscando un mejor equilibrio. Bajo el lema “Aprender para la vida” (Learn for Life), el gobierno está promoviendo una visión más holística, buscando formar estudiantes críticos y fomentando competencias del siglo XXI, como la creatividad y la colaboración, para complementar su ya sólida base académica.

Canadá: diversidad, inclusión y calidad en todo el territorio

El modelo educativo de Canadá ofrece una tercera vía fascinante, que combina elementos de equidad y calidad en un marco muy diferente a los dos anteriores. A diferencia de Finlandia y Singapur, Canadá no tiene un sistema educativo federal. La educación es responsabilidad exclusiva de sus 10 provincias y 3 territorios. Esta descentralización podría ser una receta para la desigualdad, pero Canadá ha logrado mantener un nivel de calidad y equidad notablemente alto y homogéneo en todo su vasto territorio.

Una clave es la fuerte inversión en la educación pública. Canadá invierte un porcentaje de su PIB en educación superior al promedio de la OCDE, y la gran mayoría de los estudiantes (alrededor del 93%) asisten a escuelas públicas. Esto crea un sistema donde las comunidades de todos los estratos sociales comparten las mismas escuelas, fortaleciendo la cohesión social.

El enfoque pedagógico canadiense se centra en la equidad, el bienestar y el multiculturalismo. Dado que es un país de inmigrantes, la atención a la diversidad cultural no es un añadido, sino una parte central del concepto de educación. Las escuelas canadienses son expertas en integrar a estudiantes de todo el mundo, promoviendo una educación inclusiva que valora las diferencias como una riqueza.

La innovación pedagógica y la formación integral son prioridades. Provincias como Ontario y Alberta son reconocidas por su enfoque en la educación por competencias, el aprendizaje basado en la indagación y la evaluación para el aprendizaje (assessment for learning), que comparte muchos principios con la evaluación formativa. Se busca desarrollar al estudiante en su totalidad, incluyendo su bienestar socioemocional.

Al igual que en Finlandia, el reconocimiento del rol docente es crucial. Los maestros son bien remunerados, respetados y participan activamente en las decisiones sobre el currículo y la evaluación. El éxito de Canadá demuestra que es posible lograr la excelencia sin un sistema centralizado, siempre que exista una visión compartida, una inversión sostenida y una confianza profunda en las comunidades educativas locales.

modelos educativos en el mundo

Comparación entre los tres modelos educativos

Poner estos tres modelos educativos en el mundo uno al lado del otro revela tanto sorprendentes similitudes como marcadas diferencias. Analicemos los puntos clave de esta comparación de sistemas educativos.

Similitudes clave

A pesar de sus diferentes caminos, los tres países comparten un núcleo de principios no negociables:

  • Valoración excepcional del docente: En los tres sistemas, los maestros son profesionales altamente cualificados, bien remunerados y socialmente respetados. Entrar a la carrera docente es un proceso selectivo y exigente, un principio que se manifiesta de formas muy distintas, desde la altísima nota de corte para acceder a magisterio en Finlandia hasta el competitivo sistema de oposiciones docentes en España, centrado en superar una serie de exámenes para obtener una plaza. Invertir en las competencias docentes es la piedra angular de su éxito.
  • Planificación a largo plazo y visión de Estado: Las políticas educativas efectivas en estos países no son fruto de la improvisación ni cambian con cada gobierno. Son el resultado de un consenso nacional sostenido durante décadas, que entiende la educación como la principal inversión para el futuro del país.
  • Enfoque en la formación integral: Más allá de los resultados académicos, los tres modelos buscan desarrollar a los estudiantes como ciudadanos completos. La creatividad, la resolución de problemas, la colaboración y el bienestar socioemocional son parte explícita de sus objetivos, aunque los métodos para lograrlos varíen.

Diferencias fundamentales

Las divergencias son igualmente instructivas y se manifiestan principalmente en:

  • Rol de la evaluación: Aquí el contraste es máximo. Finlandia apuesta por la evaluación continua, formativa y sin pruebas estandarizadas, confiando en el juicio del docente. Singapur, en cambio, utiliza la evaluación estandarizada y sumativa como un motor de la excelencia y un mecanismo de selección. Canadá se encuentra en un punto intermedio, con evaluaciones provinciales que buscan más el monitoreo del sistema que la clasificación individual del estudiante.
  • Estructura del currículo y rol del Estado: Singapur tiene un currículum escolar nacional, centralizado y prescriptivo. Finlandia también tiene un currículo nacional, pero este actúa como un marco flexible que las escuelas y docentes tienen una enorme autonomía para adaptar. Canadá es el extremo de la descentralización, con cada provincia definiendo su propio currículo.
  • Énfasis cultural: El modelo finlandés se basa en la confianza, la colaboración y el bienestar. El de Singapur, en la meritocracia, el esfuerzo y la excelencia. El canadiense, en la diversidad, la inclusión y la cohesión social. Estas diferencias reflejan profundamente los valores y la historia de cada sociedad.

