¿Qué significa realmente “saber enseñar”? Si le hacemos esta pregunta a un docente que recién empieza, a uno con veinte años de trayectoria o a un formador de profesores, es probable que obtengamos respuestas muy diferentes. Y es que el conocimiento profesional de un educador es un universo complejo, un tejido intrincado que va mucho más allá de dominar una materia. Hablar de los saberes docentes es, precisamente, intentar desentrañar ese tejido para comprender qué conocimientos, habilidades y experiencias entran en juego cada vez que un maestro o profesor se para frente a su clase.
Esta no es una discusión meramente académica. Entender la naturaleza de nuestros propios saberes nos permite valorarlos, desarrollarlos y articularlos de una manera más consciente y efectiva. Nos ayuda a superar la falsa dicotomía entre la “teoría” de la universidad y la “realidad” del aula, y a reconocer que un buen docente es un profesional reflexivo que integra múltiples fuentes de conocimiento para tomar las mejores decisiones pedagógicas posibles.
En este artículo, vamos a explorar en profundidad los saberes docentes. Clasificaremos y diferenciaremos los saberes teóricos, prácticos y experienciales, mostraremos cómo se vinculan en el día a día de la enseñanza y te ofreceremos ejemplos concretos para que puedas potenciar tu propia identidad profesional y tu formación continua.
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¿Qué son los saberes docentes?
Los saberes docentes son el conjunto de conocimientos, competencias, habilidades y representaciones que los profesores movilizan en su trabajo diario para dar forma a su práctica pedagógica. Autores como Maurice Tardif, uno de los grandes referentes en este campo, los definen como un “saber plural, compuesto por una amalgama, más o menos coherente, de saberes procedentes de la formación profesional y de los saberes disciplinares, curriculares y experienciales”.
Esto significa que la docencia no es una simple ocupación técnica que consiste en aplicar recetas o seguir un manual de instrucciones. Es una profesión de saber, una actividad intelectual compleja que exige una constante reflexión y toma de decisiones. El rol del docente no es el de un mero ejecutor de un currículum diseñado por otros, sino el de un profesional que interpreta, adapta, crea y articula conocimiento en un contexto específico y con un grupo humano particular.
Estos saberes no son estáticos. Se construyen, deconstruyen y reconstruyen a lo largo de toda la carrera profesional. Son el resultado de una compleja alquimia entre lo que se estudió, lo que se vive en el aula y lo que se reflexiona sobre esa vivencia.

El saber teórico
El saber teórico es el conjunto de conocimientos formalizados y sistematizados que los docentes adquieren durante su formación inicial y continua. Es el “saber sobre” la educación. Podríamos considerarlo el mapa o el marco conceptual que orienta la práctica, aunque nunca puede reemplazar el acto de navegar el territorio real del aula.
Este saber comprende varias dimensiones:
- Conocimientos disciplinares: Es el dominio de la materia que se enseña. Un profesor de matemáticas debe saber matemáticas; uno de historia, historia. Este es el conocimiento del “qué” enseñar.
- Conocimientos psicopedagógicos: Son los que provienen de la psicología, la sociología, la filosofía y la pedagogía. Incluyen las teorías del aprendizaje (¿cómo aprenden las personas?), las etapas del desarrollo evolutivo, las dinámicas de grupo, etc. Aquí encontramos los aportes de gigantes como Piaget, Ausubel, la teoría cognitiva, y por supuesto, la teoría socioconstructivista de Vigotsky o la pedagogía crítica de Freire.
- Conocimientos didácticos: Es el saber sobre cómo enseñar una disciplina específica (la didáctica de la matemática, la didáctica de las ciencias sociales). Se ocupa de la transposición didáctica, es decir, de cómo transformar un saber académico en un objeto de enseñanza accesible para los estudiantes.
- Conocimientos curriculares: Es el conocimiento del currículum escolar oficial, los objetivos de cada nivel, los contenidos obligatorios y los marcos normativos que rigen el sistema educativo.
Este saber teórico es fundamental para la planificación didáctica, para fundamentar las decisiones que se toman y para tener un repertorio de ideas y enfoques que enriquezcan la práctica.
