En un mundo educativo cada vez más enfocado en métricas, competencias y la irrupción de tecnologías como la inteligencia artificial, corremos el riesgo de olvidar la pregunta más fundamental de todas: ¿quiénes son los que enseñan y aprenden? Reducir la educación a un mero intercambio de información o a una preparación para el mercado laboral es vaciarla de su esencia. Por eso, hoy más que nunca, es vital volver a poner en el centro del debate al sujeto pedagógico.
Este concepto no es un mero tecnicismo académico. Es una postura ética, política y profundamente humana sobre el concepto de educación. Nos invita a pensar más allá de los roles estáticos de “docente” y “alumno” para adentrarnos en la compleja y fascinante dinámica del encuentro. La educación es, ante todo, una relación entre personas, y es en esa interacción donde ambos, enseñante y aprendiente, se constituyen y transforman mutuamente.
Este artículo busca explorar en profundidad la figura del sujeto pedagógico. Analizaremos cómo se construye, qué implica para el rol del docente y el del estudiante, y por qué el vínculo pedagógico es el verdadero corazón del acto educativo.
Qué vas a encontrar en este artículo
¿Qué es un sujeto pedagógico?
Para empezar, debemos aclarar que un sujeto no es lo mismo que un individuo. Un individuo es una unidad biológica, una persona. Un sujeto, en cambio, es un individuo atravesado por el lenguaje, la cultura, la historia y el deseo. Es alguien que puede decir “yo”, que tiene una voz propia y la capacidad de actuar en el mundo.
El sujeto pedagógico, por lo tanto, no es algo que preexista al acto de educar, sino que se constituye en él. Es el resultado de una construcción que ocurre en el espacio y el tiempo de la relación pedagógica. Este enfoque, nutrido por la pedagogía crítica, nos aleja de la idea de un estudiante como una “tabla rasa” o un recipiente vacío que debe ser llenado de conocimientos, una visión propia de la teoría conductista.
El aula, desde esta perspectiva, deja de ser solo un lugar físico para convertirse en un espacio de subjetivación. Es decir, un escenario donde los individuos tienen la oportunidad de transformarse en sujetos pensantes, críticos y autónomos. Es el lugar donde se les reconoce el derecho a tener una historia, a expresar sus ideas, a cometer errores y a construir su propio camino en el conocimiento.

La doble figura del sujeto pedagógico: docente y estudiante
Un error común es pensar que el “sujeto” de la educación es únicamente el estudiante. La perspectiva crítica nos muestra que el vínculo es siempre de doble vía. Tanto el docente como el estudiante son los actores del proceso educativo y, por lo tanto, ambos se constituyen como sujetos en esa relación.
Hablamos de una co-implicación radical: no hay maestro sin alumno, ni alumno sin maestro. La identidad de uno se define y se construye en la mirada y la presencia del otro. Cuando un docente entra a un aula, no es solo un profesional que aplica una técnica; es un ser docente con su propia historia, sus miedos, sus pasiones y sus saberes docentes. Y esa subjetividad entra en juego, es interpelada y modificada por la subjetividad de cada uno de sus estudiantes.
Este reconocimiento mutuo es la base de la intersubjetividad en la enseñanza. No se trata de una relación entre un sujeto (el que sabe) y un objeto (el que no sabe), sino de un encuentro entre dos sujetos. Uno, con un saber y una responsabilidad particular; y otro, con un deseo de saber y un potencial por desplegar.
El rol del docente como sujeto pedagógico
Entender al docente como sujeto pedagógico implica movernos más allá del rol de mero transmisor de contenidos curriculares. Su función es mucho más compleja y rica: es un guía, un acompañante, un mediador cultural y, sobre todo, un constructor de puentes.
Subjetividad docente: historia, saberes y emociones
Cada docente lleva al aula su propia biografía: las experiencias que lo marcaron, los maestros que lo inspiraron, sus propias luchas con el aprendizaje. Esta subjetividad no es un obstáculo a ser neutralizado, sino el principal instrumento de su trabajo. Su capacidad para conectar con los estudiantes depende de su propia inteligencia emocional y de su habilidad para ser un rol del docente como modelo emocional. El arte de la transposición didáctica —el transformar un saber complejo en algo enseñable— no es una técnica fría, sino un acto creativo impregnado de la subjetividad de quien lo realiza.