¿Cuál es más adaptable a América Latina? No hay una respuesta única. Quizás la lección más importante es que no se debe elegir un modelo, sino comprender los principios de cada uno y ver cuáles resuenan más con los desafíos y la cultura escolar de cada contexto particular.

Lecciones clave para América Latina

Analizar estos sistemas escolares exitosos no sirve de nada si no extraemos lecciones aplicables. La tentación de copiar es grande, pero el verdadero desafío es adaptar los principios subyacentes. Aquí hay algunas lecciones cruciales para nuestra región.

  1. La estabilidad de las políticas educativas es innegociable. El éxito de Finlandia, Singapur y Canadá no se construyó en cuatro años. Son el resultado de políticas de Estado que trascienden los ciclos políticos. América Latina necesita pactos nacionales por la educación que garanticen una visión a largo plazo y una inversión sostenida.
  2. No hay sistema educativo de calidad sin docentes de calidad. La lección más potente y universal es la revalorización de la profesión docente. Esto implica mejorar drásticamente la formación inicial, hacerla más selectiva, ofrecer salarios competitivos, garantizar el desarrollo profesional continuo y, sobre todo, devolver a los maestros el prestigio social y la confianza profesional que merecen. Los saberes docentes deben ser el centro de la reforma.
  3. La equidad es el motor de la calidad, no una política de compensación. Estos países demuestran que los sistemas más equitativos son también los de mayor calidad. En lugar de centrarse en un puñado de escuelas de élite, han trabajado para que todas las escuelas sean buenas. Esto implica invertir más en quienes más lo necesitan y asegurar que el origen socioeconómico no determine el destino educativo de un niño.
  4. Es urgente repensar la evaluación y el currículo. La obsesión por la cobertura curricular y la evaluación sumativa, que reformas como la Nueva Escuela Mexicana buscan explícitamente superar, es un lastre en muchos de nuestros países. El caso de Colombia es particularmente ilustrativo: aunque su Decreto 1290 de 2009 ya promovía una evaluación continua y otorgaba autonomía a las escuelas para crear sistemas más formativos, la tensión entre esa norma y la cultura de la calificación tradicional sigue siendo un desafío diario en las aulas. La lección de Finlandia es que menos puede ser más: menos contenidos, pero más profundos; menos exámenes, pero una evaluación auténtica y continua. La de Singapur es que el rigor y la profundidad conceptual importan. La de Canadá es que la flexibilidad y la relevancia local son posibles, un principio que resuena con el énfasis de la NEM en el aprendizaje situado y la autonomía curricular.

Claves para adaptar buenas prácticas a otros contextos

“Eso funciona allí, pero aquí es imposible”. Esta es la frase que a menudo bloquea cualquier intento de innovación. Si bien es cierto que el trasplante directo de políticas fracasa, la adaptación inteligente es posible. ¿Cómo hacerlo?

  • Entender los principios, no las herramientas. No se trata de eliminar los exámenes porque Finlandia lo hace. Se trata de entender el principio subyacente: la confianza en el juicio profesional del docente. La pregunta no es “¿Cómo copiamos la escuela finlandesa?”, sino “¿Cómo podemos construir un sistema que confíe más en sus maestros?”.
  • La cultura y el contexto lo son todo. Una política que funciona en la sociedad homogénea de Finlandia necesita ajustes para la diversidad de Canadá o para la realidad multicultural de muchos países latinoamericanos. Antes de adaptar una práctica, es crucial analizar la cultura escolar existente, las creencias de los docentes y las expectativas de las familias. La participación familiar y de toda la comunidad es clave.
  • Inversión y acompañamiento son imprescindibles. Ninguna de estas reformas es gratuita. Revalorizar la profesión docente cuesta dinero. Reducir el número de alumnos por clase cuesta dinero. Ofrecer apoyo a los estudiantes con dificultades cuesta dinero. La innovación sin inversión es solo retórica. Y la reforma sin un acompañamiento cercano a las escuelas y docentes está destinada a fracasar.
  • Empezar con proyectos piloto. En lugar de lanzar una reforma nacional masiva, se puede empezar por adaptar una idea en una red de escuelas piloto. Esto permite probar el modelo a pequeña escala, aprender de los errores, ajustarlo al contexto y generar evidencia local de que el cambio es posible y beneficioso.

¿Qué tienen en común los mejores sistemas del mundo?

Más allá de sus diferencias, un análisis profundo de los mejores sistemas educativos del mundo revela un conjunto de denominadores comunes. Estos no son recetas, sino pilares fundamentales sobre los que construyen su éxito. Si buscamos una hoja de ruta para la mejora, estos son los puntos cardinales.