El saber práctico
El saber práctico es el “saber hacer” en la acción. Es el conjunto de estrategias, técnicas, recursos y habilidades que los docentes desarrollan para gestionar el aula, para interactuar con los estudiantes y para resolver los problemas concretos que surgen en el día a día. Si el saber teórico es el mapa, el saber práctico es la habilidad para conducir el vehículo en medio del tráfico.
Este saber es contextual y situado. No es un conocimiento universal, sino que se adapta a las características del grupo, de la institución y del entorno. Se manifiesta en acciones concretas:
- Gestión del aula: Cómo organizar los grupos para un aprendizaje cooperativo, cómo establecer normas de convivencia efectivas, cómo captar y mantener la atención y memoria de los estudiantes.
- Intervención didáctica: Cómo formular una pregunta que genere pensamiento, cómo dar una retroalimentación efectiva a un estudiante, cómo ajustar una consigna sobre la marcha cuando se ve que no está funcionando.
- Manejo de la dinámica social y emocional: Cómo mediar en conflictos entre alumnos, cómo motivar estudiantes desinteresados, cómo construir un clima escolar de confianza y seguridad.
El saber práctico está íntimamente ligado a la secuencia didáctica y a la capacidad de improvisación reflexiva. Es un saber que se pone a prueba y se valida en la acción misma de enseñar.

El saber experiencial
El saber experiencial es el más personal y, a menudo, el más difícil de verbalizar. Es el conocimiento que se construye a partir de la experiencia directa y acumulada a lo largo de los años de ejercicio profesional. Es un saber encarnado, un “saber desde el cuerpo” que se ha ido sedimentando a través de innumerables interacciones, éxitos y fracasos.
- Es un saber tácito e intuitivo: Muchas veces, un docente experimentado “sabe” qué hacer en una situación compleja sin necesidad de un análisis racional explícito. Esa “intuición” no es magia, es el resultado de miles de horas de práctica reflexionada que se han convertido en un saber casi automático.
- Se construye desde el error y el acierto: Cada situación vivida, cada estrategia que funcionó o fracasó, va dejando un poso de aprendizaje que moldea las futuras actuaciones.
- Está ligado a la identidad profesional: El saber experiencial está teñido por la propia biografía, los valores personales y la historia de vida del docente. Es lo que hace que la enseñanza sea un acto tan personal y único.
El filósofo Donald Schön describió este proceso como la “reflexión en la acción”: la capacidad del profesional de pensar mientras actúa, dialogando con la situación y ajustando su intervención sobre la marcha. Este saber es el que permite construir un vínculo pedagógico auténtico, basado en la experiencia de haber transitado situaciones similares antes.
Diferencias y relaciones entre los tres tipos de saber
Es crucial entender que estos tres saberes docentes no son compartimentos estancos ni se oponen entre sí. Un docente eficaz no es el que tiene mucha teoría pero poca práctica, ni el que tiene mucha experiencia pero rechaza la teoría. El verdadero profesionalismo reside en la capacidad de articularlos de forma dinámica.
Para visualizar mejor sus diferencias y complementariedades, analicemos sus características:
Desde su fuente y origen:
- El saber teórico proviene de fuentes externas y académicas: libros, investigaciones, formación universitaria. Es un saber formalizado y público.
- El saber práctico se origina en la acción misma, en el “hacer” del aula. Es un saber contextual y de oficio.
- El saber experiencial nace de la propia biografía y de la acumulación de vivencias personales en la profesión. Es un saber subjetivo e íntimo.
Desde su forma de construcción:
- El teórico se construye a través del estudio, la lectura y la formación académica.
- El práctico se desarrolla mediante la imitación, el ensayo y error, y la adaptación de rutinas y estrategias.
- El experiencial se decanta a través de la reflexión sobre la práctica a lo largo del tiempo, convirtiendo la experiencia en aprendizaje.
Desde su función en la práctica docente:
- El teórico proporciona los marcos para comprender, planificar y justificar la acción. Da profundidad y rigor a la práctica.