La autoridad pedagógica desde la intersubjetividad
La autoridad del docente no emana de su posición jerárquica, sino que se construye en el día a día, a través del respeto, la confianza y el reconocimiento de su saber. Es una autoridad que no se impone, sino que se gana. Se fundamenta en la coherencia entre lo que dice y lo que hace, en su capacidad para escuchar y en su genuino interés por el aprendizaje de sus estudiantes. No es una autoridad que aplasta al otro, sino una que lo habilita para crecer.

El rol del estudiante como sujeto pedagógico
El cambio de paradigma más importante que introduce la noción de sujeto pedagógico es la concepción del estudiante. Se pasa de verlo como un objeto pasivo, un receptor de información, a reconocerlo como un sujeto activo, protagonista de su propio proceso de aprendizaje.
De objeto pasivo a sujeto activo del aprendizaje
Reconocer al estudiante como sujeto implica valorar su capacidad para pensar por sí mismo, para tomar decisiones y para participar en la construcción del conocimiento. Esto se materializa en el uso de metodologías activas como el aprendizaje por descubrimiento o el aprendizaje basado en proyectos (ABP), donde el estudiante investiga, colabora y crea. El objetivo es fomentar la autonomía y la responsabilidad.
Derechos, voces, experiencias y trayectorias
Cada estudiante llega al aula con una mochila cargada de experiencias, saberes previos, una cultura familiar y una trayectoria vital única. Reconocerlo como sujeto es abrir un espacio para que esa voz sea escuchada y valorada. Implica entender que sus barreras para el aprendizaje no son deficiencias individuales, sino a menudo el resultado de contextos complejos. Es garantizar sus derechos humanos dentro de la escuela, incluido el derecho a ser diferente.
El reconocimiento del deseo de saber y de ser
En el fondo del aprendizaje hay una pulsión, un deseo. El deseo de comprender el mundo, de encontrar un lugar en él, de ser reconocido por otros. El rol de la motivación en el aprendizaje es crucial, pero no se trata de un estímulo externo, sino de conectar con ese deseo interno del estudiante. El verdadero aprendizaje ocurre cuando el conocimiento se vuelve significativo para su vida, cuando responde a sus preguntas y le ayuda a entenderse a sí mismo y a su entorno.
La relación pedagógica como espacio de constitución subjetiva
Si tanto docente como estudiante se constituyen como sujetos en la educación, la relación pedagógica es el crisol donde esa alquimia ocurre. Es en el encuentro, en ese “entre-dos”, donde se juega el destino del acto educativo.
Este espacio no es neutro; está cargado de emociones, lenguaje y poder simbólico. La forma en que un docente mira a un estudiante, las palabras que usa para dirigirse a él, la manera en que gestiona los conflictos o celebra los logros, todo ello tiene un impacto profundo en la construcción de la autoestima y la identidad del alumno. Un clima escolar positivo, basado en la confianza y el respeto, es la condición de posibilidad para que el aprendizaje ocurra.
El rol del lenguaje en la educación es central. Las palabras nombran, clasifican, valoran y, a veces, estigmatizan. Una palabra puede abrir mundos o cerrar puertas. A través del diálogo, la pregunta y la escucha atenta, la relación pedagógica se convierte en una herramienta poderosa para que los estudiantes puedan poner en palabras su pensamiento, sus dudas y sus emociones, un paso indispensable para la construcción de un pensamiento propio. El manejo de emociones en el aula es, por tanto, una competencia pedagógica fundamental.
Teorías y autores clave que reflexionan sobre el sujeto pedagógico
El concepto de sujeto pedagógico se ha nutrido de diversas corrientes pedagógicas y filosóficas. A continuación, exploramos brevemente las ideas de algunos autores clave.