  • La educación es una prioridad nacional real: No es solo un eslogan de campaña. En estos países, la educación se considera el recurso estratégico más importante. Esto se traduce en un consenso político amplio, una inversión pública alta y sostenida, y un debate público informado y respetuoso sobre el futuro de la escuela.
  • Docentes bien formados, respetados y con autonomía: Es el factor más repetido, y el más crucial. No se puede esperar un aprendizaje de excelencia en las aulas si no se trata a los docentes como profesionales de excelencia. Esto implica una formación inicial rigurosa y selectiva, desarrollo profesional constante, buenas condiciones laborales y la confianza para tomar decisiones pedagógicas.
  • Equilibrio entre equidad y calidad: Estos sistemas han entendido que no se puede tener una calidad educativa real si no es para todos. Luchan activamente contra la segregación escolar y se aseguran de que los recursos lleguen a quienes más los necesitan. La equidad educativa es la base sobre la que se construye el rendimiento general del sistema.
  • Menos contenidos, más profundidad: En lugar de currículos enciclopédicos que fuerzan a los docentes a correr para cubrir temas, se centran en un número menor de conceptos y competencias clave. El objetivo es que los estudiantes logren un aprendizaje significativo, que puedan aplicar y transferir lo que aprenden, en vez de solo memorizarlo.
  • Tiempo escolar bien aprovechado y foco en el bienestar: Aunque las horas de clase varían, hay un uso intencionado del tiempo y espacio escolar. Se valora tanto el tiempo de instrucción concentrada como el tiempo para el juego, el descanso y la socialización. Se reconoce que el bienestar emocional y físico de los estudiantes es una condición necesaria para el aprendizaje.

Críticas y desafíos de estos modelos educativos

Sería un error idealizar estos sistemas. Ninguno es perfecto y cada uno enfrenta sus propias críticas y desafíos. Conocerlos nos da una visión más realista y completa.

  • ¿Son realmente replicables? El éxito de Finlandia está profundamente ligado a su cultura de confianza y a su homogeneidad social, características difíciles de encontrar en muchos otros países. El modelo de Singapur se beneficia de ser una ciudad-estado pequeña y con un gobierno fuerte, lo que facilita la implementación de políticas centralizadas. La pregunta sobre si estos modelos pueden escalar o adaptarse a países grandes, diversos y con democracias más complejas sigue abierta.
  • Presión y estrés en Singapur: A pesar de sus excelentes resultados académicos, el sistema de Singapur es a menudo criticado por el alto nivel de presión y estrés que impone a los estudiantes. La competitividad y la importancia de los exámenes pueden tener un coste en la salud mental y la creatividad, un desafío que el propio gobierno está tratando de abordar. Entender cómo afecta el estrés al aprendizaje es clave.
  • Desigualdades regionales en Canadá: Aunque el sistema canadiense es notablemente equitativo en general, su naturaleza descentralizada no está exenta de problemas. Existen disparidades en los resultados y en la financiación entre las distintas provincias. Además, la brecha de rendimiento entre los estudiantes indígenas y no indígenas sigue siendo un desafío significativo y una deuda histórica.
  • Riesgos de la homogeneidad en Finlandia: Aunque su cohesión social es una fortaleza, algunos críticos señalan que el sistema finlandés podría tener dificultades para adaptarse a una sociedad cada vez más diversa y multicultural, un reto que ya están empezando a enfrentar con la llegada de más inmigrantes.

Estos desafíos nos recuerdan que toda política educativa tiene sus luces y sus sombras. El contexto importa, y lo que funciona para una sociedad puede generar problemas inesperados en otra.

El viaje por los modelos educativos en el mundo de Finlandia, Singapur y Canadá nos deja una certeza: no existen las soluciones mágicas ni los sistemas perfectos. Sin embargo, este recorrido nos demuestra que hay caminos probados y principios robustos que pueden guiar una transformación educativa real y sostenible.

Mirar hacia afuera no debe ser para sentirnos menos, sino para imaginar más. Nos permite cuestionar nuestras propias prácticas, desafiar las creencias que damos por sentadas y ampliar nuestro repertorio de posibilidades. La gran lección no es importar un modelo, sino importar la ambición, la visión a largo plazo y el profundo respeto por la profesión docente que estos países comparten.

El verdadero desafío para América Latina, y para cualquier región que busque mejorar su educación, es construir su propio modelo. Un modelo que apueste por la equidad como pilar de la calidad, que confíe en sus docentes como los verdaderos agentes de cambio y que diseñe un sistema centrado en el aprendizaje profundo y significativo de cada estudiante.

Educar con equidad, profundidad y sentido es la meta. Finlandia, Singapur y Canadá nos muestran que, aunque los caminos sean distintos, es una meta absolutamente posible.