- El práctico ofrece las herramientas para actuar, para resolver los problemas inmediatos del aula. Da eficacia y fluidez a la práctica.
- El experiencial aporta el juicio, la prudencia y la sensibilidad para tomar decisiones en situaciones inciertas y complejas. Da sabiduría y humanidad a la práctica.
La relación entre ellos es como una espiral virtuosa. La teoría ilumina la práctica, la práctica pone a prueba y resignifica la teoría, y la experiencia nutre a ambas, generando un nuevo saber más rico y complejo. El docente reflexivo es, precisamente, el que vive en esa espiral, en un diálogo constante entre lo que sabe, lo que hace y lo que vive.
La importancia de integrar los saberes en la formación docente
Esta comprensión de los saberes docentes tiene implicaciones directas para la formación docente. Un modelo de formación que se centra exclusivamente en lo teórico está condenado al fracaso. Los estudiantes de profesorado que solo reciben clases expositivas y leen bibliografía suelen experimentar un “shock de realidad” cuando llegan al aula, sintiendo que nada de lo que aprendieron les sirve.
Una formación docente de calidad debe:
- Superar la dicotomía teoría-práctica: Debe plantear una relación dialéctica, donde la teoría se estudie para iluminar problemas de la práctica y la práctica sirva como espacio para analizar y cuestionar la teoría.
- Incluir prácticas reales y tempranas: Los futuros docentes necesitan observar aulas reales, realizar ayudantías, participar en proyectos y tener experiencias de enseñanza guiadas y reflexionadas desde el inicio de su formación.
- Promover una formación situada y colaborativa: El aprendizaje debe estar anclado en contextos escolares reales. Fomentar el trabajo en equipo, el análisis de casos entre pares y la tutoría de docentes experimentados es fundamental para construir el saber práctico y experiencial.
Una propuesta pedagógica para la formación docente debe ser, en sí misma, un ejemplo de la integración de estos saberes.
Saberes y reflexión pedagógica
Si los saberes docentes no son estáticos, ¿cómo se construyen y enriquecen a lo largo del tiempo? La respuesta está en una palabra: reflexión. La experiencia por sí sola no garantiza el aprendizaje. Uno puede repetir los mismos errores durante veinte años. La experiencia se convierte en saber experiencial cuando es sometida a un proceso de análisis crítico.
Este proceso de reflexión se puede alimentar con herramientas concretas:
- Diarios de clase o bitácoras pedagógicas: Escribir regularmente sobre lo que sucedió en el aula, qué funcionó, qué no y por qué. Es una forma poderosa de objetivar la práctica y descubrir patrones.
- Registros de observación y análisis de casos: Observar la clase de un colega o grabar una propia para analizarla después, solo o con otros, permite tomar distancia y ver cosas que en el fragor de la acción pasan desapercibidas.
- Grupos de reflexión o comunidades de práctica: Compartir dilemas y experiencias con otros colegas en un espacio de confianza es una de las formas más ricas de construir conocimiento colectivo.
La reflexión crea una espiral virtuosa: una situación práctica me lleva a cuestionar mi saber teórico; busco nuevas teorías que me ayuden a entenderla; aplico una nueva estrategia (saber práctico) basada en esa teoría; reflexiono sobre el resultado de esa nueva experiencia, y así enriquezco mi saber experiencial y refino mi marco teórico. El uso de herramientas como las ruedas de metacognición puede ser muy útil en este proceso.
Saberes invisibles y saberes subvalorados
El discurso oficial sobre la docencia a menudo privilegia el saber teórico y académico. Sin embargo, existe una enorme riqueza en saberes docentes que han sido históricamente invisibilizados o subvalorados.
- El saber de la educación inicial: Las maestras jardineras poseen un saber práctico y experiencial extraordinariamente complejo sobre el desarrollo infantil, el juego, el cuidado y la construcción de vínculos, que a menudo no es reconocido en su justa medida por el resto del sistema.
- El saber de los docentes rurales o de frontera: Estos docentes desarrollan un sofisticado saber sobre la multigraduación, la flexibilidad curricular y la adaptación al medio que es un ejemplo de atención a la diversidad cultural y de resiliencia.