Paulo Freire: educación como acto político y liberador
Para el pedagogo brasileño Paulo Freire, la educación tradicional, que él denominó “bancaria”, trata a los estudiantes como objetos en los que se “deposita” conocimiento. En contraposición, él propuso una “educación liberadora”, un acto dialógico y político donde oprimidos y opresores (en el contexto educativo, docentes y estudiantes en una relación de poder asimétrica) se educan mutuamente. Para Freire, el objetivo de la educación es que el individuo se reconozca como sujeto de su propia historia, capaz de leer críticamente su realidad y transformarla.
- En el aula: Un proyecto basado en la pedagogía freireana podría partir de un problema relevante para la comunidad de los estudiantes (por ejemplo, la falta de espacios verdes) y utilizarlo como eje para aprender ciencias, lengua, matemáticas y civismo, convirtiendo a los alumnos en agentes de cambio.
Philippe Meirieu: educar al sujeto libre
El pedagogo francés Philippe Meirieu advierte contra la “tentación de fabricar” al otro según nuestros propios deseos. Educar, para él, es un acto de resistencia contra esa tentación. Implica crear situaciones y ofrecer herramientas para que el otro pueda construirse a sí mismo como un sujeto libre y autónomo. Meirieu destaca el papel del error en el aprendizaje no como un fracaso, sino como un indicador valioso que permite al sujeto reflexionar sobre sus propios procesos de pensamiento y ajustar sus estrategias.
- En el aula: Un docente meirieuniano no daría la solución a un problema de inmediato. En su lugar, diseñaría una secuencia didáctica con obstáculos calculados, proporcionando recursos y preguntas para que el estudiante, a través del ensayo y el error, construya su propio camino hacia la solución y, en el proceso, se apropie del conocimiento.
Jorge Larrosa: experiencia, subjetividad y lenguaje
El filósofo español Jorge Larrosa nos invita a pensar la educación no como un proceso de fabricación o de transmisión, sino como una “experiencia”. La experiencia, para Larrosa, es “eso que nos pasa”, que nos toca, que nos transforma. El conocimiento no es algo que se adquiere, sino algo que nos acontece y modifica nuestra manera de ser y de estar en el mundo. El lenguaje juega un papel clave, ya que es a través de las palabras (poesía, relatos, conversaciones) que podemos dar forma y sentido a esa experiencia.
- En el aula: En lugar de solo analizar un poema, un docente larrosiano invitaría a los estudiantes a escribir sobre una experiencia personal que les evocan esos versos. Se buscaría que el texto no sea un objeto de estudio lejano, sino una oportunidad para el autoconocimiento y la expresión de la propia subjetividad.
Silvia Duschatzky: las tramas institucionales y lo singular
Desde una perspectiva sociológica y psicoanalítica, la pedagoga argentina Silvia Duschatzky analiza cómo la escuela como institución social a menudo intenta homogeneizar a los sujetos, imponiendo una norma y un currículum oculto que silencia las diferencias. Su propuesta es estar atentos a lo singular, a lo que irrumpe y no encaja en las categorías preestablecidas. Se trata de crear las condiciones para que la singularidad de cada estudiante pueda emerger, en lugar de ser sofocada por la lógica institucional.
- En el aula: Cuando un estudiante muestra un desinterés persistente o tiene un comportamiento disruptivo, en lugar de etiquetarlo rápidamente, un docente que sigue esta línea de pensamiento se preguntaría: ¿qué está tratando de decir este sujeto con su actitud? ¿Qué de la propuesta escolar no lo está interpelando? Se abriría un espacio de diálogo para intentar comprender la lógica singular de ese estudiante.
El sujeto pedagógico frente a las desigualdades
Pensar en el sujeto pedagógico nos obliga a confrontar una de las realidades más duras de nuestros sistemas educativos: la desigualdad. No todos los sujetos llegan a la escuela en las mismas condiciones. Las trayectorias de vida están marcadas por contextos socioeconómicos, culturales y familiares que generan oportunidades muy dispares.
Un enfoque que ignora estas diferencias y trata a todos por igual, bajo una supuesta neutralidad, no hace más que perpetuar la injusticia. La verdadera equidad educativa no consiste en dar a todos lo mismo, sino en dar a cada uno lo que necesita para poder desarrollar su máximo potencial.