Glosario

  • Educación Comparada: Disciplina que analiza y compara los sistemas educativos de diferentes países o regiones para comprender sus similitudes, diferencias y los factores que explican sus resultados, con el fin de informar la mejora de las políticas y prácticas educativas.
  • Equidad Educativa: Principio según el cual se asegura que todos los estudiantes tengan acceso a una educación de alta calidad, independientemente de su origen socioeconómico, género, etnia, lugar de residencia o capacidades individuales. Implica distribuir los recursos de manera justa para compensar las desventajas.
  • Formación Docente de Excelencia: Se refiere a sistemas donde la carrera de maestro es altamente selectiva, requiere estudios universitarios de alto nivel (a menudo de posgrado), y es socialmente prestigiosa y bien remunerada.
  • Sistema Educativo Centralizado: Modelo en el cual las decisiones clave sobre el currículo, la evaluación y la gestión escolar son tomadas por una autoridad nacional o central (como en Singapur).
  • Sistema Educativo Descentralizado: Modelo en el que la autoridad y la toma de decisiones sobre la educación se delegan a niveles regionales o locales, como provincias o municipios (como en Canadá).
  • Pruebas PISA (Programme for International Student Assessment): Evaluación internacional estandarizada, coordinada por la OCDE, que mide las competencias de los estudiantes de 15 años en lectura, matemáticas y ciencias. Sus resultados se usan a menudo para comparar el rendimiento de los sistemas educativos.

Preguntas Frecuentes (FAQ)

1. Todo esto suena muy bien, pero ¿qué hacemos en países con presupuestos limitados y grandes desigualdades?

Esta es la pregunta más importante. La lección no es igualar la inversión de Canadá en términos absolutos, sino cambiar la prioridad de la inversión. A menudo, no se trata solo de gastar más, sino de gastar mejor. Un primer paso, que no siempre requiere una inversión masiva, es revalorizar simbólicamente la profesión docente: hacer más transparentes y exigentes los procesos de selección, comunicar los éxitos de los maestros y darles más voz en las decisiones pedagógicas. El principio de equidad de Finlandia —dar más a quien más lo necesita— es una guía para distribuir los recursos existentes de manera más efectiva, en lugar de dispersarlos.

2. Entonces, ¿deberíamos eliminar todos los exámenes estandarizados como en Finlandia?

No necesariamente. Eliminar los exámenes en Finlandia funciona porque existe una altísima confianza en el juicio profesional de sus docentes, construida durante décadas. En contextos donde esa confianza aún no está consolidada, las evaluaciones estandarizadas pueden ser una herramienta útil para monitorear la salud del sistema y detectar inequidades. La lección de Finlandia no es “no evaluar”, sino cambiar el propósito de la evaluación: pasar de una cultura de la prueba que clasifica y castiga a una cultura de la evaluación formativa que informa y mejora el aprendizaje.

3. ¿Qué significa en la práctica “revalorizar al docente” más allá de mejorar el salario?

Aunque un salario digno es la base, la revalorización es mucho más profunda. Significa:

  • Formación inicial de élite: Hacer que el ingreso a las carreras de pedagogía sea selectivo y riguroso.
  • Autonomía profesional: Confiar en los docentes para que tomen decisiones sobre la planificación didáctica y la evaluación en su aula.
  • Desarrollo profesional relevante: Ofrecer formación continua que responda a sus necesidades reales, no cursos genéricos y obligatorios.
  • Respeto social: Involucrarlos en el debate de políticas educativas y destacar públicamente su rol crucial, como lo hacen los tres países analizados.

4. ¿Cuál de los tres modelos es “el mejor” o el más recomendable para América Latina?

No hay un “mejor” modelo; hay principios mejores. Singapur nos enseña el poder de la planificación a largo plazo y el rigor. Canadá nos muestra cómo gestionar la diversidad y apostar por la equidad. Finlandia nos inspira a confiar en nuestros docentes y a priorizar el bienestar. El camino más inteligente para América Latina no es elegir uno, sino crear un modelo híbrido que tome lo que mejor se adapte a su cultura y desafíos. Por ejemplo, combinar la apuesta por la equidad y la confianza docente de Finlandia con el foco en el desarrollo profesional estructurado de Singapur.

5. ¿Cuánto tiempo se necesita para ver resultados si se empiezan a aplicar estos cambios?

Las transformaciones educativas profundas son lentas. Los resultados de Finlandia y Singapur son fruto de 40 a 50 años de políticas coherentes y sostenidas. Esto no debe desanimar, sino gestionar las expectativas. Se pueden ver mejoras a corto y mediano plazo (3-5 años) en el clima escolar, la motivación docente y el compromiso de los estudiantes. Sin embargo, un salto significativo en los resultados de aprendizaje a nivel de sistema requiere al menos una década de trabajo continuo. La clave es la paciencia estratégica y la persistencia política.

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