- El saber de la educación de adultos o de la educación especial: Los educadores de estas modalidades construyen saberes específicos sobre cómo trabajar con trayectorias de vida complejas, cómo adaptar contenidos de forma radical y cómo crear entornos de aprendizaje altamente personalizados.
Reconocer estos saberes no es un acto de romanticismo, es un acto de justicia epistémica. Es afirmar que el conocimiento profesional docente es diverso, se produce en múltiples contextos y tiene un carácter legítimo y político. Valorar estos saberes es un paso fundamental para dignificar la profesión.
Ejemplos concretos de articulación entre saberes
Veamos cómo se entrelazan estos saberes docentes en situaciones cotidianas:
Caso 1: Una docente que adapta una planificación frente a un grupo diverso.
Laura, una profesora de secundaria, planificó una actividad de debate basada en una sólida fundamentación teórica sobre el aprendizaje colaborativo (saber teórico). Al llegar al aula, nota que el grupo está particularmente apático y que hay una gran diversidad de ritmos. Su saber práctico le permite, sobre la marcha, descartar el debate plenario y reorganizar la actividad en pequeñas estaciones de trabajo con diferentes consignas. Su saber experiencial, construido a lo largo de los años con ese grupo, le susurra que a Juan, un estudiante con dificultades de atención, le conviene empezar por la estación visual, mientras que el grupo de María necesita un desafío extra para no aburrirse. En una sola clase, Laura ha articulado los tres saberes para adaptar contenidos y dar una respuesta pedagógica ajustada, demostrando una gran capacidad para la atención a la diversidad cultural y de aprendizaje.Caso 2: Cómo la experiencia ayuda a resolver un conflicto que el marco teórico no previó.
En el patio, estalla un conflicto muy particular entre dos estudiantes. El protocolo de la escuela y los modelos de mediación que Javier, el docente, estudió en su formación (saber teórico) no parecen aplicarse a la sutileza de la situación. Sin embargo, su saber experiencial le permite leer el lenguaje corporal, intuir la historia no dicha detrás de la pelea y tomar una decisión en segundos. En lugar de una mediación formal, se acerca, pone una mano en el hombro de uno de ellos y dice una frase específica que sabe que calmará a ese estudiante en particular. Logra desactivar la tensión de inmediato, posponiendo la conversación para un momento más tranquilo. Ese “saber hacer” no está en ningún libro; es el resultado de años de manejo de emociones y de conocer profundamente a sus alumnos.Caso 3: Cómo una estrategia didáctica surge del saber práctico y se ajusta con teoría.
Ana, una maestra de primaria, descubre por ensayo y error una forma muy eficaz para enseñar comprensión lectora: pide a los niños que dibujen lo que imaginan mientras leen (saber práctico). La estrategia funciona tan bien que decide investigar por qué. Se sumerge en bibliografía sobre el pensamiento visible y la neurociencia (saber teórico). Esta nueva base teórica no solo le da un nombre y un fundamento a lo que ya hacía, sino que le permite refinar la estrategia, hacerla más intencionada y compartirla con sus colegas de una manera fundamentada. Su saber práctico se vio enriquecido y validado por el saber teórico.
Desafíos actuales en torno a los saberes docentes
Reconocer la complejidad de los saberes docentes nos obliga a mirar críticamente algunos de los desafíos que enfrenta la profesión hoy:
- Formación continua vs. tecnificación: A menudo, la formación continua se reduce a cursos sobre “recetas” o herramientas digitales que prometen soluciones mágicas. Esto tecnifica la profesión y devalúa la capacidad del docente para construir su propio saber. Una verdadera formación continua debe ser un espacio de reflexión y producción de conocimiento, no de consumo pasivo de técnicas.
- Desvalorización del saber pedagógico: Las políticas educativas a menudo ponen un énfasis desmedido en los conocimientos disciplinares o en los resultados de pruebas estandarizadas, ignorando la complejidad del saber pedagógico, práctico y experiencial que es, en última instancia, lo que marca la diferencia en el aula.