Reconocer a los sujetos vulnerados, desatendidos o invisibilizados por el sistema es el primer paso. Esto implica un compromiso activo con la educación inclusiva, que va más allá de integrar a estudiantes con discapacidad. Se trata de crear un aula donde la atención a la diversidad cultural sea la norma y no la excepción, donde se valoren las distintas lenguas, saberes y formas de estar en el mundo. La pedagogía puede ser una poderosa herramienta de inclusión, pero si no es crítica y consciente, también puede convertirse en un mecanismo de exclusión y reproducción de las desigualdades sociales.
El desafío de pensar la educación con sujetos y no solo con contenidos
En la vorágine de la planificación, la burocracia y las presiones por los resultados, es fácil caer en la trampa de una educación despersonalizada. Cuando el foco se pone exclusivamente en el cumplimiento de los objetivos de aprendizaje o en la preparación para pruebas estandarizadas, corremos el riesgo de reducir al estudiante a un número, a un “nivel de rendimiento”, y al docente a un mero gestor de contenidos.
Esta visión instrumental de la educación es peligrosa. La evaluación deja de ser una herramienta para comprender y acompañar el proceso de aprendizaje y se convierte en un simple mecanismo de clasificación. La educación por competencias, si se aplica de forma mecanicista, puede fragmentar el conocimiento y hacer perder de vista el propósito global de formar personas íntegras.
La necesidad de humanizar la práctica educativa es urgente. Esto significa recuperar el tiempo para la conversación, para el juego, para el asombro y para el encuentro. Significa entender que las emociones no son un obstáculo para el aprendizaje, sino su motor. Significa, en definitiva, volver a pensar la educación con sujetos, para sujetos y entre sujetos.
Experiencias que muestran el sujeto pedagógico en acción
A veces, un pequeño relato ilustra mejor que mil palabras.
- El caso de Mateo y los dinosaurios: Mateo, un niño de 7 años, se mostraba apático en clase y con dificultades en la lectoescritura. Su docente, en lugar de insistir con los mismos métodos, se tomó el tiempo de conversar con él y descubrió su fascinación por los dinosaurios. Decidió entonces adaptar los contenidos: empezaron a leer libros sobre dinosaurios, a escribir cuentos cortos sobre ellos, a medir réplicas y a calcular sus dimensiones. Mateo no solo aprendió a leer y escribir; se sintió visto, reconocido en su deseo. Se constituyó como un sujeto capaz y motivado porque la escuela, por fin, le habló en un lenguaje que le era significativo.
- La asamblea de Sofía: En una clase de secundaria, un conflicto grave había dividido al grupo. La profesora, Sofía, en lugar de imponer sanciones, propuso realizar una asamblea siguiendo principios de justicia restaurativa. Durante la sesión, los estudiantes, por primera vez, pudieron expresar sus sentimientos, escuchar la perspectiva de los otros y construir colectivamente una solución. No solo resolvieron el problema, sino que vivieron una experiencia de ciudadanía real. La empatía y el respeto mutuo se convirtieron en un aprendizaje significativo que ninguna lección expositiva podría haber logrado.
Volver la mirada hacia el sujeto pedagógico no es una moda pasajera ni una reflexión nostálgica. Es una necesidad ética y política para revitalizar el sentido de nuestra labor. Nos recuerda que la educación no es una tecnología de producción de resultados, sino una práctica humana de construcción de humanidad.
La figura del sujeto pedagógico nos interpela y nos obliga a revisar nuestra práctica: ¿Reconocemos la voz y la historia de nuestros estudiantes? ¿Nos permitimos ser nosotros mismos en el aula, con nuestra propia subjetividad? ¿Estamos construyendo vínculos que habilitan o que silencian?
En una era que nos empuja hacia la estandarización y la eficiencia, la apuesta por el sujeto, por el encuentro y por el vínculo es un acto de resistencia pedagógica. Es la afirmación de que el núcleo irreductible de la enseñanza no reside en los métodos ni en los recursos, sino en la calidad humana de la relación que somos capaces de construir, día a día, entre los actores del proceso educativo.
Glosario de términos clave
- Sujeto Pedagógico: Concepto que se refiere tanto al docente como al estudiante, no como individuos aislados, sino como seres constituidos en la relación educativa. Implica reconocer su historia, voz, deseo y capacidad de transformar y ser transformados. Es una construcción, no un dato inicial.
- Vínculo Pedagógico: Es la conexión afectiva, intelectual y ética que se establece entre el docente y el estudiante, y que es la condición de posibilidad para que el aprendizaje ocurra. Se basa en la confianza, el respeto y el reconocimiento mutuo.
- Relación Pedagógica: Se refiere a la dinámica y estructura de la interacción entre los actores del proceso educativo. Incluye la comunicación, la distribución de roles, el ejercicio de la autoridad y las normas (explícitas e implícitas) que rigen el encuentro en el aula.
- Subjetividad: Es el modo particular y único en que una persona experimenta, siente, piensa y se posiciona en el mundo. Está moldeada por su historia personal, sus emociones, la cultura y las relaciones con los otros. La subjetivación es el proceso a través del cual un individuo se convierte en sujeto.
- Intersubjetividad: Es el espacio de encuentro y reconocimiento mutuo entre dos o más subjetividades. En educación, se refiere al proceso por el cual docente y estudiante construyen significados compartidos a través del diálogo y la interacción.
- Pedagogía Crítica: Corriente de pensamiento y acción educativa, inspirada en autores como Paulo Freire, que busca cuestionar las relaciones de poder en la educación y en la sociedad. Su objetivo es desarrollar una conciencia crítica en los sujetos para que puedan analizar y transformar su realidad.
- Autoridad Pedagógica: A diferencia del autoritarismo (poder impuesto), es la autoridad que se construye y se legitima en la relación. Emana del saber del docente, de su coherencia ética y de su capacidad para guiar y habilitar el crecimiento del estudiante, ganándose su confianza y respeto.
- Acto Educativo: Es el momento concreto del encuentro entre quien enseña y quien aprende, entendido como una acción intencional, relacional y transformadora. Es el evento donde se pone en juego el vínculo, el saber y la construcción de subjetividad.
Preguntas Frecuentes (FAQ)
1. ¿”Sujeto pedagógico” es lo mismo que “alumno”?
No exactamente. “Alumno” suele referirse al rol del estudiante en el sistema educativo. “Sujeto pedagógico” es un concepto más amplio y profundo. Implica reconocer a esa persona (tanto al estudiante como al docente) como un ser con historia, deseo, voz propia y la capacidad de transformar y ser transformado en la relación educativa. Incluye al docente también como parte de esta construcción.
2. ¿Cómo puedo promover la construcción de sujetos en mi aula?
Puedes empezar por incorporar prácticas que den la palabra y el protagonismo a los estudiantes: realizar asambleas para tomar decisiones, utilizar metodologías como el aprendizaje cooperativo, dar opciones en las tareas, validar sus experiencias previas y conectar los contenidos con sus intereses y realidades. Se trata de crear un ambiente de confianza donde equivocarse sea visto como una oportunidad.
3. ¿Este enfoque significa que el docente pierde autoridad?
Al contrario, transforma el concepto de autoridad. Se pasa de una autoridad impuesta por la jerarquía a una autoridad que se construye y se gana en el respeto mutuo y el reconocimiento del saber. El docente sigue siendo el guía y responsable del proceso, pero su liderazgo se ejerce desde la escucha y el acompañamiento, no desde la imposición.
4. ¿Es posible trabajar desde esta perspectiva en un sistema educativo que me exige cumplir con un currículum estricto?
Sí, aunque requiere creatividad. El desafío es encontrar los puntos de encuentro entre los contenidos curriculares obligatorios y los intereses y preguntas de los sujetos. Se puede abordar un mismo tema desde diferentes ángulos, proponer proyectos interdisciplinarios o usar problemas del entorno de los estudiantes como excusa para trabajar los contenidos. Se trata de cambiar el “cómo” más que el “qué”.
5. ¿Qué autor me recomendarían para empezar a profundizar en este tema?
Paulo Freire es un punto de partida fundamental y accesible. Su libro “Pedagogía del oprimido” es un clásico que cambia la forma de ver la educación. Para una perspectiva más centrada en la práctica del aula y la libertad del sujeto, los textos y conferencias de Philippe Meirieu son una excelente opción.
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