- Construcción de comunidades profesionales de aprendizaje: El modelo de docente que trabaja aislado en su aula dificulta la construcción de saberes colectivos. El gran desafío es crear culturas escolares que promuevan la colaboración, la observación entre pares y la creación de comunidades donde los docentes puedan compartir, discutir y construir conocimiento juntos.
- Docentes como productores de conocimiento: Es fundamental superar la idea de que los docentes son meros consumidores o aplicadores de la investigación producida por académicos. Los docentes, a través de su práctica reflexiva, son productores de un conocimiento pedagógico valiosísimo que debe ser sistematizado, compartido y reconocido como legítimo.
Llegamos al final de este recorrido con una certeza: enseñar no es solo aplicar contenidos de un programa. Es un acto educativo complejo que exige poner en juego, de forma simultánea y articulada, múltiples saberes docentes. El conocimiento profesional de un educador es una alquimia fascinante donde la teoría ilumina, la práctica concreta y la experiencia da la sabiduría para navegar la incertidumbre.
La docencia se empobrece cuando estos saberes se disocian, cuando se cae en un teoricismo vacío, en un practicismo sin fundamento o en una rutina experiencial sin reflexión. Por el contrario, la profesión se enriquece y se dignifica cuando se promueve un diálogo constante y fecundo entre ellos, reconociendo que la esencia de la buena enseñanza no reside en uno solo, sino en su integración armoniosa.
Reconocer, valorar y potenciar la diversidad de los saberes docentes es clave para construir una educación transformadora. Es entender, como vimos al analizar las diferencias entre educación y escolarización, que la calidad de un sistema educativo no depende de la sofisticación de sus currículos, sino de la riqueza del saber profesional de quienes, día a día, hacen posible la magia de aprender.
Preguntas Frecuentes (FAQ)
1. Soy un docente nuevo y siento que solo tengo saber teórico. ¿Cómo construyo más rápido los otros saberes?
Es una sensación normal. La clave es la proactividad. Pide observar las clases de colegas con más experiencia. Ofrécete a colaborar en proyectos. No temas probar cosas nuevas y, sobre todo, reserva un tiempo cada semana para escribir y reflexionar sobre lo que viviste en el aula. Busca un mentor o un grupo de pares para compartir tus dudas. La experiencia se acelera con la reflexión intencionada.
2. ¿Qué hago si la teoría que estudié parece no funcionar en mi aula?
No descartes la teoría, úsala como un lente, no como una receta. En lugar de decir “la teoría de Vigotsky no funciona”, pregúntate: “¿Qué aspectos de esta situación en mi aula me ayuda a entender la teoría de Vigotsky?”. La teoría no da soluciones mágicas, pero ofrece marcos para interpretar la realidad y tomar decisiones más informadas. A veces, la clave está en combinar diferentes marcos teóricos.
3. ¿Cuál de los tres saberes es el más importante?
Ninguno es más importante que los otros. Son interdependientes. Sin saber teórico, la práctica es ciega y rutinaria. Sin saber práctico, la teoría es estéril. Sin saber experiencial, falta el juicio y la sensibilidad para aplicar los otros dos. El docente más completo no es el que tiene más de uno, sino el que mejor sabe articular los tres.
4. ¿Cómo puedo hacer que mis saberes prácticos y experienciales sean reconocidos por la dirección o el sistema?
La mejor manera es sistematizarlos. No te limites a “hacer” las cosas. Documenta tus experiencias exitosas, escribe un pequeño proyecto explicando tu metodología, crea tus propios materiales y compártelos, mide el impacto de tus estrategias en el aprendizaje de tus alumnos. Al pasar de lo implícito a lo explícito, tu saber se vuelve visible, comunicable y, por lo tanto, más valorado.
5. ¿Es el “saber docente” algo puramente individual?
No. Aunque tiene un fuerte componente personal (especialmente el experiencial), el saber docente se enriquece enormemente cuando se construye y comparte en comunidad. Las reuniones de equipo, los proyectos interdisciplinarios y las redes de colaboración son espacios fundamentales para que los saberes individuales se conviertan en un saber institucional o colectivo, fortaleciendo a toda la comunidad educativa.
Bibliografía
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